El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, desciende del Air Force One en la Base Conjunta Andrews.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, desciende del Air Force One en la Base Conjunta Andrews. Annabelle Gordon Reuters

EEUU

Trump bate su propio récord de impopularidad acorralado por su amistad con Epstein: seis de cada diez censuran su mandato

Las últimas encuestas dicen que nunca el presidente ha sido tan cuestionado como ahora. Una caída de popularidad en la que pesa lo poco que ha gustado en algunos sectores de MAGA su actitud de cara a los archivos de un pederasta.

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Este fin de semana Donald Trump ha cumplido el día número 300 de su segundo mandato presidencial y lo ha hecho arrastrando un índice de popularidad preocupante. Porque, según las últimas encuestas, solo el 39% de los estadounidenses aprueba su gestión frente a un 57% que dice estar a disgusto con el magnate neoyorquino (el 4% restante dice que no tiene una opinión formada al respecto).

“Una vez que termina la luna de miel [las primeras semanas de mandato] los presidentes tienden a perder popularidad, pero ningún presidente reciente ha caído tan bajo tan rápido como Trump”, aseguraba este lunes un análisis de la revista The Economist. “Al comienzo de su segundo mandato, la opinión pública estaba casi dividida por igual entre quienes aprobaban al presidente y quienes no, pero ahora su índice de aprobación es de -18”. Es decir: tres puntos porcentuales menos que en cualquier otro momento de su primer mandato.

El desplome no obedece a un único factor, pero los hay más importantes que otros. Uno de ellos, dicen los expertos, es el económico.

Trump fue reelegido después de prometer, entre otras cosas, que “los ingresos [de los estadounidenses] se dispararán, la inflación desaparecerá por completo, el empleo resurgirá con fuerza y la clase media prosperará como nunca antes”. Sin embargo, lo que impera ahora mismo en muchos hogares de Estados Unidos es la decepción.

“Es cierto que la inflación se ha controlado en gran medida tras haber alcanzado niveles catastróficos durante la era de Joe Biden”, afirmaba Liz Wolfe, editora de la revista Reason. “Pero los aranceles están perjudicando significativamente al consumidor estadounidense promedio”. Algo que –añade– Trump parece estar reconociendo implícitamente al establecer cada vez más excepciones en su guerra comercial.

Para muestra, el siguiente botón: el líder estadounidense afirmó a comienzos de noviembre que este año el precio de la típica cena de Acción de Gracias –el pavo, etcétera– sería un 25% más barato que el año pasado. Aunque Trump se estaba refiriendo concretamente a un ‘pack’ ofrecido por la cadena de supermercados Walmart, desde que hizo esas declaraciones los precios de los alimentos –en general– han subido aproximadamente un 2,7% desde el día de Acción de Gracias del 2024.

La importancia de Epstein

Otro de los factores relevantes a la hora de analizar su escasa popularidad tendría que ver con la amistad que durante años mantuvo Trump con Jeffrey Epstein. El poderoso millonario que se codeaba con las élites globales hasta que una investigación policial reveló, en 2005, que Epstein era un depredador sexual y abusaba de menores de edad.

El caso es que, a falta de poder contar con el testimonio del propio Epstein debido a que éste se suicidó en 2019, lo que queda para poder investigar quién sabía qué es lo que se conoce como los “Epstein Files”. O sea: los archivos de Epstein. Un sinfín de documentos que, teóricamente, podrían arrojar bastante luz tanto sobre las relaciones sociales del millonario como sobre sus negocios y su intimidad.

No obstante, al poco de comenzar su segundo mandato y después de haber prometido abrir los documentos de Epstein al público, Trump se negó a publicar los voluminosos archivos que guarda el Departamento de Justicia en sus sótanos. Lo cual hizo que una parte de su base –el movimiento MAGA [Make America Great Again]– arqueara la ceja. ¿Qué había detrás de semejante negativa?, se preguntaban algunos de sus adeptos. ¿Acaso Trump tiene algo que ocultar?

Poco después de aquello empezaron a surgir informes fidedignos indicando que el nombre del presidente aparece no pocas veces en esos documentos. Un dato que, de por sí, no demuestra nada (Epstein se codeó durante muchos años con las élites y Trump siempre fue parte de esa élite) pero que, sumado a la negativa de querer abrir los archivos al público, hizo arquear todavía más cejas entre no pocos seguidores suyos.

Luego llegó la jugada del Partido Republicano, supuestamente orquestada por Trump, de ‘cerrar’ la Cámara de Representantes durante cerca de dos meses para que no se pudiese jurar –dicen las malas lenguas– a la congresista Adelita Grijalva, del Partido Demócrata de Arizona, y para que no se pudiese votar, así, la apertura al público de los archivos de Epstein.

En ese punto estaban las cosas cuando la semana pasada, con el Congreso de nuevo abierto porque urgía pactar el presupuesto federal, volvió a coger velocidad el tema de Epstein. Un caso en torno al cual habrá finalmente un voto –para ver si se abren o no los archivos– este martes.

Una vez ha entendido que ese voto es inminente y que no puede hacer nada por frenarlo Trump, dicen los expertos, ha optado por adelantarse a los acontecimientos. De ahí que en la noche del domingo escribiese en su red social, Truth Social, lo siguiente: “Los republicanos de la Cámara de Representantes deberían votar a favor de la publicación de los archivos de Epstein, ya que no tenemos nada que ocultar y es hora de dejar atrás esta farsa promovida por el Partido Demócrata”.

“Trump ha cambiado de estrategia porque sabía que iba a perder de todas formas [el voto] y quiere lidiar con la situación de la mejor forma posible”, explicaban Jack Blanchard y Dasha Burns, de la revista Politico, en alusión a la cantidad de congresistas afines al presidente que no obstante pensaban votar a favor de abrir los archivos. ¿Por qué? Porque, de nuevo, es lo que quiere una parte importante de las bases del Partido Republicano y esos congresistas también tienen que ganar elecciones locales.

“Estamos asistiendo a cómo la extraordinaria autoridad del presidente sobre su partido está desvaneciéndose… aunque ahora, al menos, puede intentar decir que el resultado del voto era el que él quería”, sentenciaban los cronistas de Politico.

Fracturas internas

Con todo, este cambio de actitud llega después de que Trump se haya enemistado públicamente con una de sus principales valedoras dentro del Partido Republicano y una de las portavoces de los sectores más radicales del movimiento MAGA. La congresista Marjorie Taylor Greene.

Greene, una de las figuras más leales a Trump a lo largo de los años, también ha sido de las más críticas en lo que a su postura de cara al caso Epstein respecta. Y así lo ha hecho saber durante meses. Motivo por el cual Trump calificó el pasado viernes a Greene de “lunática” y dijo que, a partir de ese momento, no contara más con su apoyo.

Tras el comentario de Trump, Greene publicó en sus redes sociales que ella le había enviado a él un mensaje de texto sobre el delincuente sexual y eso, según ella, es lo que había enfurecido al presidente.

“Es asombroso lo mucho que lucha para impedir la publicación de los archivos de Epstein… hasta el punto de llegar a este extremo”, declaró Greene. “Pero la verdad es que la mayoría de los estadounidenses desearía que luchara con la misma intensidad para ayudar a los hombres y mujeres olvidados de Estados Unidos, hartos de las guerras y causas extranjeras, que se arruinan intentando alimentar a sus familias y que pierden la esperanza de alcanzar el sueño americano”.

La retirada de apoyo a Greene por parte de Trump llega en un momento políticamente delicado para el Partido Republicano después de las derrotas electorales cosechadas hace un par de semanas en los estados de Virginia y Nueva Jersey, donde se elegía nuevo gobernador. También llega a menos de un año de las elecciones de medio mandato –midterms– que decidirán qué partido controla tanto la Cámara de Representantes como el Senado hasta el final de su presidencia.

El ‘affaire’ Fuentes

Trump también ha querido pronunciarse este domingo sobre otro tema que está causando gran revuelo dentro del movimiento MAGA: la decisión del famoso presentador Tucker Carlson de dar voz al nacionalista blanco Nick Fuentes en una de sus entrevistas. Algo que figuras harto influyentes dentro del conservadurismo estadounidense como el senador Ted Cruz o el comentarista Ben Shapiro han condenado.

Trump, sin embargo, declaró que Carlson “es bueno”, que le había hecho “buenas entrevistas en el pasado” y que “si quiere entrevistar a Nick Fuentes, del que no sé mucho, pues que lo haga”. A fin de cuentas, añadió, es la gente quien debe decidir lo que interesa y lo que no.

Huelga decir que la postura de Trump importa, y mucho, en unos círculos conservadores donde apoyar o condenar a Carlson por dar voz a Fuentes se ha convertido en otra gran línea divisoria.