La caravana que custodia al jefe del Estado Mayor Conjunto de EEUU, el general Dan Caine, a su llegada al Centro Diplomático en Puerto España (Trinidad y Tobago).

La caravana que custodia al jefe del Estado Mayor Conjunto de EEUU, el general Dan Caine, a su llegada al Centro Diplomático en Puerto España (Trinidad y Tobago).

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EEUU instala una nuevo radar en Trinidad y Tobago en su acoso a Venezuela y Nicaragua ya intuye que será el siguiente

El despliegue tecnológico en Tobago anticipa una fase de mayor presión de EEUU sobre gobiernos aliados de Venezuela.

Más informaciónTrump advierte que EEUU empezará a "detener muy pronto" por tierra a presuntos narcotraficantes de Venezuela

Diego González | Agencias
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Las claves

Estados Unidos ha instalado un nuevo radar en la isla de Tobago, Trinidad y Tobago, cerca de la costa venezolana, aumentando su presencia militar y tecnológica en el Caribe.

La operación, confirmada por la primera ministra Kamla Persad-Bissessar, busca mejorar la vigilancia contra el narcotráfico e incluye ejercicios conjuntos entre fuerzas estadounidenses y trinitenses.

Analistas interpretan estos movimientos como parte de una estrategia de presión sobre gobiernos aliados de Venezuela, como Nicaragua, que teme ser el próximo foco de atención de Washington.

Expertos advierten que la vigilancia intensificada y los despliegues en la región podrían escalar, afectando directamente a países con vínculos estrechos con Caracas.

En las últimas semanas, la presencia militar y tecnológica de Estados Unidos en el Caribe ha vuelto a ganar protagonismo, con la instalación de un nuevo radar en Trinidad y Tobago y varios despliegues en la región. Estos movimientos son interpretados por analistas como parte de una estrategia más amplia de vigilancia y presión que podría tener implicaciones directas para gobiernos aliados de Caracas, como el de Nicaragua.

En las últimas semanas, la presencia militar y tecnológica de Estados Unidos en el Caribe ha vuelto a ganar protagonismo. Los últimos movimientos del Pentágono, sumados a mensajes más firmes desde Washington, han reactivado la inquietud en gobiernos que sostienen vínculos estrechos con Caracas.

Ese contexto ha alimentado la idea de una estrategia de vigilancia y presión más amplia, con repercusiones directas para varios países del entorno.

Nada que ver, desde luego, con la conversación que, según The New York Times, tuvieron la semana pasada Nicolás Maduro y Donald Trump, para negociar de manera diplomática. Dicho acercamiento no ha tenido consecuencias reales en la escalada militar, que no ha decaído.

Paralelamente, los despliegues, ejercicios y reuniones de alto nivel registrados en la región se observan como indicios de que la Casa Blanca busca reforzar su capacidad de acción en puntos considerados sensibles. Esa secuencia de hechos es la que permite situar en un mismo marco tanto la instalación del nuevo radar en Trinidad y Tobago como las expectativas de un incremento de la presión sobre Nicaragua.

Monitorear actividades desde Tobago

La primera ministra de Trinidad y Tobago, Kamla Persad-Bissessar, ha confirmado que el Ejército de Estados Unidos está instalando un nuevo radar en la isla de Tobago, próximo a la costa de Venezuela.

Según Persad-Bissessar, la instalación persigue monitorear actividades dentro y fuera del país y permitirá mejorar la vigilancia de los narcotraficantes en las aguas trinitenses. La mandataria añadió que las tropas estadounidenses continúan en el país y han colaborado en la modernización del aeropuerto y en tareas de vigilancia en Tobago, pese a que días antes había afirmado que los marines se habían marchado.

Ciudadanos habían informado sobre la presencia de marines en un hotel popular de Tobago y plataformas de seguimiento de vuelos detectaron aterrizajes de aeronaves militares en el Aeropuerto Internacional ANR Robinson.

Entre el 16 y el 21 de noviembre, unos 350 efectivos de la 22 Unidad Expedicionaria de Infantería de Marina de Estados Unidos realizaron ejercicios conjuntos con la Fuerza de Defensa de Trinidad y Tobago.

El martes anterior a la confirmación, Persad-Bissessar se reunió con el jefe del Estado Mayor de EE.UU., Dan Caine, para tratar desafíos de seguridad regional y las actividades de organizaciones criminales transnacionales. Un día después, la primera ministra aseguró que Washington no ha solicitado a su país ser "base para ninguna guerra contra Venezuela".

En Washington, el mismo contexto —un despliegue aéreo y naval en el mar Caribe— ha alimentado análisis sobre el alcance de la presión estadounidense en la región. El presidente Donald Trump advirtió en una comparecencia de que las Fuerzas Armadas actuarían "muy pronto" en tierra contra los que calificó de "narcotraficantes de Venezuela", mientras el gobierno venezolano, liderado por Nicolás Maduro, respondió exhibiendo su aviación y declaraciones de defensa territorial.

Preludio de presión a Nicaragua

Esa combinación de despliegue operativo y capacidades de vigilancia —representada, en el terreno, por el radar en Tobago— es interpretada por expertos como un preludio que podría ampliarse hacia otros gobiernos aliados de Caracas. En San José, analistas y críticos del sandinismo señalan que Nicaragua podría ser objeto de una mayor presión por parte de la Administración estadounidense si la tensión con Venezuela se intensifica.

El sociólogo Javier Meléndez, crítico del Ejecutivo nicaragüense, indicó a EFE que "vendría una etapa de mucha presión y mucho estrés para el régimen" de Daniel Ortega y Rosario Murillo si Estados Unidos decide intervenir en Venezuela. Meléndez señaló que, en ese escenario, Nicaragua se quedaría con menos aliados con quienes organizar una denuncia colectiva y perdería también apoyos materiales que recibía de Venezuela.

Por su parte, el investigador Robert Evan Ellis, del Instituto de Estudios Estratégicos del Colegio de Guerra del Ejército de Estados Unidos, advirtió que Nicaragua "está recibiendo más atención" por parte de Washington y que, para la Administración, puede ser un blanco por su asociación con temas como el narcotráfico y la migración.

Ellis matiza que una acción inmediata sobre Managua no es sencilla: la ruta de drogas en Nicaragua es menor que en otros países y, a corto plazo, Estados Unidos podría no convertir la lucha contra Ortega en una prioridad. No obstante, considera a Ortega como una amenaza estratégica por su vinculación con Rusia, China y Cuba y no descarta que, a largo plazo, la atención estadounidense se incremente.

Los analistas citados relacionan directamente la capacidad de vigilancia desplegada en el Caribe, incluida la estación de radar en Tobago, con una posibilidad real de escalada dirigida no solo a Venezuela sino también a actores regionales que apoyan o se benefician de sus vínculos con Caracas. Esa lectura explica que en Managua se intuya la posibilidad de convertirse en el siguiente foco de presiones diplomáticas, económicas o de seguridad, si la política estadounidense en la región cambia de fase.

Las informaciones recogidas por EFE registran, por tanto, la convergencia entre un despliegue militar y tecnológico puntual —la instalación en Tobago— y un debate estratégico más amplio sobre los posibles pasos de Washington en Centroamérica, en especial contra gobiernos asociados con Venezuela. La tensión permanece, y los movimientos internacionales de las próximas semanas serán observados con atención por gobiernos y analistas en la región.