Resulta sintomático que Rajoy esté hoy, políticamente, igual de solo que cuando inició los contactos con el resto de formaciones en pos de apoyo para su investidura y de una mayoría para gobernar. Sin embargo, lo más descorazonador es que el líder del PP lo fía todo a que, en última instancia, el miedo a unas terceras elecciones acabará llevando al PSOE y a Ciudadanos a pasar por el aro y a hacerle presidente.

Se trata de una estrategia muy peligrosa, similar a las carreras de coches con final en el acantilado y en el que pierde quien aprieta antes el freno: muy bien puede ocurrir que todos acaben en el precipicio. Lo que está claro es que Rajoy ha renunciado a cualquier intento de seducir a sus rivales para que lo apoyen. Por eso, este miércoles se limitó a presentar un documento titulado "Programa para el Gobierno de España" que apenas incluye algún guiño en materia educativa a Ciudadanos, como la creación de un MIR para el profesorado. Sin embargo, las propuestas en materia económica y de regeneración que plantea ese programa son inasumibles tanto para Sánchez como para Rivera.

Amago y rectificación

Está por ver si Rajoy acaba saliéndose con la suya con su estrategia del miedo, pero, de entrada, ha fallado en la puesta en escena. Por la mañana amagó con no presentarse a la investidura si no tuviera antes garantizados los votos necesarios. Por eso dijo que, en ese supuesto, "abriría un periodo de reflexión". Horas más tarde, alarmado por la repercusión de sus palabras y el evidente daño que causa a su imagen la mera posibilidad de volver a decirle no al rey, filtró que baraja la fecha del 2 de agosto para la sesión parlamentaria.

Tal y como informa hoy EL ESPAÑOL, la intención del líder del PP es mantener en los próximos días contactos discretos con el PSOE y Ciudadanos para, a finales de mes, forzar una reunión conjunta con Sánchez y Rivera. En esa cita, su idea es plantearles un ultimátum: o le apoyan o habrá terceras elecciones. De esa forma, y en el caso de no haber acuerdo, el PP está convencido de que podría lograr que la opinión pública visualizara que son sus oponentes los causantes de tener que convocar unos nuevos comicios.

Diecisiete días perdidos

Llama la atención que diecisiete días después de las elecciones la situación política siga siendo la del bloqueo y que Rajoy no haya movido un dedo para modificarla. Como tiene difícil explicación también que el PP, en lugar de intentar ganarse al resto de partidos, en vez de propiciar un voto de ilusión, a favor de las reformas y la regeneración que necesita el país, confíe en que el paso del tiempo y el temor a la reacción de los votantes acabará entregándoles gratis la llave de la Moncloa.

Es verdad que Rajoy se encastilló tras el 20-D y que polarizar a la sociedad y apelar al miedo le salió bien en junio. Pero volver a recurrir al pánico en lugar de plantear un acuerdo en positivo, ambicioso y con altura de miras, además de ser una irresponsabilidad, da la medida de la categoría política de quien así actúa.