Consecuencias de un ataque israelí contra una escuela que acoge desplazados en la ciudad de Gaza.

Consecuencias de un ataque israelí contra una escuela que acoge desplazados en la ciudad de Gaza. Mahmoud Issa Reuters

Oriente Próximo

Trump se burla de Macron mientras Londres y Berlín se desmarcan del plan francés para reconocer Palestina

En Israel, consideran que la decisión francesa supone una “amenaza existencial” para su país. Francia, sin embargo, argumenta lo contrario.

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Altos dirigentes israelíes y estadounidenses atacaron con inusitada dureza al presidente francés Emmanuel Macron, después de que este hiciera pública su intención de reconocer al estado palestino en la futura reunión de la ONU del próximo mes de septiembre. Tanto el Secretario de Estado, Marco Rubio, como el embajador de Estados Unidos en Israel, Mike Huckabee, han acusado a Macron de ponerse al servicio de la organización terrorista Hamás.

Rubio llegó a decir que el reconocimiento era “una bofetada a las víctimas del 7 de octubre”.

En Israel, consideran que la decisión francesa supone una “amenaza existencial” para su país. “Palestina no quiere un estado junto a Israel, sino un estado en lugar de Israel”, afirmó el primer ministro Benjamin Netanyahu, quien también mostró su temor a que un estado palestino se convirtiera en realidad en un “proxy” de Irán, como había sucedido precisamente en la Franja de Gaza tras el golpe de Hamás en 2006 con el apoyo financiero y militar de los ayatolás.

Francia, sin embargo, argumenta lo contrario. Un estado palestino fuerte, en su opinión, serviría para mantener a raya a los terroristas y evitar masacres como la del 7 de octubre. Si algo parecido a la Autoridad Palestina tomara el control de los dos territorios autónomos, y la comunidad internacional se volcara en apoyar con medios al gobierno resultante, sería más fácil controlar las alternativas paramilitares. Hace pocos meses, Netanyahu reconoció que había mirado a otro lado mientras Qatar mandaba millones de dólares a Hamás porque consideraba que así podía desestabilizar a Fatah y a su líder, Mahmoud Abbas.

La solución de los dos estados sigue siendo la mayoritaria en Naciones Unidas y había sido defendida por Estados Unidos hasta la llegada de Donald Trump. Lo que aún está por definir —y no es poca cosa— es exactamente qué será ese estado palestino, cuáles serán sus fronteras y quién estará al mando del mismo. Mientras todo eso no se concrete, en realidad los distintos estados estarán reconociendo abstracciones. El proceso pretende ir a la inversa de lo habitual: en vez de avalar una realidad, se pretende que esa realidad surja a partir del aval previo.

La voz propia de Francia

Esta falta de concreción es tal vez lo que más se le puede achacar a Francia, y no su supuesto colaboracionismo con terroristas islámicos, acusación que se repite cada vez que alguien le lleva la contraria al gobierno de Israel. En cualquier caso, parece que el ejemplo puede ampliarse a otros países occidentales como Reino Unido y Alemania. Keir Starmer mostró este jueves su voluntad de hablar con Macron y con Merz para intentar llegar a una posición común.

No es casualidad que los tres países encabecen también la llamada “coalición de los dispuestos” en apoyo a Ucrania y se hayan establecido como alternativa militar para la defensa de Europa frente a los constantes cambios de opinión de Trump. Desde que Macron llegara a la presidencia, pero especialmente en este segundo mandato, ha intentado devolver a Francia la presencia internacional que tuvo a lo largo de siglos y siglos de historia.

Ahora bien, estos coqueteos con la “grandeur” no solo han recibido críticas de terceros países, sino que también han sido contestados por la oposición en casa. Si a Mélenchon y su Francia Insumisa no les acaba de gustar la política belicista contra Rusia y a favor de una OTAN fuerte, a Marine Le Pen y su Agrupación Nacional no les ha gustado nada la decisión de reconocer Palestina, por considerarla, de nuevo, un regalo para los terroristas.

Siempre al lado de Israel

Sea como fuere, el caso es que en poco más de una semana, Israel ha visto cómo dos de sus mayores aliados en Europa —Italia y Alemania— han expresado sus dudas sobre sus acciones militares en Gaza. Por decirlo suavemente. Si se diera un reconocimiento común de Palestina por parte de suficientes países de la Unión Europea, el problema diplomático sería mayúsculo… y sin duda arrastraría a los Estados Unidos y en particular a la Administración Trump.

Y es que, aunque el multimillonario neoyorquino no esté precisamente contento con Netanyahu por su empeño en continuar sus ataques a los países vecinos, especialmente a Siria, la defensa de Israel es el gran objetivo declarado de la política exterior estadounidense. No solo por apoyar a un viejo amigo como Netanyahu, con el que Trump ha tenido sus más y sus menos, pero con el que conecta a la perfección, sino porque apoyar a Israel supone a su vez atacar a Irán, el gran enemigo de la actual Casa Blanca.

Sin duda, la separación atlántica crece con decisiones de este tipo, aunque cabría preguntarse qué otra cosa puede hacer Europa para acabar con la hambruna y las matanzas de civiles en Gaza. Estados Unidos lleva mediando desde el mismo octubre de 2023 y apenas ha conseguido resultados. Cada vez que Biden y Harris se pusieron serios con los bombardeos aleatorios y las políticas de represión, Israel salió con un discurso victimista que recuerda mucho al utilizado contra Francia en las últimas horas.

Trump y Witkoff ni siquiera contemplan algo así y sus planes son difusos. Hay que entender que lo de la “Riviera Árabe”, por mucho que le guste a Netanyahu, no deja de ser una “boutade”, pero es que tampoco hay otro plan definido. La situación es parecida a la de Ucrania: se piden altos el fuego y paces sin determinar las condiciones para ello ni qué puede venir después.

¿La anexión total de los actuales territorios autónomos como piden los ultraderechistas israelíes? ¿La mediación de figuras árabes de reconocido prestigio, como apuntó Biden en su momento? ¿El camino hacia dos estados que puedan entenderse con las palabras y no con las armas?

Cada uno tiene su respuesta y así es difícil fijar un objetivo común.