Si alguna vez escribo mis memorias, dedicaré un capítulo completo a contar cómo se negoció la bajada del IVA del cine con el Gobierno del PP. Ahora no puedo dar detalles, pero habría sido más fácil obtener agua de las piedras: a los del Partido Popular no les gustaba la idea de reducir once puntos el impuesto sobre las entradas.

Hubo que presionar, y mucho. La historia tuvo final feliz, pero fue cualquier cosa menos sencilla. Por eso me sorprende que, ahora que han entrado en vigor los Presupuestos Generales del Estado, el que fue partido del Gobierno salga a celebrar la reducción del IVA del cine como si fuese cosa suya, con lo que costó sacarles esa muela.

Eso sí, nada supera a la reacción del PSOE, que festejó el acontecimiento con un tuit desde la cuenta oficial de Moncloa tan lleno de emoticonos que parecía escrito por una adolescente empachada de Súper Pop– y colgó un vídeo del ministro de Cultura dando gracias “a todas las fuerzas políticas” por haber ayudado en la tarea. ¿A todas las fuerzas políticas? ¿A qué fuerzas políticas se refiere? ¿Al PP, que no quería bajar el IVA ni a tiros y al que hubo que aclarar que nos levantaríamos de la mesa si no cedía? ¿O al PSOE, que ni siquiera votó los presupuestos que llevaban la medida? En esta guerra, los de Ciudadanos nos quedamos solos.

Todavía recuerdo cuando hubo que reunir a los profesionales del sector en una enorme sala del Congreso para decirles que no habíamos tenido éxito en la negociación de los Presupuestos anteriores, y que teníamos que conformarnos con la bajada del IVA de los espectáculos en directo. Menudo trago explicar a cuarenta personas –directores, productores, exhibidores– que iban a tener que esperar un poco más. Les prometimos que a la siguiente iría la vencida, y ellos lo creyeron. Y cumplimos, porque era lo justo.

Ahora, cuando veo al PP y al PSOE reclamando para sí el mérito de la reducción del impuesto que gravaba la cultura, se me escapa una media sonrisa y me pregunto aquello de “dónde estabas entonces, cuando tanto te necesité”. Porque si en los días en que se peleaba la bajada de el ominoso 21%  hubiésemos tenido de nuestro lado a los dos grandes partidos, las cosas habrían sido mucho menos duras. Pero unos se ponían tozudos y otros se hacían el avión.

Ahora todos se apuntan a la fiesta pretendiendo haber sido parte del tinglado. Confieso que escuece comprobar ciertos episodios de apropiación del trabajo ajeno. Pero hoy, miles de personas irán al cine y pagarán un poco menos por su entrada. Y yo entré en política para esto, no para rebotarme por pruebas de lo que en el mundo real se llama, simplemente, cara dura.