Cuentan que en el momento más crudo de la Segunda Guerra Mundial, a Hitler le dio por añadir al petate de sus soldados una muñeca de plástico galvanizado para evitar las enfermedades de transmisión sexual. No se sabe si ésta es una más de las leyendas que giran en torno a tan siniestro personaje, pero está claro que el Führer no ha sido el único mandamás en darse cuenta de la importancia de controlar la sexualidad de sus soldados, con la excusa de la sífilis o de la gonorrea o de la depresión postcoital.

La actividad sexual, por exceso o por defecto, sigue siendo un asunto que preocupa a los responsables de la supervivencia y del rendimiento militar de estos varones embutidos en uniformes repletos de testosterona. ¿Cómo hacer para que no se les desmadren en las misiones peligrosas o en esas convivencias forzadas durante meses, sin catar hembra o sin montárselo entre ellos? Si a ello le sumamos el hecho de que en muchos países las mujeres se han incorporado a las fuerzas armadas, la cosa se complica todavía más.

Como es natural, la actitud oficial frente a estas cuestiones tan íntimas varía mucho de país a país. Nos llega la sorprendente noticia de que el Pentágono gasta 84 millones de dolares en Viagra. Que no se dedican, por fortuna, a animar orgías de generales y políticos rijosos, sino a los 100.000 casos de disfunción eréctil que se producen entre miembros de las fuerzas armadas en servicio y veteranos de guerra. Al parecer, se trata de un problema muy común, derivado del síndrome de estrés post-traumático que sufren casi todos ellos. Otro motivo de peso para no alistarse en ninguna parte.

Sin embargo, en China sucede todo lo contrario. Problemas de erección se ve que no tienen. Es más, según las autoridades del gran coloso asiático, la soldadesca anda erecta desde la diana hasta la cena, razón por la cual el Ejército Popular de Liberación ha decidido liberar a sus tropas de la nociva costumbre de aliviarse, y garantizar así su salud y su vitalidad. ¿Pero cómo pillar al intrépido recluta empeñado en darse gusto, ahora que se sabe que por masturbarse no salen pelos delatores en las palmas de las manos, ni se queda uno ciego por ello? Según la medicina china, se comprueba fácilmente porque los sujetos culpables tienen la vena testicular hipertrofiada. Quizá la vena esa sólo se les hipertrofie a los onanistas chinos, porque aquí la única que se nos hipertrofia es la vena de la mala leche.

¿Y en Europa? ¿Qué pasa por estos lares? Poca cosa. Aquí lo de hablar de los militares ha caído en desuso. Preferimos ocuparnos de los políticos. Y a éstos, para tratar las oscilaciones del deseo les ha dado por acicalarse a conciencia. Y si no que se lo digan a Macron, que lleva gastados sólo en un trimestre la friolera de 26.000 euros en maquilladores y afeites varios, todo para ponerse mono. ¿Mono para quién? ¿Para sus partidarios, para el electorado indeciso, para Angela Merkel? ¿Para su esposa? ¿No alardeaba de que era muy feliz en su matrimonio? A este paso, lo siguiente será dilapidar el erario público en ramitos de violetas. Cuidado, Monsieur le Président, que así empezó María Antonieta.