Volvía un amigo mío a su casa una noche de estas de canícula (sobre las tres de la madrugada…) cuando ya con la llave en la mano se fijó en una pareja que pasaba por la calle. El hombre acababa de arrojar al suelo, a la acera, a pocos metros del portal de mi amigo, una cajetilla vacía de tabaco.

Mi amigo se lo afeó pero en plan diplomático: “Se te ha caído algo al suelo”. Y el otro: “No se me ha caído, lo he tirado. Y no nos toques las pelotas que vamos ciegos de cristal”. Sin echar a correr ni perder el tono, mi amigo insistió: “Hombre, no te da pena, con lo limpia que está ahora la calle”. Terció la mujer que iba con el guarro: “Pues mi barrio no lo limpia nadie”. Mi amigo: “Pues si encima vais tirando de todo al suelo…”. En una reacción -¿lógica?-, la mujer intentó arrearle un puñetazo, y el hombre, una patada. Mi amigo logró esquivar ambas cosas. Pero no se libró de quedarse atónito, con los ojos como ventanitas de una tragaperras, cuando el hombre encima le gritó a un grupo de gente que pasaba: “¡Este tío está acosando a mi chica!”. Literal.

Debatíamos estos sucesos en un grupo en el que había varias personas y sensibilidades. Uno de los allí presentes regañó cordialmente a mi amigo: “Pues hiciste muy mal al meterte donde no te llamaban”. Por fin salgo yo. Yo soy la que va y dice: “¡¿Cómo que hizo mal?!”. Y el otro: “Pues claro, nunca hay que meterte donde no te llaman, si no te quieres llevar un golpe, un navajazo o quién sabe qué”. Yo: “Pues tendrás razón pero habla con propiedad: aquí el amigo ha hecho algo peligroso, ha hecho algo arriesgado, si quieres incluso temerario…¡pero no ha hecho mal!”. Añadí que con semejante discurso –el de él- nos quedábamos sin héroes, nos quedábamos por ejemplo sin Ignacio Echeverría. “¿Y dónde está Ignacio Echeverría ahora, eh?”, concluyó el otro. Y yo: “Estará donde tú quieras, pero no me digas que hizo mal”.

¿Soy yo la única gilipollas que cree que el lenguaje es importante, pero no por lo que los buenistas de la corrección política dicen, sino por lo que no dicen? Bien entrada otra madrugada, busco la consolación por la filosofía. Cuento todo por correo a una de las personas entrevistadas por mí (para EL ESPAÑOL) que más me han impresionado: Fernando Savater.

Informado Savater, he aquí su respuesta: “Querida Anna, según mi experiencia (basada en los años de plomo del País Vasco), en cuanto alguien te dice 'eres un héroe' te está avisando de que te deja solo. 'Eres un héroe' quiere decir 'a ver cómo te las apañas, conmigo no cuentes'. Ya en la Ilíada el noble Héctor, antes de salir a enfrentarse con Aquiles (duelo sobre el que no se hace ilusiones), comenta qué triste gracia es ser héroe mientras los demás se quedan en casa. Lo malo es que los héroes no lo son por meterse en lo que no les importa, sino porque les importan muchas más cosas que a los demás. Besos, Fernando”.