Mako y su marido, este martes.

Mako y su marido, este martes. Efe

Asia JAPÓN

Mako: de 'eterna' princesa prometida a plebeya tras su expulsión de la familia real de Japón

La sobrina del emperador nipón se traslada a EEUU tras casarse, por lo civil, con un abogado. Pierde así su condición de miembro de la familia real.

27 octubre, 2021 04:00

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Ni paseo por las calles engalanadas, ni recepción oficial en palacio. Ni siquiera una foto, felices, él con traje de gala y ella, vestida de novia. La princesa Mako, sobrina del emperador Naruhito, y su amor de instituto, Kei Komuro, se casaron en secreto, una firma sin más en un registro al efecto, y anunciaron su enlace en una rueda de prensa en la que no se admitían preguntas.

Cada uno leyó su comunicado en un frío salón de hotel y esa fue su manera de decir adiós a una prensa hostil y a un país que les ha hecho la vida imposible durante cuatro años.

Mako, de 30 años y con un diagnóstico de estrés postraumático severo debido al escrutinio feroz de la opinión pública en los últimos cuatro años, ha renunciado al casi millón y medio de dólares que le ofrece el estado como compensación por abandonar la familia real. Aún y todo se vio obligada en su alocución a pedir perdón "por el daño causado".

La princesa Mako y su nuevo marido, en rueda de prensa tras su enlace.

La princesa Mako y su nuevo marido, en rueda de prensa tras su enlace.

Kei ha terminado por fin su carrera de Derecho en Nueva York y ahí es donde la nueva pareja pretende establecerse en el futuro. A partir de ahora, la princesa Mako dejará de ser princesa por imperativo legal: al casarse con un plebeyo, pasará ella a ser plebeya también.

¿Por qué tanta frialdad, por qué tanto silencio, por qué tanta espera? En 2017, los dos novios anunciaron el enlace sin saber la que les venía encima. La prensa averiguó que la madre de Komuro le debía cuatro millones de yenes (unos treinta y seis mil dólares) a su exprometido y atacó por ese flanco hasta hacer sangre: no podía ser amor lo suyo por Mako, sino una estratagema para sacarle dinero. Las presiones fueron inmensas, tantas, que Mako desapareció de la vida pública mientras se hacían manifestaciones contra su matrimonio, y Komuro se tuvo que marchar a Estados Unidos como único modo de desviar la atención mediática.

La difícil tarea de ser mujer en la nobleza japonesa

Los problemas de Mako y su expulsión obligada de la familia real ponen en evidencia de nuevo el tremendo machismo que rodea a la institución imperial japonesa. No es la primera princesa que acaba desbordada mentalmente por la enorme presión del entorno: su tía-abuela, la emperatriz consorte Michiko, vivió de primera mano lo que es enfermar por estrés incluso en unos tiempos en los que el estrés apenas figuraba entre los problemas habituales de las consultas médicas. 

Michiko, de educación cristiana, algo muy mal visto por su suegra, la emperatriz Nagako, tuvo varios episodios de pérdida de voz: tanto en los años sesenta, cuando nadie entendía por qué Akihito y ella se empeñaban en cuidar a sus propios hijos, incluso amamantarlos, como en 1993, recién llegada al trono, cuando se le volvió a achacar su cristianismo. Durante años y años, la princesa consorte, una plebeya como Komuro, vivió en la soledad del palacio, entre la incomprensión y el ataque fácil de los tabloides japoneses.

Su vida fue miserable y así lo ha reconocido ella en varias ocasiones. La abdicación de su marido en 2019, en favor de su hijo Naruhito, fue en el fondo un alivio más que otra cosa, a una edad ya muy avanzada de su vida (85 años).

No lo tuvo mucho más fácil su sucesora y nuera, la actual emperatriz Masako. La presión de dar un heredero a la familia real pudo con ella y la sumió en una depresión de la que aún se trata y que la alejó durante años de la vida pública. Masako y Naruhito tienen una sola hija, Aiko, la princesa Toshi, de diecinueve años… pero en Japón, las mujeres no pueden acceder al trono más que como consortes. El imperio es cosa de hombres y entre hombres se lo reparten, lo cual también está en el fondo -aunque muy en el fondo- del escándalo de la boda de la ya exprincesa Mako.

La compleja línea sucesoria

Esa endogamia masculina ha colocado al imperio contra la pared. Ahora mismo, la línea de sucesión está formada por tan solo tres personas: el primero, el tío de Naruhito, Misihito Nakachi, de quien se ha rumoreado recientemente que está pensando en adoptar un hijo para poder tener más herederos en cartera.

Misihito, de 85 años ya, teme morir sin descendencia alguna. Las posibilidades de que Naruhito muera antes que él y por lo tanto herede el trono son escasas, pero hay que contemplarlas. En ese caso, el hijo adoptado pasaría a ser a su vez el heredero inmediato de su padre adoptivo.

Mientras tanto, el número dos en la sucesión seguirá siendo el hermano de Naruhito, Fumihito Akishino, de 55 años. El problema con Akishino, padre de la princesa Mako, es que solo ha tenido un hijo varón, el príncipe Hisahito, de quince años. Puede darse perfectamente el caso de que, a la muerte de Naruhito, tanto su tío como su hermano hayan muerto. En ese caso, el título de emperador recaería en su sobrino. Si Hisahito no tiene descendencia masculina, ¿quién ocuparía el trono a su muerte? En principio, nadie.

No quedan más hombres en la familia real. No hay primos ni tíos ni sobrinos ni nada: Misihito, Akishino y Hisahito. Ahí acaba todo. Como en una escena de Berlanga, los tres ejemplifican el fin de una saga… y una complicación tremenda para una dinastía que lleva en el trono de Japón desde 1817, pasando el mando siempre de padres a hijos, algo que se romperá en esta ocasión ya pase lo que pase. Obviamente, este problema tan artificial tendría fácil solución con un poco de sentido común.

¿Podría reinar la Princesa Toshi?

Desde hace años, las fuerzas progresistas del país han intentado que las mujeres sean aceptadas como herederas al trono. Es un anacronismo intolerable en un país del primer mundo completamente integrado en los valores occidentales desde el fin de la II Guerra Mundial. Si las mujeres pudieran ser emperatrices por sí mismas, no haría falta que ningún anciano de ochenta y cinco años anduviera adoptando niños. Todo sería más fácil y nada quedaría fuera de la familia.

De entrada, la heredera al trono de Naruhito no sería su tío, que es ya de por sí extraño… sino su hija, como sucede en casi todos los países, la citada princesa Toshi. Como, lógicamente, aún no tiene descendencia, Misihito y Akishino seguirían a la espera como siguientes opciones… ahora bien, Hisahito habría perdido sus derechos en favor de su hermana mayor, la princesa Mako cuya boda ha sacudido los cimientos de la sociedad japonesa.

Ahora que la princesa Mako se ha borrado por completo de la familia real y de Japón y de todo lo que ello implica, ya hay menos riesgos, pero la posibilidad de un cambio en la legislación que pillara a Mako como cuarta en la línea sucesoria… y al polémico Komuro como su prometido ponía de los nervios a los sectores más tradicionalistas del país nipón.

La boda y sus consecuencias suponen, por tanto, algo más que un alivio personal para la princesa. Es también el alivio de quienes veían en la relación un problema potencial de cara al futuro. Queda, en cualquier caso, la maldición femenina en el Japón imperial: a los ataques de pánico de Michiko le siguieron la depresión de Masako y, por último, el estrés postraumático de Mako.

No puede ser casualidad que siempre sean las mujeres las que sufren el acoso y las que somatizan la responsabilidad. Algo se lleva haciendo muy mal en el país y en el palacio desde hace mucho tiempo. Ninguneadas por la ley, acaban ninguneadas y vapuleadas también por la prensa. Solo con los años, como en el caso de Michiko, acaban recuperando el favor popular. A Mako, eso ya le pillará en otro país, con otra vida.