Trump, escoltado por Vance, Rubio y Hegseth, anuncia la operación contra Irán.

Trump, escoltado por Vance, Rubio y Hegseth, anuncia la operación contra Irán. Carlos Barria Reuters

Oriente Próximo

Trump afirma que ha devastado gran parte del poder nuclear de Irán y Teherán avisa de que contraatacará antes de negociar

La operación Martillo de medianoche comenzó de madrugada. Los países del Golfo se preparan para una escalada en la región que, en el peor de los casos, tendría un efecto directo sobre los europeos.

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Donald Trump pidió dos semanas de reflexión para tomar una decisión que cambiaría el mundo: bombardear Irán o dejar que Israel luche a solas. El presidente apenas necesitó un par de días para resolver el dilema. Anoche decidió que Estados Unidos debe implicarse —sin que se sepa todavía cuánto— en una nueva guerra en Oriente Próximo.

No es lo que sus seguidores quieren. No es lo que prometió en su campaña electoral. Pero es lo que le pedían el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, y el ala dura de su partido, representada por el propio Marco Rubio, secretario de Estado y asesor de seguridad.

La operación Martillo de medianoche comenzó de madrugada. Los bombarderos estadounidenses atacaron las tres mayores plantas conocidas de enriquecimiento de uranio donde Irán, de acuerdo con la Inteligencia occidental, está reuniendo las condiciones para fabricar armamento nuclear. La lista está encabezada por Fordow, una instalación bunkerizada y enterrada bajo una montaña que sólo puede ser alcanzada, según los servicios militares israelíes y norteamericanos, con una bomba penetradora de 13,5 toneladas que sólo posee Estados Unidos.

Trump celebró en un mensaje a la nación que el éxito de la operación ha sido “espectacular” y que los objetivos han sido “destruidos”. También aprovechó la ocasión para lanzar una advertencia. El régimen iraní tendrá que elegir, dijo, entre “paz o tragedia”.

No hay pruebas satelitales ni de otro tipo que permitan verificar, a mediodía del domingo, la magnitud de todo el daño causado. Lo que parece seguro es que Irán responderá y que las dianas de su furia serán, probablemente, israelíes y norteamericanas. Como explica el ministro de Asuntos Exteriores de Irán, Abbas Araqchi, “nos reservamos todas las opciones para defender nuestra soberanía, nuestros intereses y nuestro pueblo”.

El general Caine, eso sí, ha ofrecido en una rueda de prensa algunos detalles de la operación. Anoche los aviadores estadounidenses descargaron catorce de sus bombas penetradoras contra los objetivos de la misión. Recibieron el apoyo de un submarino ubicado en el Golfo Pérsico que disparó hasta dos docenas de misiles Tomahawk. La operación contó también con otros bombarderos B-2 que sobrevolaron la región sin ánimo de atacar. Sólo para despistar.

El secretario de Defensa, Pete Hegseth, ha reconocido en la misma conferencia que no pueden garantizar que Irán haya perdido sus capacidades nucleares. Mucho menos que este sea el fin de su programa para desarrollar la bomba atómica. También ha comentado que el propósito de Estados Unidos no es provocar "un cambio de régimen" en Teherán y que el capítulo no está cerrado.

¿Y ahora qué?

Irán tiene muchas maneras de devolver un golpe que no es únicamente militar.

Desde octubre de 2023, cuando su tentáculo de Hamás cometió el mayor atentado de su historia contra Israel y Netanyahu le declaró la guerra en Gaza, su poder y su influencia en Oriente Próximo han caído en picado.

Sus milicias palestinas, libanesas, iraquíes y yemeníes están en los huesos tras un año y medio de asedio israelí. El régimen de Al Asad colapsó y ha sido sustituido por otro que busca la simpatía de Washington. El sufrimiento que han dejado sus cientos de misiles y drones lanzados contra Israel son bastante relativos, y sin embargo Tel Aviv ha sido capaz de descabezar su cúpula militar y científica en un puñado de días.

El resumen de todo esto es que sus bazas de disuasión no nuclear se han evaporado y que la nuclear se tambalea. La moral de los poderes políticos, militares y religiosos iraníes están por los suelos, y sus grandes aliados, China y Rusia, ni siquiera parecen por la labor de liderar una defensa que vaya más allá de la diplomacia.

El líder supremo, Alí Jamenei, tiene 86 años y maneja malas cartas. No puede mostrar muchos más signos de debilidad si aspira a la supervivencia del régimen. Pero una escalada descontrolada de la guerra puede acelerar su caída.

Si trata de bloquear el estrecho de Ormuz, por donde pasa la tercera parte del petróleo del mundo, castigará a todos los países a un aumento bastante impopular de los precios del barril. Si ataca bases estadounidense, pozos petrolíferos o centros financieros en la región se expondrá a una represalia peor a la ya sufrida. Pero si lanza varias decenas de misiles más sin causar daños inaceptables puede salvar la cara puertas adentro.

Estados Unidos quiere que Irán se siente a negociar un acuerdo que detenga su programa nuclear desde una posición de humillación. Parece poco probable que lo consiga. El portavoz de la Organización de Energía Atómica iraní afirma que su industria nuclear “no se detendrá”.

Los países del Golfo, mientras tanto, se preparan para el peor escenario.

Arabia Saudí ya está en “alerta máxima”, según la agencia Reuters. Kuwait insta a sus ministros a refugiarse. Baréin recomienda a su población que evite las carreteras principales. Turquía llama a la contención por el riesgo de “un conflicto más amplio”. Todos ellos, como Catar, tienen algo en común: la presencia de tropas estadounidenses en su territorio.