
Netanyahu, en el Parlamento israelí, poco antes de recibir la visita de Milei. Reuters
Netanyahu consigue el apoyo masivo de los israelíes contra Irán cuando estaba a punto de sufrir una moción de censura
El 83% de los ciudadanos judíos apoya los ataques contra infraestructuras nucleares y objetivos militares, según un sondeo realizado por la Universidad Hebrea de Jerusalén.
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La ofensiva militar de Israel contra Irán ha reconfigurado el panorama político del país. En apenas una semana, una nación fragmentada por la guerra en Gaza ha cerrado filas en torno a su primer ministro, Benjamin Netanyahu, incluso entre sus adversarios.
El 83% de los ciudadanos judíos israelíes apoya los ataques lanzados contra infraestructuras nucleares y objetivos militares en territorio iraní, según un sondeo realizado por la Universidad Hebrea de Jerusalén.
El respaldo social a esta campaña se ha traducido también en apoyo parlamentario. El pasado lunes, los principales partidos de la oposición votaron en contra de una moción de censura que, de haber prosperado, habría supuesto el primer paso hacia unas elecciones anticipadas.
Tan solo una semana antes, esas mismas formaciones habían impulsado una iniciativa para disolver la Knéset.
“El tema de Irán está por encima de cualquier consideración política”, defendió Avigdor Lieberman, exministro de Defensa y habitual crítico de Netanyahu, en declaraciones a la agencia Reuters. “Ahora está haciendo lo correcto”.
Una opinión compartida desde la otra orilla ideológica por Benny Gantz, exministro centrista, quien abandonó el gabinete de guerra hace un año por desavenencias sobre la gestión del conflicto en Gaza: “Aquí no hay derecha ni izquierda, solo lo correcto y lo incorrecto. Y estamos en lo correcto”, sentenció en una entrevista con la cadena CNN.
Israel sostiene que Irán intenta desarrollar armamento nuclear con capacidad para alcanzar su territorio. Teherán lo niega.
En seis días de bombardeos, la aviación israelí ha matado a altos mandos militares iraníes, destruido instalaciones estratégicas y provocado 224 muertes civiles, según cifras difundidas por fuentes iraníes. La respuesta iraní ha consistido en el lanzamiento de más de 400 misiles, 40 de los cuales lograron burlar las defensas aéreas israelíes y mataron a 24 personas.
La ofensiva ha paralizado la vida cotidiana en ambos países. En Israel, las alarmas antiaéreas suenan sin descanso. En Irán, las carreteras de salida de Teherán se colapsan con miles de ciudadanos intentando huir de los bombardeos.
El líder supremo iraní, Ali Jamenei, rechazó ayer la exigencia del presidente estadounidense, Donald Trump, de una rendición incondicional, calificando el ataque israelí de “error colosal”. El mandatario norteamericano, por su parte, jugó con la idea de las represalias: “Podría hacerlo o no hacerlo. Nadie sabe lo que voy a hacer”
Entre tanto, el Ministerio de Defensa israelí aseguró haber destruido la sede de la policía iraní en su último ataque. “Seguiremos golpeando los símbolos del régimen de los ayatolás donde quiera que se encuentren”, proclamó el titular de la cartera, Israel Katz.
A pesar del consenso generalizado entre la mayoría judía israelí, la brecha con la minoría árabe, que representa alrededor del 20% de la población, es notable.
Solo un 12% de los ciudadanos árabes respalda la ofensiva, según la misma encuesta. La diputada Aida Touma-Suleiman, del partido Hadash, criticó duramente la operación: “Esto es otra catástrofe que están sufriendo dos pueblos, el iraní y el israelí”.
En paralelo, la censura en Irán se ha endurecido. Las autoridades han prohibido la grabación de imágenes por parte de la ciudadanía y restringido la compra de combustible.
Los medios estatales, que en los primeros días mostraron los estragos de los ataques, ahora reducen su cobertura al mínimo. No se han actualizado los datos de víctimas desde el pasado lunes.
Para Netanyahu, la guerra contra Irán ha supuesto un inesperado respiro político. Desgastado por la impopularidad de la campaña en Gaza —donde han muerto cerca de 55.000 palestinos, según el Ministerio de Salud gazatí— y por las críticas a su supuesta instrumentalización del conflicto para mantenerse en el poder, el primer ministro vuelve a erigirse como líder en tiempos de crisis.
“No es una cuestión política. Es una cuestión existencial”, afirmó el martes en una entrevista televisiva.