El centro político en España

El centro político en España Jon G. Balenciaga

La tribuna

El centro político en España

Jaime Rodríguez-Arana, catedrático de Derecho administrativo, reflexiona sobre el centrismo como referencia y opción política, en un momento en el que incluso Podemos se inclina hacia la moderación

20 octubre, 2015 01:44

La cercanía del 20-D invita a la elaboración de sondeos y encuestas sobre intención de voto. Una vez más se constata, es lógico, que las preferencias de los españoles se dirigen hacia políticas moderadas, reformistas, de inequívoco sabor y contenido centrista. Un espacio, el del centro, por el que ahora, salvo Izquierda Unida, pelean PP, PSOE, C's y, en el colmo de los colmos, Podemos. Saben, sus líderes y  terminales mediáticas que las elecciones se ganan en el centro y a ello se aplican, aunque sin saber muy bien en que consiste esa mágica palabra que cae tan bien y genera tantas simpatías.

Del PSOE y PP ya sabemos de su compromiso con los valores del centro, pues han tenido ocasión durante bastante tiempo para impregnar sus políticas de las características que adornan este espacio político. C's, nuevo en la plaza de las generales, tiene a su favor el beneficio de la duda y una tendencia ascendente que se ha confirmado en las elecciones catalanas. Podemos, por más que intente moderarse, salvo tics y frases más o menos edulcoradas, lo tiene francamente difícil. Y en relación a IU, ya sabemos -así lo han afirmado estos días por boca de su candidato- que no quiere saber nada con este espacio político.

La actualidad del centro, especialmente en períodos como en el que estamos, abre por enésima vez la eterna polémica acerca de si el centro es sólo un modo de hacer o estar en política o si es un espacio político con personalidad propia. Y no son pocos quienes sostienen que el centro se circunscribe únicamente a un modo de hacer y estar en política, como si fuera un simple cuestión de formas y punto.

En efecto, una de las tantas críticas con que se fustiga la existencia de un espacio político distinto de la derecha y de la izquierda reside en que fuera de estas visiones del mundo no hay más que cálculo, indefinición; si se quiere, marketing o cosmética política. Quienes así piensan demuestran estar presos de las ideologías cerradas y quizás no están en condiciones de comprender la necesidad de liberarse de algunos de los prejuicios o dogmas que han lastrado durante décadas a muchas generaciones de políticos e intelectuales de la más variada procedencia ideológica.

La cuestión de la sustantividad del centro requiere nuevas perspectivas de geometría política que ayuden a entender que este espacio trasciende su tradicional entendimiento de posición equidistante de la derecha y de la izquierda. Más bien, se trata de un nuevo espacio político levantado sobre la mentalidad abierta, la metodología del entendimiento, la sensibilidad social, la racionalidad y la realidad. Todo ello partiendo de un presupuesto capital: la centralidad de la persona y sus derechos fundamentales. En efecto, se trata de un nuevo espacio político impregnado de humanismo y de una nueva dimensión del poder entendido como la concertación articulada de las libertades de los ciudadanos.

En este sentido, el espacio de centro, pensado desde la superación del pensamiento ideológico, nos conduce a la consideración de uno de sus principales rasgos característicos: la mejora real las condiciones de vida de los ciudadanos. Es decir, el reformismo es un rasgo esencial de políticas que buscan facilitar la realización libre y solidaria de las personas a partir de una actitud de apertura a la realidad y de aceptación de sus límites. Sobre esta base, las políticas a realizar desde el centro han de caracterizarse por su moderación y por su realismo político.

El centro busca la eficiencia, cuyo fundamento no es tanto convicción política cuanto competencia profesional

Además, es una exigencia del espacio del centro la eficiencia. Y el presupuesto de la eficiencia no es tanto la convicción política cuanto la competencia profesional, entendida como apoyo, claro está, de la labor política, ya que propiamente la capacidad o competencia política excede de los límites de la simple capacidad profesional. Las políticas de centro han de ser también políticas equilibradas, políticas que han de atender a todas las dimensiones de lo real y del cuerpo social, de modo que ningún sector quede desatendido, minusvalorado o excluido.

Si las políticas centristas pueden ser caracterizadas como reformistas, moderadas, realistas, eficientes, equilibradas, humanas, en cuanto a sus objetivos el aspecto que mejor las  caracteriza es el profundo contenido social que representan. Son políticas de integración y en la misma medida se trata también de políticas cooperativas, que reclaman y posibilitan la participación del pueblo individualmente considerado, de las asociaciones, de las instituciones sociales, de manera que el éxito de la gestión pública debe ser, ante todo y sobre todo, un éxito de liderazgo, de coordinación; dicho de otro modo, un éxito del pueblo.

Es decir, el centro no es sólo un modo o forma de estar y hacer política. Es mucho más, es un espacio político propio desde el que se trabaja con mentalidad abierta, metodología del entendimiento, sensibilidad social, a partir de la realidad, desde la racionalidad y teniendo presente que el centro mismo de la acción política es la persona, su dignidad y sus derechos fundamentales.

Me temo que, una vez más, el acercamiento al centro de los principales partidos no sea más que una operación de marketing o de cosmética política. En estas décadas ya hemos visto, con excepción de los gobiernos presididos por Adolfo Suárez, cómo entienden el centro unos y otros: como simple banderín de enganche con la ciudadanía, como una forma de llenarse la boca con frases grandilocuentes acerca de los valores democráticos, como ejercicio de indefinición y de abstracción o como expediente para presumir, tantas veces, lo que luego no se practica.

En España, el predominio del pensamiento bipolar e ideológico y, sobre todo, la visión patrimonial del poder que han practicado unos y otros cuando le ha tocado dirigir la nave del Estado, dificulta no poco comprender la política como un servicio real, objetivo, mensurable al interés general.

En fin, la cercanía de las elecciones invita a reflexionar, de nuevo, sobre el espacio del centro. Un espacio ordinariamente instrumentalizado desde el oportunismo, la imagen y el dominio de las formas. Sin embargo, es un espacio político con identidad propia. Ya lo creo.

*** Jaime Rodríguez-Arana es catedrático de Derecho administrativo y autor del libro El espacio del centro (Centro de Estudios Constitucionales, 2001), prologado por Adolfo Suárez.

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