Si concebimos la política como terreno de libertad, la no-política vendría a ser el terreno de Felipe González. Un coto que defiende por instinto ante la grave amenaza que para él supone toda libertad que no sea libertad de mercado. De ahí su reacción automática cada mañana, su temor a que el dominio de la mercancía salga dañado con unas próximas elecciones.

A veces pienso que cada vez estamos más cerca de conquistar la lejanía, ese terreno de libertad que a todos nos pertenece. De lo contrario, el expresidente no saldría con su verbalismo fraseológico un día sí y también el siguiente. El miedo a que se desmercantilicen los derechos que él mismo ayudó a mercantilizar, es algo más que un juego de palabras para Felipe González. Porque se le lengua la traba cada vez que Pablito desclava un clavito del cerco que protege privilegios.

Felipe González sabe que es más fácil engañar a los votantes que convencerlos de que han sido engañados. Él mismo es claro ejemplo de eso mismo y de sí mismo. Desde su partido le amplifican la voz -siempre tan reiterativa- igual que hacen en las barracas de feria para vender la mercancía. Llegados aquí, puede afirmarse que el miedo a Podemos es igual a una muñeca pepona voceada por Felipe González.

En estos días de gobiernos y defunciones, cuando la dominación de la mercancía ha dinamizado el sistema y el imperialismo -como fase superior- ya quedó atrás, en estos días de superación mercantil, se hace más necesario que nunca darse cuenta de cómo las ilusiones que en su día fueron propiciadas por Felipe González, se han convertido hoy en un mal truco de la realidad.

Esterilizó el optimismo de la voluntad del pueblo y se lo montó de bodeguilla y cortijo con una política económica que sirvió los cimientos a la Aznaridad. Capitalismo de saliva y pelotazo que dejaría el camino trazado a la corrupción que nos invade.

Los que llevan el tema de los cacharritos en el equipo de los socialistas de Madrid, parece que no conocen tales asuntos. Todo indica que los encargados de las redes sociales socialeras son como esas rosas que no han acabado de abrir sus pétalos.
Por si todavía no se lo han dicho, valgan aquí estás líneas de respuesta a su tuit. Que se cosquen. Porque amplificando la voz de muñeca pepona, lo único que van a conseguir los del PSOE es perder la poca calle que les queda.