
El líder supremo iraní, Alí Jamenei, durante una ceremonia por Jomeini el pasado 4 de junio.
¿Es el fin del régimen de Irán? Estos son los escenarios que precipitarían su caída como desean Trump y Netanyahu
El presidente de EEUU intensificó la retórica belicista en redes sociales y aprobó que los cazas israelíes pudieran repostar en portaaviones estadounidenses, lo que implica su participación activa en el conflicto.
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“RENDICIÓN INCONDICIONAL”. Así, en mayúsculas, se pronunció el presidente estadounidense Donald Trump respecto al futuro del régimen iraní tras una nueva jornada de intensos bombardeos israelíes.
Este mensaje, junto a uno anterior en el que reivindicaba como éxito estadounidense el control del espacio aéreo sobre Teherán y presumía de la calidad de las armas norteamericanas, hace pensar que Netanyahu finalmente ha convencido a su gran aliado occidental y que Estados Unidos se unirá a los esfuerzos israelíes por acabar con los laboratorios de investigación nuclear y poner fin de paso a la dictadura de los ayatolás.
El cambio de opinión de Trump, cuya Administración hablaba hasta hace nada de “traición al electorado” para referirse a la posible intervención estadounidense en un conflicto armado tras meses de vender aislacionismo a sus votantes, tiene que ver con tres factores importantes: en primer lugar, el más obvio, que Israel ya ha hecho todo el trabajo sucio, y a nadie le gusta más apuntarse una victoria ajena que a Trump.
En segundo lugar, Trump odia el régimen iraní, aunque estuviera negociando con ellos hasta hace nada una salida diplomática. No en vano, en enero de 2020, ordenó en primera persona el asesinato del general Qasem Soleimani, jefe de la Guardia Revolucionaria y mano derecha del ayatolá Alí Jamenei.
Por último, parece claro que, gracias a las numerosas llamadas y negociaciones con Vladímir Putin y a costa de mantenerse de perfil en su invasión de Ucrania, Trump ha conseguido que el líder ruso se abstenga de ayudar militarmente a sus aliados iraníes.
Hay que recordar que el régimen de Teherán se ha pasado tres años mandando drones, municiones y misiles a Rusia para ayudar a Putin en su guerra, todo en previsión de que un momento así podría llegar y entonces Rusia le devolvería el favor. No parece que vaya a ser el caso.
El régimen se tambalea
La petición de rendición incondicional parece ir más allá de lo que sería un simple alto el fuego o una cesión en las negociaciones.
Significa el desmantelamiento de los laboratorios de enriquecimiento de uranio de Natanz y Fordo o su destrucción completa a través de las bombas Bunker Buster que solo posee Estados Unidos. Significa, también, por supuesto, la entrega del poder de los ayatolás a los opositores y la creación de un nuevo régimen, más en sintonía con las monarquías árabes del entorno, que tan buena conexión han mostrado siempre con Estados Unidos y especialmente con el propio Trump.
Sin ir más lejos, el nombre que Benjamin Netanyahu ha dado a esta operación —León Creciente— tiene connotaciones históricas. Apela a la antigua bandera iraní, la prerrevolucionaria, y enfatiza la necesidad de que los persas vuelvan a tener a un rey y no a un clérigo como gobernante.
La opción de una insurrección es, sin duda, la más favorable para los intereses israelíes y para los americanos. Pensar en una ocupación militar, después de lo que pasó en Irak y en Afganistán, suena a pesadilla. Negociar con un gobierno alejado del fanatismo y que se centre más en las posibilidades económicas que le da su petróleo es otra cosa.
Desde hace años, la dictadura islamista iraní hace aguas. Las protestas son constantes, sobre todo entre mujeres y universitarios, y solo la represión de los cuerpos de seguridad del régimen ha impedido una implosión.
Ahora bien, ¿quién se encargará ahora de dicha represión cuando la amenaza viene desde fuera y no es posible tapar todos los agujeros? ¿Quién tomará las decisiones ahora que los máximos responsables del aparato represor van cayendo uno a uno en sus dormitorios, señal de hasta qué punto Israel ha ido infiltrando sus aparatos de inteligencia en las más altas esferas?
Todo apunta a que al régimen de Teherán le espera el mismo futuro que a sus milicias afines de Hamás o Hezbolá. El mismo futuro que a los hutíes, próximos eslabones en esta cadena de represalias.
La capital está llena de fuegos ardiendo y decenas de aviones de alta tecnología se dirigen desde Estados Unidos a Oriente Próximo, decisión que ha secundado Reino Unido con la excusa de “tranquilizar a nuestros aliados y proteger a nuestras tropas”.
Rusia dejó caer a Bashar Al Asad en Siria y supo negociar con los insurgentes la continuidad de las bases navales del Mediterráneo. Con Irán, hará lo mismo.
Amenazas al “Líder Supremo”
Otra cosa es saber si esa oposición está preparada para tomar el poder. Primero Ruhollah Jomeini y luego Jamenei han urdido a lo largo de sus cuarenta y seis años de poder una red de afinidades y rivalidades para perpetuarse en el poder. Reformistas contra conservadores, puestos elegidos al dedo, corrupción en todas las esferas… ¿Hay realmente un movimiento popular, musulmán pero no islamista, que pueda echar todo eso por tierra y construir algo parecido a un régimen de relativa libertad en Irán? Muchos lo dudan.
Más aún si Israel cae en el error habitual del exceso. Reza Pahlevi, desde el exilio, ha pedido al pueblo que se levante contra sus líderes, pero hacerlo podría considerarse ahora mismo una traición a la patria y un apoyo a su vez a la maniobra israelí. El odio al Estado hebreo es parte de la columna vertebral del régimen chií y al menos dos generaciones de iraníes se han educado en él. Si Israel se ceba en la destrucción de infraestructuras civiles, pondrá más complicadas las cosas a los opositores.
Otra cosa sería continuar con los ataques precisos contra los líderes militares y políticos. En ese sentido parecen ir las declaraciones de Trump de este martes por la tarde: “Sabemos exactamente dónde se encuentra el así llamado Líder Supremo”, afirmó, en clara referencia al ayatolá Alí Jamenei, de 86 años. Con todo, el presidente norteamericano aclaró que no piensa matarle “por ahora” y es de imaginar que el relevo a un hombre tan anciano está preparado desde hace tiempo.
Aun así, la muerte de Jamenei o la del presidente Masud Pezeshkian sería un golpe durísimo para el régimen, que no tendría ni a quién mandar para negociar la supuesta rendición incondicional.
Mientras tanto, continúan los mensajes de tranquilidad de las autoridades militares a los iraníes, que abandonan a toda prisa Teherán como les han indicado Netanyahu y Trump. En mensaje televisado, el jefe de las Fuerzas Armadas iraníes, Abdol Rahim Musavi, afirmaba que ahora su ejército empezaría de verdad las “acciones punitivas” contra sus enemigos.
Imposible ignorar que si Musavi dio ese mensaje fue porque, en cuatro días, Israel ha matado a Mohammed Bagheri, Gholam Ali Rashid y Ali Shadmani, sus antecesores en el cargo.