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    Al abrazar la religión estos hombres pueden abandonar sus pandillas sin represalias. Pero si no muestran verdadera devoción, sus antiguos compañeros de pandilla pueden matarlos. Jorge Cabezas/Reuters

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    Expandilleros, ahora miembros de la iglesia Torre Fuerte, trabajan dentro de una celda de cuarentena en la prisión San Francisco Gotera. El gobierno del presidente Salvador Sánchez Cerén planea usar esa prisión como un modelo de rehabilitación religiosa. Jorge Cabezas / Reuters

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    "Solíamos decir que la pandilla era nuestra familia, pero Dios nos quitó la venda de los ojos", asegura Rivera, quien tiene 36 años. Su transformación llegó tras las rejas, dice, cuando se refugió en la oración. Jorge Cabezas/Reuters

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    El director de la cárcel de San Francisco Gotera, Óscar Benavides, asegura que hace dos años el recinto era casi en su totalidad el hogar de pandilleros activos. Ahora. la mayoría de sus 1.500 reclusos quiere desintoxicarse de la violencia gracias a la religión.

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    Miembros de la pandilla Barrio 18 participan en un servicio religioso en la prisión de San Francisco Gotera. El culto evangélico ha crecido rápidamente en Centroamérica en la última década. Jorge Cabezas /Reuters

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    El pastor Manuel Rivera es el director de la iglesia evangélica Torre Fuerte en la prisión San Francisco Gotera, a unas 120 millas al suroeste de San Salvador. Rivera fue un asesino de la pandilla Barrio 18 pero ahora se dedica a llevar un mensaje de salvación a decenas de hombres tatuados en sus brazos, cuellos y rostros. Jorge Cabeza / Reuters

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    "Estaba cansado de vivir la vida desordenada de la pandilla, el Señor me puso en el lugar más apropiado para sacarme de allí. Ahora enseño a mis hermanos a leer y escribir", cuenta Roberto Carlos Valencia Cruz, miembro de la iglesia evangelica Torre Fuerte. Jorge Cabezas/ Reuters

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    Michael Douglas Hernández también es miembro de la iglesia evangélica Final Trompeta en la prisión de San Francisco Gotera. "Soy el bibliotecario en la iglesia y mi trabajo es darles tiempo de lectura a mis hermanos. Me hice cristiano hace dos años porque Dios tocó mi corazón", asegura. Jorge Cabezas/Reuters

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    Oscar Alirio Montaño Amaya es cristiano desde hace dos años. Era parte de un grupo de hip-hop llamado 'Furia Gángster' pero ahora es diácono de la iglesia evangélica Final Trompeta. "Dios me habló en sueños para convertirme. Lo intentó dos veces pero seguí volviendo a la vida de los mafiosos. El llamado definitivo llegó cuando estaba descansando en una hamaca. De repente comencé a llorar y caí de rodillas". Jorge Cabezas/Reuters

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    "Me hice miembro de la iglesia después de salir de la cárcel de máxima seguridad. Me habían detectado insuficiencia renal crónica, una enfermedad terminal, pero he sobrevivido dos años hasta ahora", relata Juan Carlos Guerra Romero. José Cabezas /Reuters

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    Clases de religión en una de las aulas de la cárcel Francisco Gotera. José Cabezas/Reuters