Para la Libertad ya no se sangra y se lucha como escribiera Miguel Hernández. Para la Libertad, Podemos se aferra a un borrico, Bódalo, que es lo más a mano que tienen como preso político. A este Bódalo que comparan con el poeta de Orihuela, jamás se le vio boxear en el Campo del Gas, al menos que sepamos Garci, Manolo Alcántara o yo mismo, y eso que cuentan las sentencias judiciales que anda bien en el gancho certero, en el juego de manos, en el tortazo inopinado, y en la dialéctica del puño y la uniceja. A Podemos les salen baratos y plurales sus presos políticos, pues este Urtain olivarero, este emplumado por el puñetazo fácil, ha tenido el mérito de aglutinar esa diarrea de mareas que viene siendo ya la coalición de los que asaltan un cielo morado: cielo que no es de este mundo.

De Bódalo me cuentan cosas en Jaén, en Jódar, donde hubiera tenido que ir Camilo José Cela a hacer crónica y testimonio de esa Andalucía rural que machaca igual la aceituna que la cara del concejal de enfrente. Unos lo ven como Mandela, otros como el Koala metido en política: el alcalde de Jódar, ciudad de autos, me cuenta que su pueblo es pueblo tranquilo, que Bódalo es una “particularidad” más de una villa olivarera y en paz. Me recuerda su alcalde cuando Bódalo militó en IU y, megáfono en mano, animaba al concejal del PP a ‘pinzar’ con los comunistas a la puerta del pleno. “Juan, amigo, el pueblo está contigo”, gritaba, y el pobre Juan, pepero de provincias, acabó siendo para los restos #Juanamigo y objeto de chanzas diarias.

Este Andrés Bódalo tiene nariz chaparra, cara ancha y una boina cheguevariana a la que quizá le puso la estrella con superglue, pero le queda entallada en amplia testa y calada hasta las cejas, como a Josep Pla, todo hay que decirlo. Antes de entrar al trullo, la plana mayor del podemismo anduvo defendiendo a su Gandhi campestre, con banderas e himno de Andalucía como si a Blas Infante, señorito notario, le gustaran realmente los catetos del aceite. A Bódalo se le vio caminar entre megáfonos, casi del brazo de una Teresa Rodríguez que -por contraste- parecía la morena de Romero de Torres.

En Podemos ‘le guardan la cuchara’. Lo compararon con Miguel Hernández: “Jaén levántate brava”. Y Jaén se levantó 'breva'. Y viento del pueblo. Y olor a sobaco. Y Hernández revolviéndose en la tumba y en la cebolla.