
Consecuencias de un ataque con misiles iraníes contra Israel en el Centro Médico Soroka, en Beersheba. Reuters
Los 'agujeros' de la Cúpula de Hierro despiertan dudas en Israel tras dejar pasar parte de los misiles lanzados por Irán
Irán volvió a golpear la ciudad de Beerseba tras el ataque del jueves a un centro hospitalario. La sensación es que, con menos ataques, Irán está consiguiendo una mayor precisión en sus objetivos.
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Irán repitió este viernes los ataques sobre objetivos militares y civiles a lo largo de todo Israel y especialmente sobre las localidades de Beerseba, al sur del país, y Haifa, ciudad portuaria casi en la frontera con Siria. Pese a que los vídeos que circulan en las redes sociales hacen suponer un grado elevado de destrucción, Israel solo reconoce una persona muerta —una mujer que iba rumbo a uno de los refugios antiaéreos y sufrió un infarto— y en torno a los treinta heridos.
Estos ataques se suman a los de días anteriores, destacando el que afectó al Centro Médico Soroka, que dejó cuarenta heridos leves en la madrugada del miércoles al jueves. Afortunadamente, la dirección del hospital había decidido reubicar a los enfermos en una planta del subsuelo, lo que evitó una masacre.
Los misiles iraníes también están alcanzando Tel Aviv con cierta asiduidad, aunque, de nuevo, es difícil saber exactamente la magnitud de los daños. Israel no habla de sus pérdidas materiales y da la sensación de que puede estar minimizando las humanas.
La gran baza del ejército de Alí Jamenei en este conflicto es golpear a la estructura civil israelí para que las protestas contra el gobierno se extiendan.
Ambos países comparten una situación política interior muy delicada, pero solo Israel es una democracia en la que la opinión pública tiene algo que decir. Si empiezan a verse incendios en hospitales y otras infraestructuras clave, Irán intuye que Israel tendrá que dar un giro en su política de agresión, al menos en lo que Donald Trump decide si se une a la guerra o no.
La prueba de fuego para la Cúpula de Hierro
Aunque los daños que Israel está infligiendo a Irán son muy superiores, lo cierto es que estos ataques levantan dudas sobre la impenetrabilidad de la llamada Cúpula de Hierro, el sistema de misiles antiaéreos que protege a Israel de cualquier ataque exterior.
Dicha red de protección ha mantenido un prestigio merecido a lo largo de los últimos años y ha servido para frustrar los continuos ataques de las milicias proiraníes de Hamás y Hezbolá, además de jugar un papel clave en los dos ataques que el régimen de los ayatolás lanzó en abril y en octubre del año pasado.
Ahora bien, nunca hasta ahora había estado sometido a una prueba como la actual. Ni en la calidad del armamento a derribar —drones de última generación y misiles balísticos hipersónicos— ni en la cantidad del mismo.
De hecho, la táctica iraní parece haber sido la inversa a la esperada, lo que ha podido sorprender a las FDI. En vez de ir de menos a más, ha intentado saturar el sistema de defensas con numerosos ataques en los primeros días para pasar a menos misiles, pero más precisos y efectivos, en los últimos.
Según datos aproximados recogidos de distintas fuentes mediáticas, que a su vez beben de la información que da el ejército israelí, Irán habría lanzado en torno a 500 misiles desde el inicio de la guerra en la pasada madrugada del viernes 13 de junio.
Lo curioso es que, desde el lunes, solo han sido unos 100 los que han llegado a Israel… causando más daños que los 400 anteriores. Los vídeos de interceptaciones cada vez son menores y los aciertos cada vez causan más pavor entre la ciudadanía, acostumbrada ya a ir y volver cada cierto tiempo de sus casas o sus trabajos a los refugios.
Presión sobre Trump
Es difícil dar una sola explicación a este fenómeno, pero por supuesto estamos ante una adaptación de Irán a los sistemas de defensa israelíes que nadie esperaba. Hay que tener en cuenta que incluso Trump, al poco de llegar a la Casa Blanca, fantaseó con la posibilidad de instalar un Iron Dome que protegiera a Estados Unidos de un ataque nuclear.
Dichas declaraciones provocaron duras críticas por parte de Rusia y China, ya que acababa con el concepto de “destrucción mutua asegurada” que ha regido el equilibrio nuclear desde finales de los años cuarenta.
Con todo, parece que ni siquiera la Cúpula de Hierro es imbatible. Irán está viendo hasta dónde puede llegar y examinando sus fallos. Tiene que haberlos, como sucede con toda construcción humana.
Israel tiene la ventaja de que su territorio es muy reducido y por lo tanto se puede cubrir casi entero con relativamente pocas baterías antiaéreas. Aun así, proteger el sur y el norte a la vez siempre será un reto, como se demostró este viernes.
Más preocupante es que, de los aproximadamente treinta misiles que Irán mandó entre el jueves noche y el viernes, no haya imágenes de ni uno solo explotando en el aire. Cabría entender que todos llegaron a sus objetivos.
Esto concuerda más con el miedo de la inteligencia estadounidense a que una guerra abierta con Irán derivara en un “baño de sangre”.
Hay que insistir en que el daño que está recibiendo el país persa, y sobre todo su capital, es mucho mayor, pero Israel debe darse prisa si no quiere empezar a meterse en líos. De ahí, su presión constante para que Trump entre en el conflicto y les ceda las bombas antibúnker que tanto necesitan para acabar con los laboratorios subterráneos de enriquecimiento de uranio.
La guerra constante
Dicho esto, parece que Trump ha reculado en su entusiasmo de hace apenas cuarenta y ocho horas. Rusia le ha dejado claro que no tolerará un cambio de régimen y que, si le pasa algo a Jamenei, Estados Unidos e Israel tendrán que atenerse a las consecuencias.
Teniendo en cuenta el infinito respeto que Trump le tiene a Putin, es lógico que se haya dado, en esto también, dos semanas para decidirse. El problema es que, cada día que pasa, la presión sobre Netanyahu será mayor si siguen los impactos sobre suelo israelí.
Aparte, se rumorea que Irán está alcanzando baterías de misiles y otros objetivos militares cuyos daños Israel oculta. Por supuesto, todo forma parte de la famosa “niebla de guerra” y la lucha por controlar el relato: nadie va a reconocer públicamente que algo le va mal. Todo son siempre discursos victoriosos para alimentar el ánimo de ciudadanos y militares.
Probablemente, Irán esté pensando en que prolongar la guerra le permitirá encontrar más fisuras en las defensas israelíes y que merece la pena aguantar todo lo posible de cara a un futuro próximo o a medio plazo.
Porque, incluso si Israel consiguiera acabar con el proyecto nuclear iraní, si no hay un cambio de régimen, este tipo de conflictos tenderán a repetirse regularmente. Irán buscará desesperadamente su bomba, contará con la ayuda de los rusos, cambiará sus laboratorios de lugar y a volver a empezar.
Probablemente, Jamenei no esté pensando en ganar esta guerra sino en sentar las bases para la siguiente. Eso temía la más cautelosa Administración Biden. Lo que no quiere decir que Israel vaya a quedarse de brazos cruzados: aprenderá de sus errores y los corregirá. La supervivencia, al fin y al cabo, es su razón de ser.