El esperado encuentro entre los líderes del PSOE y de Podemos, una de las últimas oportunidades para evitar la convocatoria de nuevas elecciones, no ha servido para modificar el tablero político, al menos por ahora. El Pacto de El Abrazo había dejado la pelota en el tejado de Podemos y, pese a los esfuerzos de Pablo Iglesias en su cita de este miércoles con Pedro Sánchez, todavía sigue allí.

Visto que su estrategia agresiva ha sido contraproducente para los intereses de Podemos, Iglesias trató de presentar su cara más amable y dialogante en la entrevista con Sánchez. Los sondeos de intención de voto revelan que se equivocó hace dos meses cuando le hizo el Gobierno al líder del PSOE -nombrándose incluso vicepresidente- y que volvió a errar en el debate de investidura al atacar con fiereza a los socialistas, cal viva incluida. Así pues, la altanería de semanas atrás la sustituyó esta vez por una actitud humilde, exhibiendo como un sacrificio su renuncia a ser vicepresidente, "para no ser un obstáculo", según dijo. Pero como le recordó Sánchez de inmediato, "él se propuso solo y él se excluye solo".

C's no se abstendrá

La realidad es que todo lleva a pensar que Iglesias quería que hubiera nuevas elecciones en enero y que sigue queriéndolas en marzo, solo que ahora tiene que hacerlo con mucho más tacto. Bajo esa repentina apariencia de mano tendida, hay una posición inflexible que sólo contempla la abstención de Ciudadanos ante un pacto de izquierdas -lo que él llama "la vía del 161", como si los diputados fueran un artículo de la Constitución-, posibilidad que la formación de Albert Rivera ya se ha apresurado a descartar.

Iglesias apeló una y otra vez a la "responsabilidad de Estado" de Ciudadanos para impedir que siga gobernando Rajoy, pero ese argumento se vuelve como un bumerán en su contra y con mucha más fuerza: ¿quién debería tener más empeño en librarse de Rajoy, una fuerza de centro a la que él ha calificado repetidamente de "muleta del PP" o una fuerza de izquierdas? Si de verdad el problema para Podemos fuera Rajoy podría haberse abstenido en la investidura de Sánchez... o hacerlo antes del 2 de mayo.

A la hora de valorar los resultados de su reunión con Iglesias, Sánchez fue coherente con la posición que ha mantenido desde que se olvidó del pacto a la portuguesa y eligió a Rivera como socio prioritario. "O nos entendemos los tres (PSOE, Podemos y Ciudadanos) o no hay gobierno del cambio", manifestó. También dejó claro que cualquier acuerdo de gobernabilidad ha de respetar el programa que ha cerrado con Rivera, lo cual impide, tal y como se encargó de subrayar, que pudiera llegar a ser presidente sin el voto a favor de Ciudadanos. Descarta así la propuesta de Iglesias de un posible pacto de gobierno PSOE-Podemos con la abstención del partido de Rivera.

El inmovilismo de Rajoy

Pronto se verá, como manifestó Sánchez, quién va "en serio" en estas negociaciones y quién no, pues solo queda un mes para que las nuevas elecciones se convoquen de forma automática. Ahora bien, los hechos vienen a demostrar que el único de los principales líderes que no mueve ficha es Rajoy. Ahora mismo hay tres actores y un espectador de brazos cruzados esperando a que el tiempo se agote.

El líder del PP ha desvelado esta semana que hubiera deseado que el rey no hubiese designado candidato para que, de esa forma, el Parlamento hubiese puesto en marcha la cuenta atrás para nuevas elecciones, evitando así la investidura fallida de Sánchez. Pero eso, además de obviar el papel que la Constitución otorga al monarca, significa que Rajoy apostó desde el minuto uno por que hubiera nuevas elecciones, sin molestarse en buscar consensos.

El inmovilismo de Rajoy ha tenido una primera consecuencia, y ha sido convertir al PP en irrelevante todo este tiempo. Pero su pasividad encierra además un peligro, y es la posibilidad de que Podemos optase finalmente por facilitar la investidura de Sánchez, aunque fuera con su abstención. No podría decir, en ese caso, que no se lo tuviera merecido.