Los militares ucranianos estudian un sistema de armas lanzado desde el hombro de Suecia Carl Gustaf M4 durante una sesión de entrenamiento en las afueras de Járkov.

Los militares ucranianos estudian un sistema de armas lanzado desde el hombro de Suecia Carl Gustaf M4 durante una sesión de entrenamiento en las afueras de Járkov. Andrew Marienko AP Photo

Europa

Ni hombres ni tiempo para aprender a usarlas: por qué a Ucrania no le sirven las armas occidentales

Los soldados ucranianos buscan en Google las instrucciones de funcionamiento de algunas de algunas armas enviadas por Occidente.

8 junio, 2022 03:28

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Una de las quejas más repetidas desde el inicio de la invasión rusa ha sido el insuficiente envío de armas por parte de Occidente a Ucrania. Una queja razonable en términos de opinión pública, por aquello de que "quien no llora, no mama". Sin embargo, se trata de un reclamo muy injusto en términos prácticos, puramente militares: las armas occidentales y el dinero occidental han permitido a Ucrania sostener una guerra a cara de perro con una superpotencia nuclear durante ya tres meses y medio. Y eso, Volodímir Zelenski lo sabe.

Por supuesto, ha habido países que se han hecho los remolones a la hora de enviar armas a Ucrania y los hay que se han esmerado especialmente. Francia y Alemania estarían entre los primeros. Estados Unidos y Reino Unido, entre los segundos. Dicho esto, todos han colaborado a su manera, más o menos generosa, y no ha dado la sensación de que esa colaboración haya sido agradecida como se merece. Siempre hace falta más. Siempre hay algo más que se podría hacer y no se hace, con la consiguiente acusación de estar "haciéndole el juego" a Putin.

Recientemente, el presidente Joe Biden anunció el envío de armas de nueva generación a Kiev, incluyendo los polémicos sistemas de lanzamiento de misiles que pueden mantener en el aire al proyectil durante ochenta kilómetros. Pocos días después, Boris Johnson decidió enviar sus propios sistemas con el mismo requisito: que no se utilicen para atacar suelo ruso. Si Occidente quiere que Ucrania siga manteniéndole el pulso a Rusia no puede apostar por la cantidad —Rusia siempre tendrá más armas y siempre tendrá más hombres si aplica la movilización general—, sino por la calidad: enviar armas que realmente marquen la diferencia por su complejidad tecnológica.

Voluntarios civiles asisten a un campo de entrenamiento de las Fuerzas de Defensa Territorial de Ucrania en Brovary, al noreste de Kyiv.

Voluntarios civiles asisten a un campo de entrenamiento de las Fuerzas de Defensa Territorial de Ucrania en Brovary, al noreste de Kyiv. AP PHOTO

Ahora bien, en la solución tenemos el problema. Esto no es un videojuego. Aquí no llegan los tanques, los lanzamisiles o los drones y se ponen a funcionar solos pulsando una tecla. Hay que aprender a utilizarlos. Como señalaba el New York Times este martes, Ucrania está teniendo serios problemas en ese sentido. Las armas llegan al frente, pero nadie sabe cómo optimizarlas, con lo que se acaban utilizando igual que las obsoletas reliquias soviéticas que llenaban el arsenal ucraniano antes de la guerra. "Es como que te regalen un iPhone 13 solo para hacer llamadas", comentaba un oficial ucraniano al periódico estadounidense.

Tres frentes que mantener a un mismo tiempo

En un mundo ideal, todo el nuevo arsenal que fuera llegando a Ucrania sería incorporado a la guerra con todas sus funciones. En la situación actual, desgraciadamente, eso es imposible. Aunque Estados Unidos estuvo formando antes de la invasión a parte del ejército ucraniano en tácticas de guerra y en el uso de nuevas tecnologías, lo que va llegando no solo es diferente de lo que los soldados locales han usado toda la vida, sino que es diferente entre sí. Cada envío requeriría de una formación específica y una decisión de dónde y cómo sería de más utilidad dentro del mapa bélico.

Obviamente, no hay tiempo ni hay hombres para eso. Ahora mismo, que sepamos, Ucrania tiene sus batallones de élite desplegados en el "caldero" formado por las localidades de Sievierodonetsk y Lisichansk, en la provincia de Lugansk, y las ciudades de Sloviansk y Kramatorsk, en la provincia de Donetsk. Aparte, hay tropas luchando en el norte de Járkov y en el sur de Jersón y Zaporiyia. Intuimos que también habrán quedado algunas unidades en las inmediaciones de Kiev, defendiendo la frontera con Bielorrusia, por si a Putin y a Lukashenko les da por repetir los ataques de febrero.

Soldados ucranianos.

Soldados ucranianos. Efrem Lukatsky

Para un ejército como el ucraniano, diezmado además tras tres meses y medio de lucha sin cuartel, es imposible mantener todo eso a la vez y formar a más remesas en el uso de las nuevas armas. No solo en su uso, sino en su mantenimiento, reparación, etc. No hablamos de juguetes, precisamente, sino de armas carísimas y complejísimas, provistas de una tecnología que es necesario dominar para incorporarlas correctamente al arsenal propio.

Como vemos, no es solo una cuestión de tiempo —no ha habido treguas ni altos el fuego en esta guerra desde el 24 de febrero… y nunca ha estado claro si un parón beneficiaría más a Ucrania o permitiría a Rusia reorganizar sus también dañadas tropas—, sino de recursos humanos. Si asumimos que los mejores hombres del ejército ucraniano están en el frente luchando, ¿exactamente quién está recibiendo la formación en la retaguardia? ¿Quedará el uso de las nuevas armas reservado a batallones inexpertos de voluntarios o movilizados?

El doble problema de seguir enviando determinadas armas

Todo esto supone un enorme problema en los dos sentidos. Por un lado, Ucrania no puede optimizar el uso de lo que va enviando al frente —en el artículo del New York Times, el jefe de unidad leía las instrucciones en inglés y las traducía con Google para enterarse de cómo hacer funcionar un dispositivo antitanques— porque no tiene tiempo y sus mejores hombres no pueden seguir los cursos de formación necesarios. Por otro lado, puede que Occidente acabe planteándose si tiene sentido seguir enviando unas armas que no se van a utilizar correctamente.

La mayoría de países han enviado remanentes, armas en desuso o aquellas que consideran que no van a tener que utilizar en caso de emergencia. Por eso, entre otras cosas, Ucrania pide más. Pide lo último de lo último, lo más caro y eficaz. Es complicado satisfacer esa exigencia continua cuando uno ve el uso que se da a armas que han costado millonadas. Se calcula que Estados Unidos ha enviado material bélico o ha concedido créditos para futuras compras por valor de más de 25.000 millones de dólares, según el portal Statista. No es una inversión que uno quiera ver arruinada por un mal uso.

Se calcula que Estados Unidos ha enviado material bélico por valor de más de 25.000 millones de dólares

Puede que, tarde o temprano, Ucrania tenga que elegir: reemplazar a sus hombres en el frente para formarles en el uso y mantenimiento de las nuevas armas o seguir confiando en su pericia y su conocimiento de Google Translate. Ninguna de las dos opciones parece deseable, pero en realidad solo la segunda resulta viable. Cursos exprés de pocas horas entre ataque y defensa y confiar en que sirvan de algo, aunque solo sea para que, si Rusia consigue hacerse finalmente con el Donbás, se le quiten las ganas de seguir avanzando.