Hace ya unas semanas, en el día de las Fuerzas Armadas, todos fuimos testigos del cambio operado en la percepción social de los cuerpos de seguridad. No tanto tiempo atrás, nuestros policías, nuestros guardias civiles, nuestros militares, eran vistos con patente animadversión por una parte notable de la sociedad española. Ese sentimiento ha cambiado, y no ha sido por casualidad: son años de trabajo óptimo, de conductas ejemplares, de heroísmo, de sacrificio, que han hecho que una amplia mayoría de los ciudadanos estén justamente orgullosos de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado.

Durante lustros les hemos visto jugarse la vida para salvar la de otros, hacer guardia en noches heladas, arriesgar el pellejo para corregir imprudencias ajenas, soportar estoicamente humillaciones varias (ay, aquel perroflauta meándose en las botas de un policía mientras el hombre aguantaba el tipo), garantizar la seguridad en actos deportivos, desarticular redes criminales, colaborar en campañas educativas en las escuelas y hacer un papel impecable en distintas misiones en el extranjero.

Los vimos liberar a Ortega Lara, atrapar al pederasta de Ciudad Lineal, meterse en el foco de un incendio, consolar a niños y ayudar a abuelos. Los vimos caer muertos y heridos a manos de los pistoleros de ETA, y desarticular comandos para acabar con los terroristas. Su historia de valor, de sufrimiento y de coraje ha dado paso a una singular comunión con la calle, que es más suya que nunca, y hablamos de “nuestra policía” con orgullo indisimulado.

Sin embargo, y a pesar del favor social que se han ganado a pulso, nuestras fuerzas policiales están entre las peor pagadas de Europa. El agravio se acentúa cuando sabemos que los cuerpos autonómicos reciben salarios mucho más generosos por hacer el mismo trabajo que policías y guardias civiles. No hay explicación para ello, pero en este país nuestro tampoco la hay para muchas cosas, así que vamos a dejarnos de filosofías y exigir soluciones.

Hace años que sucesivos gobiernos prometen equiparar los salarios de los diferentes cuerpos de seguridad, pero el tiempo pasa y las diferencias en el sueldo siguen. Así que ahora ha llegado el momento: el Ejecutivo deberá elegir entre aceptar el programa de homologación salarial de Ciudadanos, o no hacerlo y no sacar adelante los Presupuestos Generales del Estado. Se acabó el clamar en el desierto por lo que es de justicia. Esta vez va en serio. Que tomen nota.