Una persona se mide por cómo se comporta con los camareros y por cómo trata a los turistas. Ni más ni menos. Así que hay pocos asuntos tan esenciales como este de la turismofobia. La izquierda reaccionaria ha llamado a rebelarse contra el turismo y la hostelería y lo que realmente está haciendo es revelarse. La Cup en Barcelona está a la vanguardia de una ira que está creciendo en toda España. La Cup es vanguardia de muchas cosas.

La de la izquierda reaccionaria es una batalla librada a medias contra la prosperidad y la hospitalidad, que son dos cuestiones que suelen correr en paralelo. La última vuelta de tuerca de este nuevo nacionalismo español que comenzó prometiendo que recuperaría la soberanía cedida a la Unión Europea y que lo que ha terminado recuperando son conceptos con retrogusto falangista como ese de "clase obrera autóctona" que no escuchábamos desde los tiempos en que éramos una soberana autocracia.

Lo curioso es que se trata de una lucha contra todo por lo que se suponía que luchaba la izquierda. Sus reparos se parecen mucho al mohín de asco del señorito cuando llegaba a su playita y constataba que allí ya podía ir cualquiera.

Fíjense si se ha despojado a las élites del monopolio del turismo que ya no es élite ni el que se aloja ni el que aloja y si esto no es eso que llaman empoderar, que me digan qué significa esa palabra. Que si Meliá porque Meliá y que si el vecino porque el vecino, la cuestión es que aquí nadie gane dinero. Porque el dinero sí que empodera pero empodera demasiado.

Por otro lado, si no son capaces de soportar las molestias que generan en las calles unos alemanes adinerados imagínense cómo se van a poner cuando llegue el ansiado multiculturalismo. Puede que entonces ocurra una migración de voto como la que ha ocurrido en Francia y ya podamos llamar xenofobia a la xenofobia y dejarnos de eufemismos.

Pero quizás el debate no sea ese y nos estemos poniendo demasiado técnicos. Quizás el debate sea el de siempre: la utopía. La misma cantinela que acompaña a cada descenso del paro y que está inspirada en la mentira fundacional del populismo emergente. A saber, que el día después de su victoria todos los españoles amaneceremos ingenieros. O cirujanos. O diputados, quién sabe.

Tal es la conciencia de clase que se pretende despertar. Que estamos todos en la clase equivocada, se entiende.