El delincuente Otegi es uno de los invitados estrella de la Diada. El tipo que pudo impedir el atentado de Hipercor salía el otro día declarando su amor a Cataluña con una estelada y un pobre gato agarrado por el pescuezo. Hoy será la vedette de una manifestación que se celebra bajo el lema La Diada del Sí. ¿Y qué pasa con la del No? ¿Qué no tiene día? ¿Que no existe? ¿Qué no puede salir a la calle a celebrar la fiesta?

La frase es un claro intento de buscar la muerte social de esa Cataluña mayoritaria que observa inquieta la deriva de unos insensatos. Esa Cataluña a la que quieren hostigar, amedrentar, asustar, minimizar, dividir. Los políticos separatistas pretenden convertir pueblos y ciudades en zona hostil para cualquier disidente de sus delirios. La cuenta atrás para la votación fraudulenta nos deja escenas propias de frenopático: hace tres días, el conseller de Interior animaba a bajarse de internet las papeletas del referendum. El próximo hito de esta antología del disparate puede ser un tutorial protagonizado por Puigdemont para aprender a hacer urnas en casa: “y hoy, niños y niñas, vamos a hacer una bonita urna casera. Coged una caja de zapatos, vuestros lápices de colores y unas tijeras de punta redonda”.

Lo del censo es caso aparte: manejar ilegalmente el DNI es algo muy serio. Por cierto, a ver qué hacen después con las listas de votantes: a lo mejor entregarlas a la ANC para que tengan un registro de catalanes buenos, los que votan, y de los malos que se quedan en casa. Cualquier cosa es posible con esta tropa. Por eso incitan a los incautos a hacerse sus papeletas como en los años cuarenta se animaba a las familias a preparar tortilla con mondas de patata jurando que salía riquísima. Luego la tortilla de peladura sabía a rayos y la moral de la gente quedaba por los suelos. Así va a sentirse cada independentista de buena fe el día 1, cuando vaya por ahí con la papeleta casera recién salida de la impresora (o a lo mejor garabateada en un cacho de papel): como aquellos desdichados que se comían la tortilla repugnante que alguien les había asegurado que iba a estar fetén, y se daban cuenta del timo.

Lo del 1-O empezó siendo un fraude, pero va camino de convertirse en la mayor astracanada de la historia moderna. La CDC, Esquerra y la CUP han tomado un camino inverosímil en el que no pueden moverse sin mentir a aquellos a los que han prometido cosas imposibles: una votación que no va a ser, un hito que no se va a cumplir, unas urnas que no existen, un censo fraudulento y unas papeletas caseras que son un corte de mangas a cualquier legalidad electoral. Eso y los políticos separatas diciendo majaderías en cualquier tele que se deje, han convertido el 1-O en el proyecto de votación de la señorita Pepis.

Así llegamos a una 'Diada' sin nada que celebrar, a un día que debería festivo manoseado por irresponsables, pensado para fragmentar a la sociedad, dinamitar afectos, dividir voluntades. Hoy, 11 de septiembre, me voy a Barcelona a compartir una Diada triste con mis compañeros de Ciudadanos, deseando que llegue el día en que Cataluña viva una fiesta de verdad, una fiesta suya y nuestra donde no sobre nadie. Entonces diré bona Diada a tothom.