Cuando hace una semana animé a Rivera a resistir las presiones con un "Albert, sé fuerte" nunca imaginé una rendición tan rápida y a cambio de tan poco, así es que, además de pagar la comida que aposté confiado en su firmeza, habré de asumir unas merecidas collejas por ingenuo.

Fíjense hasta qué punto estaba equivocado con Rivera que, cuando un día antes de verse con Rajoy reunió de urgencia a la dirección de Ciudadanos y convocó una rueda de prensa en el Congreso, pensé que sólo podía ser para anunciar que no iría a esa cita si el candidato no concretaba antes una fecha para la investidura. Lejos de ello, expuso sus seis condiciones para pactar. La demostración de que son una filfa es que en el PP brindaron al conocerlas y se jactaron de que se habían preparado para pagar un precio mucho mayor.

Veamos: sacar de las instituciones a los imputados no está en manos de los partidos cuando hablamos de un cargo electo; a lo más que se puede llegar es a suspenderlos de militancia, algo que ya hace el PP. Aprobar una nueva ley electoral requiere más apoyos de los que reúnen PP y Ciudadanos, por lo tanto asumir su defensa sale gratis. Y comprometer a los populares en una comisión parlamentaria sobre el caso Bárcenas es invitar a Rajoy a colgarse una medalla cuando su destino no era otro que el de ir a ella a rastras, empujado por los votos del resto de la Cámara.

Las demás exigencias (acabar con los indultos a políticos, eliminar los aforamientos y limitar los mandatos presidenciales a ocho años) son un relleno para marcar pecho que no merecen mayor comentario: ninguna le quita el sueño a los españoles.

Fíjense, puestos a incumplir por enésima vez las promesas hechas a sus votantes, puestos a asumir el sambenito de que son los hijos del Ibex, la marca blanca del PP y sus compinches para presionar al PSOE, yo, de Ciudadanos, hubiera cambiado las seis medidas por una sola: la supresión de las diputaciones. Eso sí ayudaría a visualizar la magnitud de la regeneración que dicen abanderar.

Al final, la tibieza de Rivera ha envalentonado a Rajoy, que este miércoles se ha pitorreado de sus requerimientos: se marcha de puente, sigue sin confirmar si irá a la investidura, dice que todo lo que le propone no sirve de nada si el PSOE no cambia de posición y -ésta es buena- presume de democracia interna al convocar al comité ejecutivo del PP para que diga la última palabra. Por la de Rivera, yo ya no doy ni un céntimo.