Mariano Rajoy ha ensombrecido -más si cabe- la grisura que se presume a los discursos de investidura. O el candidato del PP confunde la corrección con el tedio, o es incapaz de disimular que no se cree el parlamentarismo, o simplemente no está a la altura de la responsabilidad asumida. De otro modo, resulta incomprensible tanto el tono premioso y desganado al que recurrió como que en la hora y cuarto que duró su sermón renunciara a dirigirse al PSOE para requerirle los seis votos o las once abstenciones que necesita para sacar adelante su investidura. 

Si por lo que se refiere a la puesta en escena Rajoy pareció acusar el fracaso anunciado de su investidura, en lo que atañe al contenido sobresalieron más las omisiones del discurso que lo que dijo. Aludió de forma genérica a los grandes pactos recogidos en su acuerdo con Ciudadanos -el energético, el de educación, contra el terrorismo y por la unidad de España-, pero se olvidó o no quiso poner en valor los seis compromisos de regeneración en que se sustentaba éste.

'Sin regeneración'

Rajoy no hizo mención en ningún momento al compromiso de apartar de sus cargos a los políticos imputados ni a ninguna medida contra la corrupción. Es más, apenas dedicó un minuto y medio al que es percibido como uno de los principales problemas de España y, cuando lo hizo, presumió de que hay más transparencia y de haber puesto "los mecanismos para recuperar hasta el último euro robado a los corruptos", pese a que fue una modificación exprés de la amnistía fiscal de Montoro la que ha permitido a los evasores pagar sólo el 3% del dinero repatriado. Por otra parte, ¿cuánto ha devuelto Bárcenas?

Rajoy no reivindicó el compromiso de despolitización de la justicia, ni aludió a la necesidad de acabar con los aforamientos de los políticos, ni mencionó la reforma electoral, como tampoco la limitación de mandatos. Rajoy podía haber subrayado todos estos compromisos como claves de su programa de Gobierno y emplazar a los grupos a pronunciarse al respecto para complicarles justificar sus noes.

'Sin Ciudadanos'

Además, el candidato del PP tardó más de 20 minutos en nombrar a Ciudadanos, partido al que agradeció sus 32 síes tanto como a Coalición Canaria su único apoyo. La generosidad de Rivera, que ha pasado del no a la abstención y de la abstención al sí para intentar desbloquear España, contrasta poderosamente con el desdén de Rajoy. Es más, el desaire que le profesó fue tan notorio que deja abierto el interrogante de si no es en realidad el presidente en funciones el que no ve con malos ojos ir a terceras elecciones confiado quizá en absorber a Ciudadanos.

No resultó extraño pues el rictus de Albert Rivera durante la intervención del presidente, las críticas que le hizo Juan Carlos Girauta o el demoledor tuit que le dedicó el compañero de bancada de ambos Miguel Guitiérrez: "Un discurso plano, antiguo, sin pasión alguna y básicamente electoralista De verdad q @marianorajoy quiere ser investido presidente?".

El argumento

Como todo argumento, el presidente en funciones se enrocó en el mismo discurso de siempre para pasar el trámite de la comparecencia. Volvió a recordar que el PP fue el partido más votado, lo cual carece de valor real en un sistema parlamentario representativo como el nuestro. Subrayó la urgencia de formar Gobierno para aprobar los presupuestos y cumplir el compromiso del déficit con Europa, pese a que tras las elecciones de diciembre renunció a presentarse y pese a que se ha negado a pinchar la burbuja política y a acabar con los pesebres.

Luego trató de legitimar su investidura con las encuestas, pese a que el hartazgo por el bloqueo no mejora su valoración en los sondeos. Y finalmente insistió en que no hay otra alternativa razonable a la suya, pese a que está manchado por la corrupción de su partido y por sus SMS de apoyo a Bárcenas y pese a que no tiene el respaldo de la mayoría de la Cámara.

Trámite

Rajoy ha desaprovechado su primera intervención en el pleno de investidura. En lugar de hacer un discurso de altura que pusiese en un brete a la oposición y que le procurase al menos el espaldarazo de la opinión pública, se ha presentado como el candidato derrotado que es. La estrategia de pasar el trámite sólo ha servido para facilitar la justificación de su voto en contra al resto de grupos y, en especial, para cargar de razón a Pedro Sánchez.