Se abre el telón.

Tiene un enorme valor que sea un catalán como Félix Millet, galardonado con la catalana Creu de Sant Jordi, quien denuncie la corrupción de la catalana Convergència ante la Audiencia Provincial de Barcelona. Más que nada, para que no exista siquiera la remota sospecha de que es un español del resto de España quien está tratando de joder la marrana.  

Otrosí, dado que esa distinción -vuelvo sobre la Creu- la otorga la Generalitat a quien ha prestado destacados "servicios" en defensa de la identidad catalana, no estaría de más hurgar en las listas de premiados, no vaya a ser que Millet sea la categoría en lugar de la anécdota, y que entre los méritos para obtener la medalla se cuente el latrocinio.

Tiene su aquél, además, que el pagano de las mordidas millonarias sea una compañía madrileña, con lo que se cierra el círculo perfecto: el separatismo catalán sufragado desde la capital de España. Puedo imaginar la cara de satisfacción de sus prebostes brindando por el triunfo.

Pretender que el héroe nacional Artur Mas no estaba al tanto de la mangancia después de haber sido conseller de Economía, primer conseller, presidente de Convergència y heredero de Pujol, es tanto como creer en Blancanieves y los siete enanitos. Es probable que la canonización patriótica de quien se comparó en su día con Gandhi, Luther King y Mandela -no sé si me dejo a Jesucristo- tenga que esperar.    

Resulta muy elocuente, también, que la tapadera para cobrar bajo mano las concesiones de obra pública que facilitaba tramposamente la Generalitat fuera el Palau de la Música, emblema virginal de la Cataluña culta y próspera. ¿Quién iba a sospechar de escenario tan imponente, donde el Cant de la senyera pone las emociones a flor de piel y saca de las gargantas el grito purificador y unánime de "independencia" ante la España opresora y sucia?

Millet ha cantado. Él recibía los fajos de billetes fruto de lo que la Fiscalía ha denominado "acuerdo criminal". Millet ha cantado. Y lo ha hecho el mismo día que Albert Boadella volvía a subirse a los escenarios para decir, entre otras cosas, por qué tuvo que salir de su patria y por qué no puede representar en Cataluña.

Cae el telón. Pero habrá Mas.