-Tengo más de 10.000 canciones seleccionadas por mí en iTunes... No se te ocurra preguntarme si me las he comprado todas.

-¿Se las ha comprado todas?

-No se te ocurra preguntarme eso [sonríe]…

El extracto pertenece a una entrevista al vicesecretario general del PP, Javier Maroto, en el diario El Mundo. Fíjense en la complicidad con la que el político admite el robo y advertirán hasta qué punto ha sido fácil piratear en España. En esa sonrisa colocada entre corchetes cabe todo el cinismo que ha favorecido durante años el expolio cultural.

El hurto digital dispone de dos grandes aliados, la comodidad del que roba y la distancia del robado. Es un delito aséptico, sin los incovenientes del carterismo convencional y de una facilidad pasmosa. En nuestro país, además, ha dispuesto de decenas de orgullosas coartadas. Culturales, sociales, económicas, incluso melómanas y cinéfilas. Como si fuera una pulsión irreprimible de los paladares exquisitos.

El desvarío se resume en el hecho de que Javier Maroto no sufrirá por robar canciones ni la diezmillonésima parte de los insultos que Ángeles González-Sinde recibió por intentar protegerlas del robo.

En cualquier caso podemos celebrar un cierto cambio de mentalidad que hace que la confesión de Maroto, y su sonrisa, hayan quedado algo demodé. Reírse de lo que uno piratea no es todavía algo tan extemporáneo como fardar de lo rápido que conduces, pero ya tiene menos gracia.

Es curioso que quien se anuncia como uno de los miembros de las “nuevas generaciones del viejo partido” gaste un humor tan pasado. Maroto ha cultivado una imagen de modernidad, cercanía con las bases, dureza contra la corrupción y la ha reforzado con insistentes apelaciones a la ejemplaridad dentro de su formación. Con esto del pirateo quiso hacerse pueblo, como dicta el manual errejoniano, pero al pueblo ya no le queda una sola excusa para robar música y ya se va convenciendo de que robar está mal.

El verdadero melómano compra música porque sabe que la cultura exige esfuerzo y que nada se valora menos que lo que nada ha costado. Por eso de todas las coartadas que han justificado la piratería, desde Napster hasta el BitTorrent, la más idiota es la del crimen pasional. Nadie roba por agradecimiento, quizás sí por rencor, como decía Javier Marías en un reciente artículo.

Han pasado ya varios días desde que se publicó la entrevista con Maroto y todavía no ha explicado cuántas de las 10.000 canciones que guarda en su dispositivo han sido pagadas.