Mariano Rajoy ha descargado en Pedro Sánchez y Albert Rivera la responsabilidad de evitar unas nuevas elecciones tras el 26-J. Confiado en que volverá a ser el candidato más votado pero sabedor de que los escaños del PP no le bastarán para llegar a la Moncloa, ha sugerido este lunes que PSOE y Ciudadanos tendrán que apoyarle si quieren impedir otra situación de bloqueo.

Es sintomático que Rajoy haya puesto sobre la mesa la posibilidad de que haya unas "terceras elecciones", lo que revela su intención de no dar un paso atrás en su pretensión de ser presidente del Gobierno. Ahora bien, la realidad es tan tozuda como su empeño de aferrarse al sillón: Sánchez ya ha avisado de que en ningún caso facilitará la formación de un Gobierno del PP y Rivera ha anunciado que podría dar sus votos a un candidato del PP, pero nunca a Rajoy.

El espantajo

Rajoy invoca unas nuevas elecciones como espantajo para infundir miedo, sabedor de que, en el supuesto de que llegaran a convocarse, se incrementaría todavía más la polarización del voto y PSOE y Ciudadanos serían los principales perjudicados, en detrimento del PP y de Podemos. De ahí su "algo tendrán que hacer salvo que quieran terceras elecciones", que es una mezcla de arrogancia y de su proverbial pachorra.

Ahora bien, ni Sánchez ni Rivera han dicho aún su última palabra. El candidato socialista dedicará el sprint final de la campaña a tratar de movilizar a los cerca de tres millones de indecisos que registran las encuestas, confiado en que aún puede mantener la segunda plaza y ponerse al frente del bloque de la izquierda.

Un 1% más

Rivera, por su parte, insiste en que el voto útil es el de Ciudadanos, y ha recordado que sólo con un 1% más del porcentaje de voto que obtuvo en las pasadas elecciones de diciembre, hoy habría gobierno en España y no habrían sido necesaria esta suerte de segunda vuelta.

Está claro que si, como apuntan todos los sondeos, Rajoy gana las elecciones, va a intentar hacer valer el resultado para ser presidente. Pero ese legítimo deseo no debería convertirse en un obstáculo para la gobernabilidad de España. Rajoy no quiere bajarse del burro, pero tendrá que darse por aludido en algún momento si no le salen las cuentas. Desde luego, en ningún caso puede pretender meter al país en nuevas elecciones para ver si a la tercera va la vencida.