El presidente saliente de Chile, Gabriel Boric, recibe en el Palacio de La Moneda a su sucesor en el cargo, el presidente electo José Antonio Kast.

El presidente saliente de Chile, Gabriel Boric, recibe en el Palacio de La Moneda a su sucesor en el cargo, el presidente electo José Antonio Kast. Pablo Sanhueza Reuters

América

José Antonio Kast, el hijo de un nazi huido a Sudamérica y admirador de Pinochet que busca borrar el legado de Boric

Su padre, Michael Kast, fue militante del Partido Nazi y ejerció como teniente en la II Guerra Mundial. Su hermano mayor fue ministro durante la dictadura militar.

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Santiago de Chile
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Las claves

José Antonio Kast, hijo de un exmilitante nazi alemán, se convierte en el presidente más votado de la historia de Chile, triunfando en su tercer intento.

Kast es admirador declarado de Augusto Pinochet y ha defendido su obra, diferenciándola de gobiernos democráticos recientes en el país.

Ha liderado el Partido Republicano tras abandonar la UDI y propone un "gobierno de emergencia" enfocado en el orden, la seguridad y el combate a la delincuencia.

Su familia tiene fuertes vínculos con el régimen militar y la política chilena, destacando la influencia de su hermano Miguel Kast y su participación en los Chicago Boys.

9 de noviembre de 2017. Chile se prepara para la primera vuelta de las elecciones presidenciales y José Antonio Kast (1966) afronta para el que sería el primero de tres intentos por llegar a La Moneda y tomar las riendas del gobierno. Año y medio antes había renunciado al partido de centroderecha tradicional, la Unión Demócrata Independiente (UDI), y ahora, mientras se pasea por radios y canales de televisión, no esconde su visión sobre la historia política reciente del país.

“Yo creo que sí, que [Augusto Pinochet] votaría por mí, si estuviera vivo yo creo que sí”, dice tranquilo y seguro de su respuesta. Siguiendo el diálogo con el periodista allí presente, resuelve ir aún más lejos, estableciendo un contraste entre la dictadura y el último gobierno de Sebastián Piñera, quien gobernó en dos ocasiones el país sudamericano y falleció hace poco más de un año tras un accidente en helicóptero en el Lago Ranco, sitio donde solía ir a vacacionar en verano.

“Yo soy bien directo, creo que Pinochet se pegó un salto cualitativo para que alguien como Sebastián Piñera pudiera desarrollar un programa. Separando el tema de los derechos humanos, el gobierno de Pinochet para el desarrollo del país fue mejor que el de Piñera”, añade.

El tiempo avanzó y sus críticas desde la derecha hacia el sector al que alguna vez perteneció continuaron y en algunos casos se recrudecieron, como cuando llegó a afirmar, poco después del estallido social y el proceso constitucional que acabó en letra muerta, que la administración del empresario fue la peor desde la de Salvador Allende.

Lo que antes fueron críticas sin dobleces, la noche del pasado domingo, a sólo minutos de que el Servicio Electoral (Servel) confirmara su victoria en las urnas con más del 58% de los votos, se convirtió en un homenaje ante la mirada de dos de los hijos del exjefe de Estado. Se trata de un cambio de estilo que no se limitó sólo a su opinión en torno al legado de Piñera, sino también a algunas de sus definiciones valóricas, como son el divorcio, el aborto y el matrimonio igualitario. Todas ellas ocultas bajo el manto del orden y la seguridad.

Bajo la consigna de hacer un “gobierno de emergencia”, que detenga un presunto estancamiento de la economía y un avance de la delincuencia y el crimen organizado, José Antonio Kast, fundador y líder del Partido Republicano, se convirtió en el presidente más votado en la historia de Chile. Y lo hizo en su tercera oportunidad, tal como el expresidente Allende, quien se ubica en sus antípodas ideológicas y fue electo en 1970, siendo abatido en Palacio tres años después.

Vínculos con el nazismo y el régimen militar

Católico y el menor de 10 hermanos, el presidente electo de Chile es hijo de Olga Rist y Michael Kast Schindle, quien fue militante del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán. Su padre, que llegó a Chile en 1950, a sus 26 años de edad tras la derrota de su país en la I Guerra Mundial, combatió en Francia, Italia y en la península de Crimea durante el conflicto bélico.

Si bien arrancó siendo un soldado, su rango militar llegó hasta teniente y pese a su captura por fuerzas estadounidenses, logró escapar, en abril de 1945, tras saltar desde el segundo piso de la escuela en la que estaba detenido. Si bien su primer destino, tras dejar su nación, fue Argentina, Chile terminó siendo la opción definitiva a la hora de asentarse y formar una familia.

Lo cierto es que las raíces políticas del flamante mandatario no se limitan sólo a su padre, pues el mayor de sus hermanos, Miguel Kast, también hizo recorrido en el escenario público. Primero, colaborando con el Partido Demócrata Cristiano (PDC), el mismo que albergó presidencias como las de Eduardo Frei Ruiz-Tagle o Patricio Aylwin. Después, desde el Movimiento Gremial (MG) y la UDI, mismas agrupaciones a las que después se sumaría el mismo José Antonio.

Elegido presidente de la Escuela de Economía y después secretario general de la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica (FEUC), el mayor de los Kast decidió seguir sumando peldaños en el ejercicio del poder. Fue tras el Golpe de Estado de septiembre de 1973, que una llamada de uno de sus socios más cercanos en su paso universitario, disuadió sus aspiraciones por irse a trabajar a México y arribó en el Ministerio de Planificación (Mideplan) del régimen. También fue parte de los denominados Chicago Boys, escuela que ayudó a formar en Estados Unidos el economista Milton Friedman, y lideró el Banco Central.

Fue desde esas decisiones, que el destino de la familia Kast y especialmente el de José Antonio, se vio unido a la obra de Pinochet y su séquito. No sólo por los lazos familiares, sino también por las distintas posturas que el mandatario electo ha tenido en defensa de la intervención armada y los 17 años de gobierno que siguieron después. Junto con votar “Sí” en el plebiscito de 1989, ha cuestionado el procesamiento que determinados militares, denunciados por violación de DDHH, han tenido de parte de la justicia. Uno de ellos, Miguel Krasnoff, hoy preso en Punta Peuco.

Rebelde de derechas

Tal como ocurrió con el primogénito de la familia Kast-Rist, José Antonio se formó en la Universidad Católica (UC), en calidad de abogado, y también cooperó activamente con el Movimiento Gremial, sellando una relación de confianza con quien se le reconoce como el “padre intelectual” de la dictadura de Pinochet. El fundador de la UDI, redactor de la Constitución Política vigente y asesinado en 1990 por terroristas de izquierdas del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMG), mientras salía de enseñar leyes en un aula universitaria, Jaime Guzmán.

Fue mientras estuvo en esa casa de estudios, que Kast se desempeñó en distintos cargos de índole estudiantil, como secretario de la Federación de Estudiantes y representante ante el Consejo Superior. También fue derrotado en su intento por presidir la máxima entidad de alumnos.

La UDI, que fundó Guzmán y que patrocinó la candidatura fallida de Evelyn Matthei en las últimas presidenciales, sirvió de domicilio político de Kast hasta mayo de 2016, momento en que, antecedido por dos intentos por presidir la tienda y cambiar el rumbo de la colectividad – la que hasta ese entonces estaba encabezada por los llamados Coroneles, Jovino Novoa, Pablo Longueira, Andrés Chadwick y Juan Antonio Coloma –, resolvió abandonar la militancia y emprender un nuevo proyecto. Uno que, primero, se tradujo en el Movimiento Acción Republicana y, segundo, en el Partido Republicano, que lo llevó al Poder Ejecutivo en marzo de 2026 y que goza de una significativa bancada de parlamentarios.

Siempre frontal hacia la izquierda y sin piedad muchas veces con la centroderecha a la que integró años atrás, lo que viene para el flamante mandatario es, junto con cumplir con las expectativas que su próximo gobierno enciende en la ciudadanía, convocar a grupos que vayan más allá de su casa política con el fin de proveer la gobernabilidad que el país demanda. El desafío parece inmenso y serán los primeros meses, se advierte, los que ayudarán a marcar su destino.