Imagen de archivo de una mujer preocupada por su peso frente al espejo.
Una nutricionista revela lo que se esconde detrás del uso extendido de Ozempic: del 'healthy look' al cuerpo GLP-1
El fármaco, en cuestión de meses, ha pasado de ser un tratamiento para la diabetes tipo 2 a convertirse en la nueva promesa para perder peso.
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Ahora que el verano parece que va llegando a su fin, que la operación bikini termina y se activa la rueda del nuevo curso cargada de propósitos, vengo a hablar de un tema incómodo.
De una medicina envuelta con papel de solución, pero que pone de manifiesto verdades de nuestra sociedad. Las cuales muestran la disfunción de la permanente mirada que ha existido, y existe, siempre, sobre el cuerpo de la mujer.
Sí amiga, hoy quiero hablarte del medicamento de moda: Ozempic.
Y es que no es solo un fármaco. Es un símbolo. En cuestión de meses, ha pasado de ser un tratamiento para la diabetes tipo 2 a convertirse en la nueva promesa (y obsesión) para perder peso. En redes, en revistas, en consultas privadas… el boom ha sido tan rápido como preocupante.
Y aunque se presenta como un avance científico, la pregunta sigue siendo la misma de siempre: ¿Qué mensaje estamos enviando con esta fiebre por adelgazar? ¿Hemos aprendido algo de décadas de dietas, culpa y gordofobia o solo lo estamos vistiendo de bata blanca?
Del healthy look al cuerpo GLP-1
No es la primera vez que la medicina entra en el terreno estético. Pero lo que hace diferente a Ozempic —que contiene el principio activo semaglutida— es su poder real para frenar el apetito y generar una pérdida de peso rápida.
¿Cómo funciona? Su mecanismo se basa en imitar una hormona llamada GLP-1, que ayuda a regular el azúcar en sangre y también al cerebro a reducir el hambre.
Desde el punto de vista facultativo, es un avance. Desde el aspecto social, es un espejo incómodo. Porque, aunque se use el discurso de la salud, lo que se premia sigue siendo el cuerpo delgado.
A decir, verdad, el ideal estético no ha cambiado tanto —no ha cambiado nada—. Simplemente, ahora se presenta con una nueva envoltura: la del progreso farmacológico. Pero la presión, especialmente para las mujeres, sigue ahí. Más elegante, más silenciosa, pero igual de fuerte.
Imagen de archivo de una mujer pinchándose Ozempic.
El doble mensaje hacia las mujeres
Vivimos en una paradoja constante: se nos invita a aceptarnos, a amar nuestro cuerpo, a ser libres… pero al mismo tiempo se nos bombardea con soluciones milagrosas para bajar kilos. La contradicción es brutal.
Y cuando no se encaja en el molde, el mensaje implícito es claro: cambia. A veces, a cualquier precio. El gran problema es que esto impacta especialmente en las adolescentes, las cuales crecen pensando que la delgadez es sinónimo de éxito, salud y valía.
También en aquellas que ya son adultas que, incluso habiendo hecho un trabajo personal profundo, vuelven a dudar de su cuerpo cuando la conversación social gira en torno al peso.
Y por supuesto, afecta a esas niñas que miran a sus hermanas mayores, tías, madres… sin entender nada, solo queriendo formar parte de este circo social donde la mujer vale más si está más delgada.
La gordofobia moderna
Hoy nadie diría abiertamente: "No me gustan los cuerpos gordos". La gordofobia actual es más sutil. Se esconde tras frases como: "Es por su salud", "Yo me cuido", "Cada uno con su cuerpo, pero…".
Y en el fondo sigue habiendo discriminación: menos oportunidades laborales, comentarios hirientes e invisibilización médica.
Numerosos estudios recientes muestran que las personas con sobrepeso u obesidad tienen menos probabilidades de recibir pruebas diagnósticas adecuadas porque muchos síntomas se atribuyen erróneamente a los kilos de la báscula. Y eso, sí que es un problema de salud pública —o sea, de todos—.
Riesgos silenciados
Ozempic no es inocuo. Náuseas, vómitos, pérdida muscular, estreñimiento severo, efecto rebote al dejarlo… son consecuencias comunes que muchas personas no conocen antes de empezar.
Además, hay estudios que señalan posibles riesgos pancreáticos y de salud digestiva a largo plazo. Pero en redes sociales el discurso es otro: cuerpos antes y después, sin matices, sin contexto, sin ciencia.
Aquí es donde es necesario que entre la mirada integrativa. La salud no es solo el peso, es el estado de la microbiota, del sistema nervioso, la relación con la comida, la energía vital, el descanso, el placer...
Imagen de archivo de dos chicas disfrutando mientras se comen unos helados.
A veces, por perseguir una talla, se pierde todo lo demás. Y aunque los fármacos pueden ser una herramienta útil en casos específicos, cuando se convierten en norma social, dejan de ser medicina para transformarse en reflejo de nuestras inseguridades colectivas.
En definitiva, no vengo con la intención de demonizar Ozempic. Se trata de mirar con honestidad el contexto que lo ha convertido en fenómeno. De preguntarnos por qué queremos tanto dejar de comer, desaparecer y reducirnos. ¿Valdremos más como personas si ocupamos menos? ¿Si parecemos más frágiles y vulnerables?
Y sobre todo, me gustaría empezar a construir una nueva narrativa: una donde la salud no se mida en kilos, donde los cuerpos diversos tengan espacio, donde cuidarse sea un acto de amor y no de castigo. Quizás, el verdadero avance no sea perder peso, sino perder el miedo a no gustar.