Si saber quién eres no siempre es fácil, imagina que encima alguien te robó cuando eras un bebé, y te entregó a una familia que no era la tuya. Y supiste, dieciocho años después, que eras adoptada. Conociste, solo entonces, al sobrepasar la mayoría de edad, que tus padres seguían siendo tus padres, sí, pero que también tenías otros. Unos que quizá te hayan echado de menos cada segundo; unos que no saben qué fue de ti.

E inicias un procedimiento judicial, de acuerdo con tu madre adoptiva, para averiguar quién es la biológica; también para que se castigue a los bandidos que te robaron; también para que otros que un día fueron bebés y fueron despojados de sus familias originales puedan ayudarse de tu propia historia. E insistes: no quieres dinero, tampoco exiges pena de cárcel para el principal acusado, de 85 años, si se confirma su culpabilidad. Quizá fundamentalmente pretendas saber un poco más al respecto de quién eres, y confirmarlo con la tenacidad y la valentía de tu acción.

Si saber quién eres es a menudo difícil, imagina que naces en una barriada pobre de una ciudad pobre que pertenece a un país pobre, y que te entregan en adopción. Que por una u otra razón tus padres –o tu madre, al menos-, no pueden cuidarte y pasas tus primeros años de vida en centros pobres para niños que además de ser pobres han sido abandonados.

Años después alguien te explica que una familia en un lugar muy lejano tiene la intención de abrazarte, acogerte e incorporarte a su grupo familiar. Y lo hace. Pero cuando descubre, al cabo de pocos meses, que tu edad real es de 13 años, y no de 7, te abandona en un centro de los servicios sociales de tu nueva ciudad.

Y ahí sigues, a la espera de que se dilucide tu engorrosa situación. Por un lado, la ministra de Desarrollo de la Mujer y el Niño de tu país natal, Maneka Gandhi, se muestra aparentemente encolerizada con tu abandono en España y exige tu regreso a India. Por otro, ya hay más de 120 familias españolas deseando convertirte en un miembro más de su entorno familiar. Continúas entre ambos mundos pero, posiblemente, sin la menor idea de quién eres, y mucho menos tienes alguna al respecto de quién serás en el futuro.

Que se hayan robado recién nacidos resulta del todo horrible, y ocurrió en España entre 1940 y 1990 en más de mil casos, según el último informe del Defensor del Pueblo. A menudo, con la connivencia de algunos médicos y algunas monjas, y con las instituciones de esos años grises eligiendo mirar hacia cualquier otro lado. La sentencia del juicio que puede enviar a prisión al doctor Eduardo Vela, primer encausado por este motivo en nuestro país, se conocerá pronto.

Abandonar niños adoptados también resulta algo muy difícil de aceptar, y ocurre con demasiada frecuencia. Según el Instituto de la Familia de la Universidad de Comillas, entre el 1 y el 1,5% de las adopciones internacionales concluyen en fracaso, porcentaje que se eleva considerablemente cuando los niños son adoptados con 6 años o más.

España, uno de los países que más niños adopta en el mundo, ha salido muy mal parada del caso de la niña india recientemente abandonada en Zaragoza. Su futuro también se conocerá pronto. Ojalá que este segundo abandono termine con su inclusión en un entorno familiar reparador de heridas profundas.