Se diría que la pasión, Vistalegre y muerte de Podemos tiene algo bíblico. O de culebrón venezolano de media tarde. Por dentro hay amores y desamores, hijos, puñaladas y un señor que cobra en negro. Lo de Errejón era esperable, pero también un símbolo, porque cuando los acampados de Sol degeneraron a tertulianos -y de ahí al Congreso- se jodió el Perú.

Las alcaldías del cambio fueron el huevo de la serpiente, pues la poca utopía se hizo muy triste con la gestión municipal: con el bastón de una alcaldía sólo hubo margen para una drag queen en una cabalgata de Reyes, y así no se alteran las condiciones objetivas.

No eran sensibilidades distintas dentro de un mismo partido, era que les tocó la corrupción y la crisis en España como a Newton se le cayó la manzana en la cabeza. Podrían haber descubierto la vacuna contra la malaria y acabaron por prologarse unos a otros en esos libelos urgentes que, vistos a la distancia, causan un arreón de nostalgia por lo melifluo del idealismo y por lo viejo de las soluciones. Algunos eran de una notable afectación; de una prosa que quiso emocionar con frases hechas.

Y sí, la pasión, Vistalegre y muerte de Podemos nos enseña mucho sobre la condición humana y sobre lo gaseoso que resulta el concepto del sorpasso. Podemos nunca fue transversal, sino una unidad de destino en el troleo.

Pudieron cambiar el mundo y vieron que los yayoflautas no rentaban ideológicamente, que la moda de los desahucios se pasó cuando muchas familias volvieron a la casa del padre. Pudieron alcanzar el cielo y se decidieron por el lazo amarillo: hacer suya la causa de los golpistas catalanes fue el signo de la implosión.

Anótese que Rufián les comió la tostada, porque a ser antisistema se aprende con gramática parda y cuatro frescas; ninguna revolución se ha consumado con cursiladas.

De aquí a mayo se verá un rosario de acusaciones cruzadas y hasta un Sánchez al que todo esto lo puede poner, de nuevo, en la carretera y con lo justo. Que nadie llame "izquierda" al podemismo, por respeto a Marcelino Camacho y al mejor Anguita. Podemos leyó a Bobbio con el sobaquillo y eso fue todo.

Se escribe el epílogo de Podemos como quien cierra ya un capítulo de juventud. Antes de morir Podemos murió Izquierda Unida y, más pronto que tarde, resucitará Carmena cuando un árbol huela a jazmín por Malasaña y en primavera.

Podemos ya es parte de nuestra Historia: como el gol de Iniesta y el aceite de ricino. 

Que la tierra les sea leve.