Primera de precampaña. De ceñido y burdeos encorbatado. La taleguilla apretada, dos tallas menos, y las manos entrelazadas... Un cactus a la derecha, un ordenador abierto con el mail de las últimas galeradas de ese libro donde Sánchez, es sabido, ha puesto el tono y no la pluma. Quizá la mano y el cazo siempre. 

Primera de campaña, digo. Pitos en la audiencia, Franganillo con oficio y temple: hasta que Sánchez ya buscó la querencia y humilló hacia el separatismo y tuvieron que salir las mulillas del victimismo. 

La primera corrida de la precampaña, la entrevista de Sánchez en el amable territorio de su casa y de su casa (sic), nos dejó un rosario de lugares comunes redundantes en que él es la luz del mundo y la salvación de todos los males contra esta derecha de tres paquetes colombinos.

Desde donde yo oteaba el mitin simplón del presidente, su voz, engolada, oscilaba entre el eco y el vacío: o quizá fuera el eco del vacío. Se vio que Sánchez va a seguir en las suyas, que este hombre no ha aprendido nada. Que hay una España que lo vota según las encuestas, y ya no entiendo nada de este país que se gusta en el suicidio compartido. Es "La España que quieres", claro...

Sánchez nos sacó el diálogo, el diálogo...  Como si la conversación, el arrodillarse, la bilateralidad oficializada fuera una virtud. En su viaje al Centro, como al corazón de las tinieblas, Pdr ni siquiera se cerró el ser bisagra a izquierda y a derecha: acaso porque debe haberle oído a Redondo eso de que la nada es transversal. Tampoco vimos el paseíllo que diría Madueño: y esto que nos ahorramos.

La vida es eso que pasa entre que Sánchez te abre una estancia con ventanas o te conduce a un despacho con maletín oficial, luz diáfana y un retrato de Sus Majestades. No se vio el colchón que cambió al llegar a Moncloa, que lo imaginamos lleno de babas y churretones históricos. Tampoco el colchón nuevo, ése que abre sus memorias como el hielo en Cien años de soledad. El colchón nuevo, además, ha de estar inmaculado, que la agenda presidencial por el mundo apenas lo ha retenido en casa. 

Tampoco había muchas expectativas en lo que dijera Sánchez en La 1 y España, aún, andaba escocida por el robo al Madrid de baloncesto. Y si en prime time se quejó amargamente de que lo llamaran ocupa, el martes compareció en el Senado e interpretó un paripé contra el separatismo. El milagro del desdoblamiento sanchista hecho carne.

Pero pasa que los oráculos y la calle conocen la verdad de Sánchez: que la primavera sabe que le espera en Pedralbes con un pascuero amarillo/lazo. Sí. El eterno retorno.