Patricia Highsmith escribió en las primeras páginas de Suspense, cómo escribir una novela de misterio (Círculo de Tiza), que la profesión de escribir es tan “animada y apasionante” por “la constante posibilidad de fracasar” que rodea siempre al escritor o periodista. A esta posibilidad de fracasar me aferro cuando, como ahora, me pongo a elucubrar sobre este gran misterio que es Cataluña y su encaje dentro de España. Y digo de entrada que la palabra encaje me jode y que no creo que esto tenga solución.

Ojalá me equivoque pero esta novela no va a tener un final feliz; es posible, y por supuesto deseable, que no llegue a ser trágico pero en el mejor de los casos es seguro que no dejará satisfecho a nadie y seguirá engordando ese caldo de cultivo en el que unos y otros envenenan sus sueños, que diría Joaquín Leguina, y castran cualquier posibilidad de convivencia pacífica y equilibrada entre personas que piensan de forma diferente pero aspiran a convivir con ello.

Ojalá me equivoque pero deambulamos por un proceso de difícil, por no decir imposible, solución. Un río profundo y oscuro repleto de todo tipo de tiburones que sólo ansían morder al menor pretexto. Un proceso en el que nada parece llevar a ningún lado, y en el que todo parece desembocar en el peor de los escenarios. Caminamos a ciegas entre las líneas de un libreto en el que nos aflige que algunos de sus protagonistas acaben entre rejas sabiendo que es de justicia que duerman entre ellas. Pero aún así nos inquietan las coartadas carcelarias que únicamente servirán para hacer más profundo el pozo de lodo en el que chapoteamos unos y otros.

Ojalá me equivoque pero todo este navajeo a diestra y siniestra, todos estos paseillos bajo las cámaras y viajes en furgones a destinos sin puerta de salida sólo nos acarreará un mayor distanciamiento entre unos y otros. Un mayor encono, un mayor odio, un desprecio hacia el otro que irá in crescendo y que nos meterá, a unos y otros, a bueno y malos, en un camino sin retorno.

Ojalá me equivoque, de verdad, ojalá fracase en mi pronóstico pero mucho me temo que el próximo 21 de diciembre las urnas no van a cambiar nada. No sé a quién se le ocurrió esta brillante idea –bueno, sí que lo sabemos– de jugar a la democracia cuando los campos de minas siguen estando donde estaban, donde las reglas no parecen ser las mismas para todos, donde el veneno sigue en el aire y en el plasma y no todos tienen mascarilla para sobrevivir. Son unas elecciones en las que intuimos que no va a cambiar casi nada pero nos da verdadero pánico que pudiera hacerlo a favor del lado oscuro.

Ojalá me equivoque pero como todo siga igual –o casi– tras el 21-D, todo seguirá de la misma manera y nos conducirá, punto arriba punto abajo, por el mismo camino que nos acaba de enfrentar al abismo, que todavía nos tiene en el filo de la navaja, en el borde del acantilado. Y si ahí volvemos, ahí estaremos, como en el día de la marmota, cometiendo los mismos errores, tropezando en las mismas piedras, cayendo en las mismas trampas… Y otra vez a empezar de nuevo.

Ojalá me equivoque pero al final puede pasar que nos resulte indiferente como empezó todo, quién tuviera la culpa, quiénes fueran los buenos y quiénes los malos –y le aseguro que sabemos cómo empezó todo, quién tuvo la culpa y quiénes fueron los malos– porque el daño será tal, y las heridas tan profundas que ya no tendremos ganas ni de mirar atrás, ni de señalar a los que huyeron dejando tras de sí una estela de podredumbre, de mierda, de la que nos va costar desprendernos, y cuyo olor va a pegarse a nuestra piel y quien sabe si para siempre.

Ojalá me equivoque pero tener razón no va a ser suficiente en esta historia. Saber quién se ha saltado la legalidad, quién se ha reído de los jueces una y otra vez, quién ha querido volar la Constitución y el país, quién ha laminado al menos a la mitad de los ciudadanos catalanes que piensan de manera diferente no será determinante en el recuento final. Poco va a importar, repito, que se mienta sin decoro, que se manipule sin pudor, que se agite el fuego de la ira.

Ojalá me equivoque pero esto va a terminar muy mal. No habrá ganadores y todos acabaremos perdiendo. Ojalá me equivoque pero…