Cuando los Jordis trasladaron su sede social de Cataluña al Soto del Real, con Manolo Escobar sonando detrás de las rejas, comprendimos ya que ese lobby de encabronar las calles tenía a sus mártires listos para esa mitología, muy de la posverdad, por la que un sinvergüenza se nos vende como Mandela. Ahora cada indepe tiene una foto del jordi que sea encima del televisor, en el cabecero de la cama, velando los sueños tiernos de la DUI.

Ahora que en Cataluña llega el 155, se anuncian días duros entre los sediciosos y su relato: la república nacerá con tumultos o no nacerá. El golpe de la Generalitat ha dejado al españolito tipo con dolor en el alma, con la bandera del chino en los balcones y una forma de mirar cansada, miope, como la de aquellos que sobrevivieron a las trincheras de Verdún.

Quedan ya lejos los días en que mentar el 155 (para los gallinas blancas del parlem, para muchos del PSOE) era poco menos que aparcar la Brunete frente a la casa de Junqueras. Y desde entonces, claro, se han sucedido estos días de esteladas en la calle, periodistas internacionales untados y TV3 llamando a la insurrección con unos medios pagados por todos. Y la jindama siempre que sale en la tele Puigdemont proclamando sus cosas con la mayor solemnidad que puede, el pobre. Algunos de allí me avisan con lágrimas secas de que la cosa puede volverse de foc en cuanto las detenciones apunten alto. Saben rentabilizar un tumulto, y ésa es su fuerza. Mantienen la moral alta. Los que estudian medio mal el Bachillerato se saben en el momento decisivo, juzgados por la Historia. Se esperan pellas y ekintzas, que la CUP ya ha dicho que la calle es suya.

El 155 ha venido a retratar al PSC y sus miserias. Para unos, como una salmodia, una lluvia de mayo, una terminación de la Lotería. Y casi que una declaración de guerra para otros. Debajo del Ebro queda un país que sacó un orgullo olvidado y que colgó en las balconadas unas banderas que ya, hoy, se han ajado de sol y desesperanza. Rajoy ha obrado tarde, mal y en Rajoy, con más dolor para su España. Los que estudien estos días catalanes en el futuro se preguntarán si Rajoy fue el artífice de un plan magistral, o fue la plaga bíblica, el cáliz de España.

En el cielo del país volaban cenizas y tesas. El suelo ardía. Se esperan manifas en Barcelona, manifas de esas con abuela y niños implicados en la libertad del pueblo catalán y los millones de Pujol. Su mayo francés satura, sí. Los pensadores de la tierra catalana (Ovejero, Azúa) anunciaron el apocalipsis catalán. El cese de Trapero será la chispa adecuada. Se avecina el tumulto y las primeras lluvias. Ya se ha partido el PSC, y esto puede ser regenerador para dejar de repetir los mismos errores.