"La que se va a liar aquí" decían en el Punto de Encuentro en la puerta del Templo: se paga con tarjeta y se discrimina a turistas y reventas y en el ínterin uno se lo pasa bien y sonríe a magistrados que llevan un clavel en la solapa. Y liar no se lió nada. La cosa quedó en "dos ronditas" y un amago de infarto de #puertagrande. Mano a mano en Las Ventas, sí, cuando la Gürtel salió como en papel timbrado o periodístico; y en los carteles televisivos veíamos las excelencias futuras de la final de Kiev y soñábamos con Orgullito y El Juli no mató a la primera a Licenciado. Licenciado qué narices, con la que anda cayendo con lo de los títulos. Lo normal, lo cierto, es que ayer fue mayo en el Romancero de la poesía: y que en Kiev serán 11 contra 11. Yo veía que las moscas pastaban, que había flequillos de domingo en veinteañeros que aún se preguntaban el porqué, el porqué en jueves, en 24 y en Génova 13. Y qué coño es la UDEF y quién fue Chenel, y había un toro que llamado Parcelero no era de Galapagar. O quizá no se lo preguntasen con el sandwichrodilla de matute por alimentarse y me mirasen.

Raúl del Pozo y yo hablábamos del 68 en un raudo teléfono. Sobrevolaba la imagen de Ana Mato de mantilla: y los del siete vital nos fuimos a la arcada o al puro. La tormenta que no fue pasó por encima de todos nosotros, en esos monzones manchegos que dice Madueño que quizá refresquen o embarren la cosa/coso de Alcalá. Me dice un meteorólogo en el Metro que el bosquecillo que circunda Las Ventas -cuatro pinos resecos y un condón en una rama- quizá atraiga el rayo y esos nubarrones que no fueron; aunque sabemos que del rayo, como del luto, hemos nacido en la nomenclatura de Miguel Hernández. La meteorología es como la casta: o se tiene, o se inventa o se paga. Como las cordobinas del Juli: fieles al guion. Un licenciado le dejó al Juli jugar contra el viento.

Siendo concretos, la tormenta no pasó por encima del palquito de Apaolaza en la Plaza donde todo español de bien tiene a bien (valga la redundancia) el ir y encontrarse con sus raíces una tarde de mayo. Un bombero en la andanada del 9 se quejaba de lo humano y lo divino. La Gürtel sobrevolaba los tendidos, sí, había como una mocedad que desconocía a Bárcenas, y quizá a esos terneros sean los que haya que llevar a los tendidos que venían de un taburete de la dehesa: subvencionados todos, si se me permite. A El Juli en lontananza no se le apreciaba esa cicatriz definitoria, bautizada y consagrada en El Baratillo con un olor de multitudes y carteles.

La tarde fue pragmática y dulzona. En otro mayo acabado en 8, en 24, -insisto- no toreó ni Camino en Las Ventas ni cayó el PP. Yo giraba el cuello y veía a Carlos Herrera con las gafas colgadas del cuello: vi la corrida como en el Plus sin el Plus. Mientras Madueño anotaba líricos tecnicismos, unos malayos aplaudían por aplaudir: con respeto.

Qué bien se ven los toros con Madueño. Siempre. Una fotógrafa se queda con el puyazo. Victoria de Borbón hacía de borbona según lo previsto el día en que Ginesillo hizo lo cervantino.