Una chica en la playa.

Una chica en la playa. iStock

Salud y Bienestar

Una nutricionista aborda de forma tajante el estreñimiento veraniego: las claves para olvidarte del problema

Cuando llega el periodo de desconexión, la vida sabe mejor, pero el cambio de rutina, aunque sea positivo, también afecta al organismo.

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Agosto, playita, chiringuito, dormir sin despertador… Y un intestino que, de pronto, decide que hoy no es su día. Ni hoy ni mañana ni pasado.

Si eres de las que en vacaciones se pasa más tiempo esperando a ir al baño que eligiendo dónde cenar, no estás sola. De hecho, le pasa a muchísima gente. Y no, no es casualidad.

El estreñimiento vacacional es tan común que hasta debería tener nombre propio. Además, no solo le sucede a los niños. Afecta a miles de mujeres adultas que, en cuanto se alejan de su aseo habitual, sienten que el cuerpo no responde igual.

Vengo a contarte por qué ocurre esto y qué puedes hacer para no volverte loca (ni hinchada).

¿Por qué sucede?

Para empezar, hay que aclarar que todo cambia en este contexto. Cuándo y qué comes, dónde duermes, el calor que hace, el estrés (sí, incluso en las jornadas de descanso se padece, aunque sea de otro tipo) y la rutina.

Imagen de un baño.

Imagen de un baño. Foto de Chastity Cortijo en Unsplash

El sistema digestivo es muy sensible a estas situaciones, y aunque creas que estás relajada, puede estar recibiendo muchas señales confusas.

¿Cuáles son las causas más usuales?

Otros horarios y actividades. Tu intestino adora la regularidad. Si en casa siempre desayunas y a los 15 minutos haces tu visita al inodoro, romper ese ritmo puede descoordinar el reflejo defecatorio.

Menos movimiento, más hinchazón. Es fácil pasar de caminar cada día a tirarte en una hamaca durante horas, por eso tu tránsito también se relaja.

Se produce una deshidratación silenciosa. Sudas más, bebes menos (o peor) e incluso te olvidas del agua. Como resultado, unas heces más duras, más secas y menos ganas de ir al retrete. 

Más grasa en general, menos fibra en particular. Porque no, la croqueta no cuenta como vegetal. Ni las tostadas del bufé como desayuno saludable. Ingerir más procesados y menos productos frescos afecta directamente a esta cuestión.

Incomodidad con el entorno. Sí, el famoso 'no puedo en baños ajenos' es real. Si no te sientes cómoda, el cuerpo se bloquea. El intestino necesita privacidad, seguridad y tranquilidad para hacer lo suyo.

En conclusión: tu microbiota está desorientada. Las bacterias buenas también notan el cambio de ambiente. Y cuando la flora se altera, la regularidad se resiente.

¿Qué puedes hacer?

La buena noticia es que no tienes que resignarte ante la situación. Hay muchas cosas que puedes hacer para prevenir, o aliviar, este atasco vacacional. Aquí van algunos consejos reales, efectivos y fáciles de aplicar, incluso en chanclas:

  1. Bebe más agua de la que crees que necesitas. La hidratación es clave para mantener las heces blandas. Y no, la cerveza no cumple la misma función. Pero sí, puedes ayudarte también con infusiones frías y caldos suaves.

  2. Incluye frutas y verduras frescas todos los días. Si tienen mucha agua, como la sandía, el melón o el pepino, mejor. De todos modos, no hace falta que te prepares una ensalada gourmet en la sombrilla, pero sí estaría genial que incluyeses tomate, espinacas, calabacín, ciruelas, kiwi o manzana con piel. Un gazpacho al día también suma. 

  3. Muévete un poco cada mañana. Sé que cuesta, pero un paseo de entre 15 y 20 minutos por la playa o por el pueblo puede ser suficiente para activar el organismo. El movimiento físico estimula el tránsito intestinal y ayuda a generar ese reflejo matinal.

  4. Date tiempo y espacio para ir al baño sin presión, y a esto me refiero de forma literal y figurada. Si estás con gente, busca tu momento de intimidad. Y si no sale hoy, no pasa nada. No te obsesiones ni lo fuerces.

  5. Usa semillas de lino o chía. Una cucharada al día (hidratadas en agua o mezcladas con yogur, fruta o batidos) ayuda a lubricar el intestino de forma suave y natural.

  6. Cuida tu microbiota incluso en vacaciones. Puedes llevar probióticos si los usas normalmente, pero también puedes echarle una mano a tus bacterias con alimentos fermentados (encurtidos no pasteurizados, kéfir, kombucha…).

  7. Evita los laxantes agresivos, esos que entran en la categoría de 'por si acaso', porque no contribuyen a regularte. De hecho, pueden empeorar el problema si te acostumbras o si provocan un efecto rebote. Si necesitas una ayuda puntual, consulta primero y elige opciones suaves y respetuosas.

Es fundamental consumir fruta para mantener el tránsito intestinal.

Es fundamental consumir fruta para mantener el tránsito intestinal. Foto de Scott Webb en Unsplash

Lo emocional pesa

Aquí viene una parte importante que casi nadie tiene en cuenta: el intestino es un órgano emocional. Cambiar de entorno, aunque sea de forma positiva, implica cierto nivel de tensión para el sistema nervioso. Nueva cama, ruidos y horarios, más gente alrededor, la convivencia… Aunque lo lleves con alegría, son muchos estímulos. Y esta víscera lo nota.

Además, el simple hecho de estar pendiente del tema ya genera ansiedad. Es habitual escuchar frases como "hace dos días que no voy", "me noto hinchada" o "me da corte ir al baño aquí", y eso se traduce en mayor inhibición digestiva. A mayor presión mental, más bloqueo físico. Y así empieza el bucle.

Por eso, tan importante como la fibra es la calma. Reírte un poco del tema, hablarlo sin tabúes y darte permiso para no ir cada día. Por supuesto, has de confiar en que el cuerpo, si lo acompañas, vuelve a su ritmo.

Recuerda que tú estás de vacaciones y tu organismo también. No te está fallando. Solo necesita un poco de ayuda, espacio y amabilidad para adaptarse al nuevo entorno.

Así que no te castigues, no te obsesiones y, sobre todo, no olvides de escucharte. Porque hacer caca no es solo un acto fisiológico: es también un buen indicador de cómo estás digiriendo la vida.