El voto de las mujeres fue decisivo para que Barack Obama resultara elegido presidente de Estados Unidos. José Luis Rodríguez Zapatero llegó a la Moncloa gracias al impulso de las mujeres: en 2008 tuvo un millón de electoras más que de electores. Eran tiempos en los que estaban de moda palabras como metrosexual o talante, hoy en desuso. 

En el último año, tal y como ha venido reflejando el CIS, el respaldo de las mujeres al PSOE ha sufrido un retroceso histórico de ocho puntos, y ya hay mayoría de hombres entre quienes apoyan a Sánchez. Es más, el voto femenino se ha ido decantando por Albert Rivera, que ha pasado a ser el preferido por ellas. En tales circunstancias, sería improbable que el PSOE pudiera ganarle unas elecciones a Ciudadanos.  

La astucia de Pedro Sánchez desde que llegó a la Moncloa ha consistido en hacer gestos a las mujeres cuando todo el mundo esperaba que los hiciera, principalmente, a los nacionalistas. Por eso un Gobierno con mayoría de ministras. Por eso una vicepresidenta. Por eso una portavoz del Gobierno. Por eso una fiscal general. Por eso una presidenta del Consejo de Estado. Y por eso la sobreactuación del Gobierno con La Manada.

Estoy tan seguro de que Sánchez ha procedido por convicción al situar a la mujer en el centro de la política como que ha calculado también los réditos electorales de su apuesta. El caso es que ha tomado carrerilla y, tal vez envalentonado por el recibimiento de esa prensa internacional que le ha bautizado como "Mr. Handsome" (Señor Guapo), ha patinado.

Las imágenes en las que marcaba músculo mientras hacía deporte en los jardines de Moncloa tenían su gracia; sus posados con las Ray-Ban de sol, modelo Caravan, en el interior del avión presidencial movían un poco a risa (hubo en el PSOE quien pensó que se trataba de un fake); pero el detalle de sus manos varoniles mostrando "la determinación del Gobierno" -según membrete oficial- han colmado el vaso.

¿Qué es lo que pretende Sánchez?, se preguntan desconcertados muchos y muchas. ¿Jugar a presidente sexy? ¿Tirar de estereotipo de masculinidad para seducirnos? ¿Explotar sus encantos como tío bueno? ¿Adornar la ideología con su atractivo físico? ¿Demostrar que la izquierda y el feminismo no están reñidos con la virilidad y la donosura? Pobre Pablo Iglesias.