Siguiendo con Clausewitz, podemos afirmar que la arquitectura corporativa es la continuación de la arquitectura pero por otros medios, digamos que más invasivos. Lejos de transformar el espacio, esta arquitectura lo interpreta al gusto del capital, dejándolo exento de gusto así como de utilidad pública. Consiste en tapar las grietas de fuera para dejar la falta de vergüenzas por dentro y al desnudo. Ya sabemos que, ahí donde reside la doble moral, también lo hace la doble contabilidad.

El otro día, apareció el tuit que ahora me obliga a la reflexión. Traía la noticia de que se va a reformar la sede del Banc d'Espanya, situado en Barcelona y que forma parte del eurosistema. Es entonces cuando la reflexión golpea contra el hormigón armado de la política económica, la misma política económica que niega una Renta Básica en concidiciones. Con estas cosas, me viene al hilo la apreciación que hace César Rendueles cuando trata el asunto.

La Renta Básica Incondicional (RBI), por principio, es medida económica poco revolucionaria ya que consiste en llevar el Estado del Bienestar a las capas más desfavorecidas. Con tal extensión nos beneficiaríamos todos pues los billetes se moverían más. Lo que sucede es que, en un país donde el Estado del Bienestar se compra a crédito, la RBI se convierte en sinónimo de revolución. Sobre todo cuando algún cuñao va y pregunta que de dónde va a salir el dinero y nadie de la familia es capaz de contestar que, el dinero, va a salir de donde sale todo.

César Rendueles es de los que contesta. Pertenece a la familia anticapitalista y el otro día, su voz se sumó a la de los demás en Vistalegre para pedir la desmercantilización de las relaciones. Advirtió que la política no es espectáculo porque cuando se convierte en espectáculo, deja de ser política. Se negó a recibir aplausos en los Carabancheles y yo no voy a ser el que se los dé ahora. En todo caso, quería traer hasta aquí su ciencia para resaltar que, cuando la RBI resulta una fuerza peligrosa, es una mala señal que nos advierte de lo reaccionaria que puede llegar a ser la política económica que padecemos.

La RBI es posible y denunciar las grietas de la fachada de un edificio que no admite más chapa y pintura, no significa llevar la política por otros medios, sino hacer política. Para lo demás, ya tenemos la arquitectura corporativa.