Nicole Mittendorff, víctima de acoso sexual, acabó suicidándose.

Nicole Mittendorff, víctima de acoso sexual, acabó suicidándose.

América

El ‘Me too’ no llega a la Justicia: ni el suicidio termina con el acoso

Las leyes y los jueces de EEUU ponen muy difícil plantar cara a los abusos sexuales en el trabajo, sobre todo en ambientes tradicionalmente masculinos.

10 febrero, 2018 02:17

Cuando en 2016 el cuerpo de Nicole Mittendorff apareció colgado de un árbol en el Parque Nacional de Shenandoah, el fenómeno Me too aún no existía. En un primer momento, ni siquiera se vinculó su suicidio con un posible caso de acoso sexual, hasta que a los pocos días los medios de comunicación descubrieron que esta joven paramédico del cuerpo de bomberos del Fairfax, en el estado de Virginia, estaba siendo hostigada, insultada y vejada en las redes sociales incluso por sus propios compañeros.

Aquel suceso conmocionó a la sociedad estadounidense que, una vez más, constataba que el machismo campa a sus anchas en ambientes laborales tradicionalmente masculinos. Se abrió una investigación, se anunció que se tomarían medidas para que no volviera a pasar y se nombró incluso a una directora dedicada a evitar nuevas situaciones de abusos contra las trabajadoras. Se iba a hacer justicia.

Un año después, en el otro extremo del país, Hollywood temblaba ante la avalancha de denuncias contra el productor Harvey Weinstein. Numerosas actrices levantaron la voz por haber sufrido los abusos de este magnate del cine. Luego vinieron otras famosas. Después, los políticos. Las redes sociales se fueron inundando con la etiqueta #metoo, al tiempo que los acosadores se veían obligados a pedir perdón públicamente, a pasar vergüenza y a pagar indemnizaciones. Se estaba haciendo justicia, o al menos eso pesó Alecia McNair, que desde el salón de su casa en Georgia, veía con ilusión las noticias sobre estas victorias.

Animada por este nuevo movimiento, esta madre soltera de 53 años recordó lo ocurrido dos años atrás, cuando un compañero de la fábrica donde trabajaba la toqueteó sin que su jefe lo evitara, a pesar de que ella había alertado de que llevaba tiempo propasándose. Al fin, había llegado el momento de hacer justicia.

Pero no. Ninguna de estas historias acaba como podría esperarse.

Desde el pasado mes de octubre, el acoso sexual está en el centro de la agenda política de los EEUU. Las celebridades acuden vestidas de negro a los Globos de Oro y otras ceremonias para mostrar su solidaridad con las víctimas. Las congresistas hacen lo propio cuando Donald Trump pronuncia su discurso sobre el Estado de la Unión, y en las tertulias televisivas, los comentaristas reclaman tolerancia cero con estas prácticas. Pero no. En la América real, levantar la voz no sale gratis, ni las leyes ayudan.

“Existe una ley federal que prohíbe el acoso sexual en el lugar de trabajo. La mayoría de los estados también tienen normas propias en este mismo sentido, y es bueno que existan estas regulaciones, porque llevan a muchos empleadores a intentar detener los abusos en el ámbito laboral. Sin embargo, no todos se toman en serio las denuncias y, cuando los casos llegan ante un juez, a menudo es difícil probarlos debido a límites de la legislación”, explica a EL ESPAÑOL Sandra Sperino, decana asociada de la Facultad de Derecho de la Universidad de Cincinnati y experta en discriminación laboral.

Efectivamente, el sistema norteamericano está lejos de ser perfecto y de garantizar el resarcimiento de las víctimas. Pero incluso al margen de cuestiones legales, el machismo aún está aceptado en ámbitos históricamente reservados para los hombres.

"Los bomberos defienden el acoso"

Volvamos al caso de la Nicole Mittendorff, la paramédico que decidió quitarse la vida a los 31 años tras padecer la persecución online de sus compañeros. Más de un año después de aquel escándalo, el departamento de bomberos donde trabajaba ha vuelto a ocupar titulares. Kathleen Stanley, la jefa del Área de la Mujer, creada para evitar que se repitieran casos como éste, dimitió la pasada semana. Lo hizo presentando una carta explosiva, en la que lamenta que el acoso contra las mujeres se permita y propicie.

Kathleen Stanley dimitió la semana pasada lamentando el acoso contra las mujeres.

Kathleen Stanley dimitió la semana pasada lamentando el acoso contra las mujeres.

“El Departamento de Bomberos de Fairfax tolera y con frecuencia defiende el acoso sexual, las represalias y un ambiente de trabajo hostil. La 'tolerancia cero' es un término hueco, un compromiso falso. Este puesto -que ocupo- carece de autoridad real, respeto o valor”, rezaba la misiva.

El viudo de Nicole ha pedido la renuncia del jefe del cuerpo, Richard Bowers, y del resto de responsables tras conocer que las promesas que le hicieron cuando murió su mujer han quedado en nada. “Poco después del suicidio de mi esposa, el departamento me prometió que se harían esfuerzos para educar y reformar la cultura de esta profesión dominada por los hombres, es una decepción”, apuntó. La respuesta no deja indiferente. No habrá dimisiones ni ceses, pero además, el jefe Bowers ha replicado ante la nueva polémica que “el 95 por ciento de las trabajadoras no han reportado problemas en el departamento que tengan que ver con su género”. Lo que no aclaró es a qué casos responde el restante cinco por ciento.

El sexismo en el puesto laboral no siempre tiene consecuencias tan trágicas, pero plantarle cara tampoco garantiza un final feliz. En EEUU, las organizaciones especializadas y los despachos de abogados han detectado un fuerte aumento de las denuncias desde que comenzó el movimiento Me too. Incluso en ambientes académicos, como la Universidad de Harvard, se han registrado un 20 por ciento más desde que estalló el escándalo Harvey Weinstein. Las encuestas de opinión, además, sitúan el problema del acoso sexual en el trabajo como una de las principales preocupaciones de la población.

Sólo 180 días para denunciar

Al calor de esta oleada de apoyo a las víctimas, Alecia, la madre de 53 años de Georgia, pensó que había llegado su momento de buscar justicia y contó su caso al Washington Post . Se puso en contacto con una abogada y le narró cómo un excompañero de su antigua fábrica le hacía comentarios obscenos, le enseñaba imágenes subidas de tono y, al final, acabó propasándose sin que su superior hiciera nada. A primera vista, había material suficiente para llegar a juicio. El problema era que todo había ocurrido hacía dos años.

“Para una demanda federal, una víctima debe acudir a la Comisión de Igualdad de Oportunidades en el Empleo (EEOC) o una agencia estatal similar dentro de un plazo de entre 180 y 300 días desde que se produjo el acto de acoso sexual. Para una reclamación legal, sin embargo, este es un período de tiempo muy corto”, advierte Sandra Sperino, que ha publicado recientemente un libro sobre este tema -Unequal: How America's Courts Undermine Discrimination Law.

Las leyes no parecen estar pensadas para aquellas personas que necesitan recuperarse del abuso sexual antes de acudir a los tribunales. Pero hay más inconvenientes, como señala esta experta. “En EEUU, el empleador puede pedirle a un juez que desestime un caso antes de llegar a un jurado, con un juicio sumario. Y esto ocurre a veces, cuando el magistrado entiende que el demandante no ha demostrado que el hostigamiento sea severo o generalizado”.

Tocar los pechos puede no ser acoso

El problema es que el listón legal está muy alto. Según detalla Sperino, “los jueces en ocasiones encuentran que el acoso no es severo ni profundo, incluso cuando un empleado razonable puede pensar que ha sufrido acoso sexual”. “Por ejemplo, hay casos en los que una empleada alega que su supervisor le ha tocado los pechos en el trabajo. Algunos tribunales consideran que si esto sucedió dos o tres veces, no es suficiente para sostener una acusación por acoso”.

Otro inconveniente añadido es que algunas compañías sellan acuerdos confidenciales con las víctimas que, una vez recibida la indemnización, no podrán perseguir judicialmente al acosador. Estos pactos extrajudiciales costaron 699 millones de dólares en 2010 a las empresas, según un informe de 2016 de la EEOC.

Pero aunque a que la legislación no parece precisamente favorable, las cosas empiezan a moverse en las cámaras legislativas de EEUU. “Se están dando algunos esfuerzos para cambiar las normas y se está tratando de limitar los acuerdos de no divulgación. Además, esperamos que la publicidad de estos casos haga que algunos jueces rebajen un poco el listón”, destaca la autora, para quien el movimiento ‘Me too’ ha conseguido poner el foco sobre este problema.

Mientras llegan las reformas, los medios siguen difundiendo nuevos testimonios, los famosos siguen movilizándose y poco a poco llegan algunas victorias judiciales. Para algunas víctimas como Nicole o Alecia, sin embargo, la justicia llegará tarde.