El senador Raphael Warnock con sus hijos Chloe y Caleb en un acto en Atlanta, Georgia.

El senador Raphael Warnock con sus hijos Chloe y Caleb en un acto en Atlanta, Georgia. Carlos Barria Reuters

EEUU

La victoria demócrata en Georgia se vuelve contra Donald Trump: "¿No vamos a cambiar nada?"

El triunfo del senador Raphael Warnock desequilibra las fuerzas en el Senado mientras grandes nombres republicanos como Mitt Romney y Marco Rubio han comenzado a atacar al expresidente.

8 diciembre, 2022 02:54

Durante los dos próximos años, el Senado seguirá estando en manos de los demócratas. El asunto era saber con cuánta comodidad. Después de garantizarse al menos el empate a 50 senadores con el voto de calidad de la vicepresidenta Kamala Harris, los demócratas buscaban en Georgia una victoria que era muy importante por varios factores: en un clima de división política, cada escaño cuenta y contará de nuevo en 2024. Aparte, a nadie se le escapa que estas elecciones eran en cierto modo el comienzo del siguiente ciclo electoral, que culminará con las presidenciales de dentro de dos años.

En ese sentido, lo que no debían ser más que unas elecciones locales han tenido durante estas semanas una cobertura nacional y no por casualidad: al senador demócrata Raphael Warnock, favorito en las encuestas y reelecto en el cargo con muchos menos apuros de los previstos, le ha apoyado en campaña hasta Barack Obama, que selecciona minuciosamente sus apariciones públicas. Por su parte, el republicano Herschel Walker ha tenido que lidiar con una contradicción en términos: pese a ser el candidato preferido por Trump, desde el Partido Republicano se ha preferido que el expresidente no pisase Georgia para no movilizar al electorado demócrata.

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Ha dado igual. Las últimas semanas de Donald Trump han sido fecundas en escándalos y reacciones internas y ganar elecciones así es muy difícil. Todo empezó con su cuestionable decisión de anunciar su candidatura a la presidencia de Estados Unidos justo a la vez que el partido republicano anunciaba su triunfo en la Cámara de Representantes, opacando su trascendencia mediática. Continuó con la filtración de la cena en su residencia de Mar-A-Lago (Florida) junto a Kanye West y el polemista antisemita Nick Fuentes y ha culminado con su reciente petición de "terminar" con la Constitución y con todas las leyes hasta que no se le reinstituya como presidente tras el supuesto fraude electoral de 2020.

Incluso para alguien como Trump, acostumbrado a confundir las leyes con sus deseos, las afirmaciones son graves. Tanto, que el senador por Utah, Mitt Romney, candidato a la presidencia en 2012, le ha contestado con contundencia: "El Partido Republicano es el partido de la Constitución. Cuando el presidente Trump habla de acabar con nuestra Constitución, pasa de MAGA (Make America Great Again) a RINO (Republicans In Name Only)", revertiendo con ironía la acusación que Trump lanza a todo republicano que no esté de acuerdo con sus postulados personalistas.

Más allá incluso ha ido Marco Rubio, rival de Trump en las primarias republicanas de 2016, que hace apenas un mes recibió el apoyo del expresidente durante un mitin en la feria de exposiciones de Miami y que sin embargo no ha escatimado en la crítica: "¿Y la respuesta republicana del Senado será no hacer cambios?".

Lo que se jugaba en Georgia

Lo cierto es que, pese a que Trump no hubiera estado en la campaña, nadie ponía en duda que un triunfo de Walker habría sido de alguna manera un triunfo del propio Trump y, sobre todo, una debacle para el Partido Demócrata. Las turbulencias en el GOP han hecho que los demócratas se hayan ido de rositas de unas elecciones legislativas que han dejado algunas preguntas sin contestar. La principal, por supuesto, es quién va a suceder a Joe Biden como candidato o si el propio Biden va a intentar sucederse a sí mismo, a los 82 años y con un estado de salud visiblemente mejorable.

Aunque los resultados, objetivamente, no fueran malos para el partido en el poder -su derrota en la Cámara fue mucho más suave de lo esperado y mantuvo el control del Senado- lo cierto es que los demócratas perdieron ante un rival descompuesto y con serios problemas no ya de liderazgo sino de concepto de partido. El Partido Demócrata le ofrece a su sociedad un mundo lleno de pasado, un intento de salvar las migajas del statu quo y lo ha personalizado estos dos años en la figura del presidente de la nación y la de la presidenta del Congreso, Nancy Pelosi, dos años mayor que Biden.

Si tenemos en cuenta que Georgia fue uno de los estados que se llevó Biden por los pelos en 2020 -la primera vez que los demócratas ganaban allí en unas presidenciales desde 1992- y que Warnock ganó también por la mínima su puesto de senador semanas después en otro desempate, una derrota en estas circunstancias habría sido un indicador pésimo para los azules, más aún ante un candidato mediocre como Walker y en medio de la polvareda que está levantando Trump.

Hunter Biden con su mujer y su hijo durante el encendido del árbol de Navidad en la Casa Blanca.

Hunter Biden con su mujer y su hijo durante el encendido del árbol de Navidad en la Casa Blanca. Evelyn Hockstein Reuters

El ordenador de Hunter Biden

Otra de las preguntas que debían responder los resultados de Georgia era hasta qué punto a los demócratas les iba a penalizar la reedición del escándalo Hunter Biden. En realidad, se trata de una misma pesadilla recurrente que tanto Trump como el Partido Republicano y su aparato mediático van sacando cada cierto tiempo, esta vez con la excusa de que Twitter prohibió la publicación de material sensible encontrado en su portátil y que, según determinados líderes conservadores, vincularían al hijo del presidente con redes de pederastia.

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Que no haya nada nuevo que aportar a la cuestión no quiere decir que se pueda dar por cerrada. Hunter Biden ha reconocido en varias ocasiones sus problemas con el sexo y las drogas. Incluso su padre ha explicitado esos problemas en sus distintos libros de memorias. Ahora bien, los hechos son los que son: el apellido Biden ha quedado arrastrado por el barro con las conductas de Hunter y su propio padre estará siempre bajo sospecha cuando se habla de los negocios que Hunter pudo sacar adelante tirando de ese apellido durante la administración Obama en la que Joe ejercía de vicepresidente.

No hay que olvidar, de hecho, que el primer impeachment al que se enfrentó Trump, en 2019, tuvo como origen el intento de chantajear al presidente ucraniano Volodímir Zelenski para obtener información sensible sobre los contactos de Hunter en Ucrania. De lo contrario, congelaría toda ayuda militar y económica, algo que hizo sin inmutarse.

Igual que decíamos que una victoria republicana habría sido una victoria de Trump y premiaría su reciente ofensiva verbal, el hecho de que el GOP haya vuelto a pegársela en un feudo tradicionalmente afín, sin duda aumentará las dudas sobre su comportamiento y su liderazgo. Perder tres veces seguidas en Georgia es mucho perder y de algunas derrotas, ya lo sabemos, no se sale.