“Es que a los toros ya sólo van mayormente los isidros, turistas que visitan Madrid en plan paleto y entonces van a los toros igual que los turistas y los paletos del Medio Oeste americano van a un musical cuando visitan Nueva York...”, me decía hace poco uno que antes tenía abono de Las Ventas pero ya no lo tiene. ¿Mala uva o qué verdes están? Hombre, ayer en el Callejón y en los tendidos próximos se juntaba bastante gente que la podrás llamar hija de su madre y de todo, pero no paleta. Aquí Juan Carlos Girauta, allá Hermann Tertsch y Catalina Luca de Tena, aquí Cayetana Álvarez de Toledo y Arcadi Espada (nuestros invitados de la tarde), allá el actor Jorge Sanz, que se había venido con su amigo y colega Ramon Fontserè...

Jorge Sanz se acercó a nuestro burladero a saludar. Es muy amable y muy agradable este hombre. Yo debo reconocer que cada vez que le veo se me reproduce una escena que tengo grabada de él, de La niña de tus ojos, de Fernando Trueba, donde su personaje, tras una experiencia muy mala con los nazis, cómicamente se lamenta: “Con lo fascista que yo era...”. Risas. Pero igual esta remembranza venía a cuento de que si ayer te ponías a pasar lista de la intelligentsia presente, podías llegar a la conclusión de que “aquí la más progre soy yo”. Dicho por Cayetana Álvarez de Toledo mientras Fernando Sánchez Dragó y Arcadi Espada se picaban a ver quién se sabía más y mejores citas de grandes prosistas falangistas.

Bien es verdad que no es lo mismo ser o querer ser un “cochino reaccionario”, como con cariño llamó Espada a Dragó, poniéndole contentísimo con ello, que tener apego a ciertas grandezas, ciertos fulgores del pasado. Por ejemplo el sabroso brío que nuestros ancestros se gastaban en bandos municipales como el del famoso artículo único redactado por Fermín Galán, precoz proclamador de la República en el Ayuntamiento de Jaca, y que decía así (recitado de cuasi memoria ayer por el gran Arcadi): “Aquel que se oponga de palabra o por escrito, que conspire o haga armas contra la República naciente será fusilado sin formación de causa”. Toma y requetetoma ya. ¿Alguien se imagina a Mariano Rajoy, a Pedro Sánchez o a Pablo Iglesias toreando así los subjuntivos? Para bien o para mal entre todos nos han reducido a una res publica (no confundir con la ganadería de Valdefresno de la corrida de ayer...) de presente de indicativo.

¿Nos puede llevar todo esto a la conclusión de que toda la gente interesante que va a los toros es de derechas y si no lo es, lo parece, o si no lo parece, se lo hacen parecer? No diría yo tanto pero seguro que algunas personas sí. Hay mucha predisposición a la malicia en el mundo.

Suerte que también queda algo de inocencia. Por ejemplo la de Cayetana Álvarez de Toledo, quien ayer se venía a los toros como lady Di se subió al Britannia para su luna de miel con Carlos de Inglaterra: virgen y casi mártir. La virginidad era la taurina (no sabía nada de nada, no había ido nunca o casi nunca antes) y lo de mártir era por haberse colado el día antes, sin invitación y de rondón, en la famosa conferencia clandestina de Carles Puigdemont en Madrid. Ah, ¿y qué tal? “Todo amenazas y cursilería”, sentenció el látigo rubio. La verdad es que ver la blonda cabellera de Cayetana junto a la zaína de Arcadi, el día que se sentaban con las leoninas cabezas juntas entre el público del juicio a Artur Mas por el 9-N, te hacía pensar en una especie de tándem de los que ya casi no quedan, ni en el periodismo, ni en el pensamiento. Una especie de Bonnie & Clyde a capa y espada (nunca mejor dicho) liberal.

Pero volviendo al tema, que aunque a veces no lo parezca son los toros, el no tener ni idea de Cayetana hacía florecer en su boca perlas de sabiduría naïve como cuando comentó que un toro era “ancho por delante y estrecho por detrás, como si llevara corsé”. O cuando, puesta toda la plaza en pie para guardar un largo y hondo minuto de silencio por la matanza del día antes en Manchester, susurró ella: “Ay, esa tensión entre la tragedia que ya ha ocurrido y la que va a ocurrir..."

Como en el fondo se aburría miraba mucho el móvil y así se enteró la primera de que había fallecido James Bond, el Agente 007. Yo pegué un respingo porque me temí otro minuto de silencio y porque todavía no estoy preparada para plantearme la vida sin Sean Connery. Debo admitir que mi consternación descendió al enterarme de que el finado era Roger Moore. Sin duda un deceso muy triste. Pero no es el mismo nivel de pérdida.

Para volver a ponernos serios, sólo tenía que virar a mi derecha y atender a Arcadi. Decir que iba elegante sería cicatería. Iba inconmensurablemente, ágilmente trajeado de azul índigo, a juego con unas playeras de la misma tesitura que en cualquier otro resultarían poligoneras o infantiles pero a él le daban un aire muy serio de Peter Pan. Un Peter Pan que acumulara en sí el coeficiente intelectual de todos los niños perdidos y por perder. De toros Arcadi sabe un raudal porque su padre le llevó siete años seguidos cuando era pequeño, como a otros retoños les llevan al fútbol. Se conoce todas las suertes, todos los trucos y reglamentos, distingue entre los pases trascendentes y los “pegapases” de fruslería. Y en uno de los pocos momentos en que ayer el público se ilusionó y contuvo el aliento, él no pudo sino exudar élite y desdén: “Esa cosa obscena de que el valor sustituya al arte...”. Para grabar en mármol.

Sin duda él era el que más tenía que sufrir por una serie de toros que hasta los más indulgentes del lugar calificaban de “porquería” y que mucho frustraron, por no decir que casi casi imposibilitaron, los más o menos heroicos intentos de faena de Daniel Luque, Fortes y Juan Leal. ¿Para qué hablar de lo que fue, para qué hurgar en la herida? Ir a los toros pone a prueba la armadura del alma, la resistencia al duro sol, la sed y la fatiga. Alguna vez tiene que salir mal y hay que sobreponerse. Hay que saber oír y seguir esa voz inflexible que ordena: “En marcha”.