Leídos de carrerilla, los héroes de Alsasua pudieran pasar por alineación del Real Unión, cuadrilla vascongada de buen comer o club ciclista amateur. Mano de obra para levantar Navarra, chicarrones claros del Norte, desaprovechados por esa querencia suya por seguir azuzando el hacha y la serpiente, que es acción que viene teniendo un respaldo moral considerable en los pueblos navarricos donde Hemingway iba por truchas.

Leídos de carrerilla, Adur Ramírez de Alda, Ainara Urquijo, Aratz Urrizola, Iñaki Abab, Jokin Unamuno, Jon Ander Cob, Julen Goicoechea y Oihan Arnanz pudieron cambiar el mundo y hacerlo más verde (el abertzalismo es ecologista, dicen), pudieron salir de la bella Alsasua, meterse a balleneros o a exploradores; pero ellos decidieron quedarse en el caldo nacionalista, reír las gracias a Otegi -ese hombre de paz- y sacar a pasear el cuadro del santo del día -la foto del preso- por la plaza mayor: los días que el etarra cumple condena en número redondo. Sumen el aliento del aita y el de un cura de ésos del sermón envenenado. Se trata de gastar en plástico y en pancartas la paga de los chatos, y así se va sacrificando por Euskal Herría la sangre joven vasconavarra.

Leyendo de corrido los héroes de Alsasua, sale un Unamuno prorruso en el listado, y aquí uno se pregunta por las lecturas y si de verdad la inteligencia ha muerto en ciertas coordenadas patrias; o si Putin tiene noticia cierta de este Unamuno mamporrero.

El miércoles, este periódico publicó el informe de la Benemérita sobre el episodio de Alsasua. Las cuatro horas en que los cachorros fueron de caza, a putear al verde y a la juntera. El día de autos. La jauría del pueblo contra el indefenso. “Al sargento torturador hay que matarlo”. Y dicho así, a calzón quitado, todo me recuerda a la excelente novela de Aramburu, Patria. Me recuerda cómo son capaces de darle la vuelta a todo, al lenguaje y la realidad. A la cerrazón más cavernícola. Y recuerdo también a aquellos amigos míos que han crecido en los cuarteles del Norte, donde la vida y la infancia acababan en el alambre; en el espino coronado por el lema: “Todo por la Patria”.

Los héroes de Alsasua demuestran cómo el terrorismo ha variado la lucha: del plomo al camorrismo tabernero. Del pistolero por la nuca, al gudari karateca de tasca, que se crece con los suyos.

Los héroes de Alsasua han llevado al gremio de la hostelería nocturna eso de la “socialización del terror”. Que te puedan apalear de copeteo, una noche cualquiera, demuestra que por ahí hay poca paz y mucho “nuevo político” genuflexo.