La investigadora en la sede del Instituto Español de Oceanografía en Málaga.

La investigadora en la sede del Instituto Español de Oceanografía en Málaga. Lorenzo Carnero

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Isabel Ferrera, la ecóloga que viajó en el primer sumergible que grabó el Titanic: "En el mar hay criaturas de ciencia ficción"

La investigadora ha participado en múltiples expediciones científicas que la han llevado a explorar el fondo marino hasta en el triángulo de las Bermudas.

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"Lo esencial es invisible a los ojos". Isabel Ferrera (Isla Cristina, 1977) repite la frase de El Principito como quien reza un mantra. No es sólo su máxima existencial; es el núcleo de su trabajo y de su manera de mirar. La bióloga, especialista en microbios marinos, es una de las pocas científicas españolas que ha descendido a 2.600 metros de profundidad en el océano.

Criada en el seno de una familia de pescadores, se doctoró en Microbiología Ambiental en la Autónoma de Barcelona. Premio Extraordinario. Su trayectoria incluye largas estancias posdoctorales en instituciones académicas de Estados Unidos y Alemania, así como en el Instituto de Ciencias del Mar (ICM-CSIC) de Barcelona.

Aunque ha desarrollado buena parte de su carrera en Cataluña, hace seis años consiguió una plaza para trabajar en la sede del Instituto Español de Oceanografía en Málaga, como investigadora principal del grupo de Ecología del Plancton y Retos Ambientales.

Si le preguntan qué es eso que le fascina tanto del abismo azul, ella lo tendrá claro: su misterio. "Conocemos más la superficie de la Luna que la profundidad de los mares", asegura. Su escritorio está a unos metros del agua —porque el edificio se ubica en pleno puerto de la ciudad— y casi todo tiene que ver con él.

Durante la videollamada, enseña la portada de Bajo la piel del océano (Carlos Pedrós-Alió, 2017), libro que le fascina y que le sirve como recuerdo de su descenso en el primer sumergible que exploró los restos del Titanic tras su descubrimiento en 1985.

La nave, que acoge a pasajeros dedicados a la investigación oceánica profunda, pertenece a la Marina estadounidense desde 1964 y gracias a ella fue posible observar por primera vez las chimeneas hidrotermales del Pacífico, un hito en la historia de la exploración científica. Ferrera viajó en ella en 2006 y 2007, en dos expediciones que marcaron su carrera.

Es la investigadora principal del Grupo de Ecología del Plancton y Retos Ambientales del Centro Oceanográfico de Málaga.

Es la investigadora principal del Grupo de Ecología del Plancton y Retos Ambientales del Centro Oceanográfico de Málaga. Lorenzo Carnero

No le interesa coleccionar suvenires, sino muestras de un mundo que la ciencia apenas ha empezado a cartografiar. "La tecnología que se necesita para poder acceder al océano profundo es costosa y compleja, lo que hace que tengamos poquita idea del mismo", dice, reconociendo que aquella afirmación de que sólo conocemos un 5% de lo que hay en él es cierta.

Y añade sobre sus experiencias: "Ver con tus propios ojos el ecosistema que estudias es importante, porque una imagen vale más que mil palabras, y es que el fondo marino es como otro planeta. Incluso los organismos grandes que viven ahí parecen alienígenas. No son parecidos a nada que exista en la superficie. Sumergirse es como estar viendo ciencia ficción".

Una aventura de película

Guarda relación con esa referencia al cine una de las anécdotas por las que más se conoce al Alvin. Una década antes de que la andaluza se subiera a él lo hizo James Cameron. El director lo alquiló para ver el Titanic, pero después le fascinó tanto este mundo que hizo una película, Aliens of the Deep (2005), sobre esos ecosistemas.

Y no contento con eso, "se construyó su propio sumergible [el Deepsea Challenger] para bajar a la fosa de las Marianas", comenta Ferrera, que ya por asociación de experiencias se ha acabado convirtiendo en una experta en curiosidades sobre el canadiense. Se ríe al contarlo, pero en su narración asoma una crítica: el contraste entre las misiones científicas y las expediciones privadas.

Fue más clara aún cuando los medios empezaron a contactar con ella tras el trágico accidente del Titán: aquel viaje turístico de alto riesgo para visitar los restos del Titanic que se cobró la vida de cinco tripulantes en el verano de 2023. "Nosotros no vamos de paseo, vamos a cumplir objetivos de investigación que tienen un impacto", se reafirma.

La científica, retratada en las instalaciones del Instituto Español de Oceanografía.

La científica, retratada en las instalaciones del Instituto Español de Oceanografía. Lorenzo Carnero

"Sin ser yo ninguna ingeniera de submarinos", matiza, los periodistas se hicieron eco de su descenso en el Alvin y quisieron conocer su opinión. Aunque la exposición fue "algo abrumadora", vio en ella la oportunidad de dar visibilidad a su trabajo. "Y más aún siendo mujer, porque las entrevistas y reportajes siguen estando dominados por la presencia masculina", asegura.

Sus expediciones, al margen de la nave que grabó el famoso transatlántico, la han llevado al triángulo de las Bermudas, a Hawái y al Mar Rojo, donde vivió uno de los episodios más tensos de su carrera: "Hicimos un viaje en 2010 y nos preocupaba ser víctimas de un ataque pirata. Trabajar bajo esa presión, pensando que tu vida puede estar en juego por tu trabajo, estresa a cualquiera".

Su aliado: el plancton

La vida cotidiana de Ferrera, al margen de los titulares, transcurre lejos de cualquier foco mediático. El ritmo lo marca la ciencia, la logística del trabajo internacional y la vocación docente. En Málaga, lidera proyectos sobre la ecología del plancton y los retos ambientales del océano, tan urgentes como la resiliencia de nuestros mares o el futuro de los sistemas hidrotermales.

Su presencia en el Instituto Español de Oceanografía ha sido clave para consolidar la línea de ecología microbiana marina, un campo que hasta entonces no existía en la sede. Lidera proyectos europeos y nacionales sobre el papel de los microorganismos en los ciclos biogeoquímicos del océano, como el carbono, el nitrógeno o el fósforo, procesos clave para entender el cambio climático.

Los microbios, explica desde la sencillez, "pueden ser parte del problema o de la solución. Emiten gases como el CO₂ o el metano, pero también los consumen. La mitad de la fotosíntesis del planeta la hacen las plantas, y la otra, los organismos marinos fotosintéticos".

Ha realizado estancias posdoctorales en instituciones de Estados Unidos y Alemania, así como en el Instituto de Ciencias del Mar (ICM-CSIC) de Barcelona.

Ha realizado estancias posdoctorales en instituciones de Estados Unidos y Alemania, así como en el Instituto de Ciencias del Mar (ICM-CSIC) de Barcelona. Lorenzo Carnero

Su día a día combina la supervisión de jóvenes investigadores, el análisis de muestras y la planificación de campañas en mar abierto. "Me encanta estudiar. Este trabajo me permite saciar ese interés y viajar mucho, porque la ciencia que hago me lleva a sitios lejanos" señala Isabel.

Su pulso científico late con fuerza en investigaciones de campo. Uno de los escenarios clave de sus últimos años ha sido el Mar Menor, símbolo de que "los ecosistemas tienen que ser resilientes, pero llega un momento en que no soportan más los impactos que reciben y se convierten en lugares muy vulnerables".

El suyo "es un caso paradigmático", suele explicar en charlas y foros. Ella es una estudiosa del asunto. El estado de la albufera empeoró en 2016, cuando se convirtió en una 'sopa verde' por la proliferación de microalgas. "Esto no ocurre de un día para otro", insiste, sino que encuentra su causa en el exceso de nutrientes provenientes principalmente de la agricultura intensiva en la zona.

Ferrera está convencida de que en el futuro "tendremos un Mar Menor distinto, tal vez bueno y saludable, pero nunca será el mismo que había antes". Las grandes crisis ecológicas, como ha demostrado el caso del enclave murciano, no se resuelven con simples soluciones técnicas: requieren políticas comprometidas y la colaboración honesta entre investigadores y sociedad civil.

España versus EEUU

Aun así, reconoce que el entorno científico está lejos de ser idílico. "España está encajada en el sistema público y tenemos unas trabas burocráticas que son casi más limitantes que la falta de financiación", lamenta la ecóloga, para quien los proyectos internacionales aportan aire fresco y alternativas para seguir aprendiendo y colaborando.

La andaluza lidera proyectos que estudian la biodiversidad microbiana marina, centrándose en el papel que juega esta en los ciclos biogeoquímicos.

La andaluza lidera proyectos que estudian la biodiversidad microbiana marina, centrándose en el papel que juega esta en los ciclos biogeoquímicos. Lorenzo Carnero

Aun así, no pierde el optimismo: "Creo que no estamos en nuestro peor momento. Lo importante es mantener el avance en el tiempo, que no dependa de ciclos políticos". Su reflexión incluye también la dimensión internacional. Durante su reciente estancia como investigadora sénior en Estados Unidos, se encontró con colegas y laboratorios en un contexto más incierto del que recordaba.

El ambiente allí, según informes del sector, es comparable al de una tromba marina: compromisos cambiantes, negativas para renovar fondos, proyectos que se paralizan de un día para otro cuando no encajan con la línea del Gobierno... "La conversación de pasillo es constante, todo el mundo está muy nervioso con la incertidumbre", asegura.

Y añade: "Nunca había visto a los estadounidenses preocupados por sus proyectos. Siempre éramos nosotros y ahora resulta que ellos están peor. Da miedo que esto se pueda expandir a otros países". Tal vez por eso le dio cierta tranquilidad volver a España, cuando se animó a atender a esta revista después de unos meses alejada del foco mediático.

Ferrera atiende a Magas tras su regreso de Estados Unidos, donde permaneció varios meses gracias a la obtención de una beca sénior.

Ferrera atiende a Magas tras su regreso de Estados Unidos, donde permaneció varios meses gracias a la obtención de una beca sénior. Lorenzo Carnero

El trabajo en equipo, la mentoría y la docencia son pilares de su actividad. "Tengo estudiantes de doctorado con los que me reúno cada semana para revisar avances. No todo es campo y laboratorio. Hay mucha gestión y burocracia: informes, asesoramiento, administración...", destaca sobre una faceta no tan aventurera, pero sin la que los proyectos no podrían salir adelante.

Ferrera combina todo esto con la enseñanza. Ha impartido clases de microbiología y ecología tanto en la Universidad Autónoma de Barcelona como en la Universidad Internacional de Cataluña. Actualmente, colabora como docente invitada en la Universidad del País Vasco. Su día a día, admite, está lejos de la imagen romántica del científico empedernido y trotamundos.

"Es un trabajo demandante que te deja poco tiempo libre. Aun así, me gusta mucho el cine, la música y caminar por la playa. Mi círculo social está fuera de Málaga, pero intento escaparme los fines de semana. Es mi forma de recargar energía", confiesa la científica durante su conversación con Magas.

La otra mitad de sus momentos de ocio se la dedica a la divulgación y a visibilizar el trabajo de las mujeres en la ciencia. "Cuando era pequeña, una vecina me dijo que si estudiaba una carrera nunca tendría hijos. Ese mensaje todavía pesa en la mente de muchas chicas".

Ella rompe con esa idea desde el ejemplo: "Muchos piensan que nuestro trabajo es solitario o incompatible con la vida personal, pero hay muchas científicas conciliando y aportando. Es difícil, pero se puede hacer", afirma, consciente de que visibilizar esos ejemplos es tan necesario como investigar el fondo del mar.