En comparación con Iglesias Turrión, Rufián es todo un orador; vamos, todo lo que cabe de orador en alguien de ERC, que ésa es otra variable a tener en cuenta los días en que Tardà ladra lo justo. Y eso a pesar de que lo ideológico en Gabriel Rufián es metafísicamente imposible, como un engaño destinado a las marujas del extrarradio barcelonés que no vieron futuro cuando el 92 y ahora se estelan la permanente. Por ver si cae algo.

Quizá Rufián se fije en los ujieres, en la guapa gente funcionarial de San Jerónimo, y vaya dejando ya esas pintas de niño malo y diga España en español, y quizá todo lo suyo sea una bordería pasajera que acabe con cierto estilo; como la de Loquillo, cuando levantaba nenas y cerraba bares. Cuando se ponga corbata con la americana.

Pero Iglesias, no. Iglesias es el canto máximo a la chulería como forma de hacer política. Se trata de agitar a su parroquia. Por Pablo Iglesias, Lenin baja lo mismo a mear a los billares vallecanos que sube a los púlpitos, con el mismo jersey y mejor suavizante. Pablo Iglesias 2 viene bien pagado de sí mismo; una vez que los platós televisivos ( los propios, los iraníes, los sorayos y los otros) se le quedaron pequeños y encontró el hueco en Cortes.

El miércoles, Iglesias Turrión no tuvo otra que afear al gran Basteiro. Iglesias recriminó a Basteiro un detalle meramente informativo, significativo, en el que nos informaba de la posición oratoria de PI cuando preguntaba a Rajoy: manos en los bolsillos y lectura atropellada, que es algo de mala fe según los padres jesuitas. Pero como de costumbre, Iglesias pontificó sobre el Periodismo puro, angelical; la verdad en pelotas y en coleta. Y Pablo Iglesias es la mismísima verdad y la vida, y los periodistas intoxicamos por vicio. Claro.

Y “como de costumbre”, con el podemismo se hace imposible un diálogo. El podemismo lleva implícita esa multiplicación bíblica de la bilis y los trolls; es un verte la papela de periodista y que el timelime se te bloquee.

Y “como de costumbre”, todo un parlamento podría achicharrar al presidente más nefasto de la democracia: Rajoy. Pero “como de costumbre”, Pablo, tu reino no es de este mundo y la consigna es pintar un graffitti en el muro de Rajoy, reír las gracias tuyas y embalsamar los restos del fidelato con tu misión histórica.

Y al mensajero, a matarlo en un descampado, Iglesias. Con una mano en el bolsillo. Como el fascista de Wayne filmado por Ford...