La organización terrorista Estado Islámico ha vuelto a asestar un golpe mortal al corazón de Europa. Tan sólo cuatro meses después de la masacre de París, en la que 130 personas fueron asesinadas, otro comando yihadista ha masacrado al menos a 34 inocentes y herido a muchos más en sendos ataques con explosivos y fusiles de asalto en el principal aeropuerto de Bruselas y en el metro más próximo a las instituciones comunitarias. 

Los atentados perpetrados el 13-N en el Stade de France y en la sala de fiestas Bataclán fueron concebidos en Bélgica y el terrorista huido de París fue apresado el pasado viernes en el distrito de Molenbeek, auténtica guarida integrista en Bruselas. Aunque puede ser aventurado pensar que el ataque de este martes es la respuesta terrorista a la detención de Salah Abdeslam, de lo que no hay ninguna duda es de la capacidad del Estado Islámico para llevar la guerra a Europa y adiestrar a terroristas nacidos y educados en Occidente.

Resulta inevitable establecer similitudes entre ambos ataques, uno en la ciudad europea por antonomasia y el otro en el centro administrativo y gubernamental de la UE, del mismo modo que es imposible no preguntarse hasta qué punto los servicios de inteligencia belgas han estado a la altura de las circunstancias.

Bombardeos en Siria

Los bombardeos franceses y aliados en Siria tras los atentados de París han debilitado al Estado Islámico, que además ha perdido capacidad para financiarse a través de la venta de crudo y, por tanto, para reclutar mercenarios. En esta tesitura, la organización terrorista ha apostado por aprovechar su capacidad de penetración en las barriadas occidentales con fuerte presencia de familias de origen islámico para exportar su ofensiva.

El terrorismo indiscriminado, cuando es sistémico y organizado, sólo puede ser considerado una forma de guerra más. Desde esta perspectiva hay que entender la amenaza del Estado Islámico cuando, tras reivindicar los atentados de Bruselas, ha asegurado que "otros países cruzados vivirán días negros".

Los quintacolumnistas del EI

Hay pues que plantear la defensa organizada y coordinada de Europa tanto en el frente exterior, con nuestros aliados de la OTAN, como en el interior del continente para acabar con los quintacolumnistas del Estado Islámico. Para ello resulta obligado avanzar hacia la organización de un sistema de seguridad común europeo, como defiende Italia, y estar dispuestos a participar en operaciones militares fuera de nuestras fronteras, como quiere Francia. Ante ambos retos resultará obligado además revisar la inversión europea en seguridad, que ahora mismo es un 22% inferior a la de EEUU.

Admitir los golpes del terrorismo como una fatalidad, como prácticamente ha hecho el premier belga, Charles Michel, no puede ser una opción. El mejor modo de que el terrorismo no se convierta en la "nueva normalidad", como ha declarado a EL ESPAÑOL un testigo presencial de los ataques del EI hace cuatro meses en París y ahora en Bélgica, es adelantarse a sus golpes sin titubear.

Negar la evidencia de que Europa entera afronta los embates de una misma ofensiva criminal sólo puede conducir a no valorar de forma adecuada la magnitud de la amenaza, para acabar perdiendo la guerra que no se quiere dar.