A los doce años a mí no me gustaba Kurosawa, pero me gustaba Billy Wilder… o, mejor dicho, me gustaba Con faldas y a lo loco. También me gustaba La diligencia, así que puede decirse que me gustaba John Ford, y que me gustase Arsénico por compasión quiere decir que me gustaba Frank Capra. También me gustaba Stevenson. Y Edgar Allan Poe, y Arthur Conan Doyle, y Pérez Galdós. Leía mucho cuando era pequeña. Y veía cine clásico porque mis padres también lo hacían.

La lectura y el cine hicieron mi niñez más feliz y bastante más entretenida que la de aquellos críos a quienes ni les gustaba el cine ni les gustaba leer. En estos días se ha hablado de las aficiones de la princesa Leonor, y ha habido un doloroso pitorreo al saber que esta cría que va a ser reina de España tiene los gustos de una chiquilla más espabilada que la media.

Twitter, que se reveló una vez más como un verdadero nido de descerebrados, preferiría una princesita tonta del bote, iletrada y superficial, o quizá una nena que haga lo que quiera en sus ratos libres, siempre y cuando no nos enteremos. A mí me tranquiliza saber que a la futura jefa del estado le gusta leer, y que se acerca a los clásicos del cine: otros, a su edad, están ya enganchadas a los realities, y no leen salvo que medie una amenaza.

Me parece encomiable que los papás de Leonor -que no sé si están más ocupados que otros padres, pero seguro que no lo están mucho menos- hayan hecho un esfuerzo para que la niña se vaya empapando de cultura, y le pongan Rashomon o Los sueños cuando otros enchufan a los hijos a cualquier cosa que dan por la tele para que no molesten.

Mientras nuestra princesa lee 'La isla del tesoro', una pandilla de tontos del bote que han tenido que enterarse por san Google de quién es Lewis Carrol, empleaban su muchísimo tiempo libre en hacer memes de una niña, sin pensar supongo que aunque sea hija de reyes, esa pequeña va al cole: no sé si hoy lunes, al llegar Leonor a clase, se encontrará con algún chavalito de mala leche dispuesto a amplificar las burlas diseñadas por un montón de cenutrios que otro día escribirán mensajes con el hashtag #StopBullying.

En cualquier caso, hay más niños como Leonor. Niños que leen, que ven cine en blanco y negro, que son adelantados para su edad. Niños que en estos días han aprendido una triste lección: es mejor que nadie se entere de que son un poco más listos que los otros, o empezará el machaque.