La profesional atiende a Magas en el Parque de Bomberos de Puertollano.

La profesional atiende a Magas en el Parque de Bomberos de Puertollano. Gustavo Valiente

Protagonistas

Misión cumplida: María Luisa Cabañero, primera bombera de España, se jubila tras 38 años y pide "oír al campo"

La puertollanense se despide de la profesión y ahora planea dedicarse a sus otras dos grandes pasiones: el globo y la natación.

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Puertollano
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El calor golpea en la cara incluso antes de abrir la puerta del camión. Las llamas crepitan como si estuvieran vivas y tuvieran voluntad. María Luisa Cabañero (Puertollano, 1966), traje, casco y botella de oxígeno a la espalda, avanza sin pensar. “Soy de la vieja escuela; arriesgo mi vida para salvar la de otros", dice con la serenidad de quien se ha jugado la existencia cientos de veces.

La manchega ha vivido desafiando las reglas desde niña. Aprendió a nadar atada con una cuerda para que no se la llevara la corriente; se convirtió en una de las primeras mujeres tituladas como bomberas de España —la única de las pioneras que permanece en activo—; y hoy conquista el aire pilotando un globo aerostático con la misma naturalidad con la que otros caminan por la calle.

“Yo digo que juego con los cuatro elementos: el agua, el fuego, el aire y la tierra. Pero dominarlos… nadie los domina. La naturaleza siempre gana", dice con media sonrisa. Ahora, a los 59 años, encara la jubilación con una certeza: "Si naciera de nuevo, volvería a hacer exactamente lo mismo", asegura en conversación con Magas.

Una vida encarando llamas

38 años de servicio, innumerables incendios, récords deportivos que llegan a incluirse en los Guinness, un lugar en el Salón de la Fama de la Natación y el cielo abierto sobre su cabeza cada vez que sube al globo. Su biografía desafía toda frontera. Ella le da la importancia justa, solo cuando le preguntamos. Como dice, "hay que mantener la humildad".

María Luisa Cabañero ante el objetivo.

María Luisa Cabañero ante el objetivo. Gustavo Valiente

Cabañero abre a esta revista las puertas de su 'hogar', el Parque de Bomberos de Puertollano, en un momento especial para ella. "El 31 de diciembre me despido", afirma con la mirada fija de quien sabe que ya ha hecho todo lo que tenía que hacer subida a los camiones autobomba, las nodrizas y el resto de la flota que con entusiasmo enseña mientras participa en esta entrevista.

Su historia es la de una niña criada en un pueblo minero donde se curtió entre el campo y los embalses. En la zona aprendió a nadar, una actividad que moldeó a la atleta que después cruzaría el estrecho de Gibraltar sin neopreno, braceando durante horas en aguas abiertas hasta agotar el cuerpo.

Su trayectoria como bombera comenzó en 1986, cuando un monitor de la piscina municipal que hoy curiosamente lleva su nombre la animó a presentarse a unas oposiciones en las que apenas habría presencia femenina. “Yo no iba pensando en si sería la primera o la número 87. Simplemente me gustaba el trabajo y me veía capaz", recuerda.

El 31 de diciembre, la bombera se quitará para siempre el casco.

El 31 de diciembre, la bombera se quitará para siempre el casco. Gustavo Valiente

La escena que nunca se le borrará de la memoria ocurrió en una casa de Almadén: "Allí decimos que pasan pocas cosas, pero lo que pasa siempre es gordo". Una familia había salido de un incendio y aseguraba que todos estaban fuera. “De pronto, oímos llorar a un niño. Lo encontramos debajo de una cama. Se les había olvidado un hijo. Sacarlo vivo fue como ver a Dios en medio del caos".

Esos momentos dan sentido a una vida entera de servicio. También a las quemaduras, los techos que se derrumban segundos después de salir: "Siempre hemos dicho lo mismo, arriesgamos nuestra vida para salvar la de otros. Lo ideal es que se salven los dos, pero si hay alguien dentro, entras. Ahora en las academias inculcan otra idea: que el salvador no puede salvar si se pone en riesgo".

Y sentencia: "Yo no lo comparto, soy de otra escuela" que se forjaba en el día a día. “Cuando empezamos, éramos agentes integrales: sabíamos de rescate, de mecánica, de ambulancia… Ciudad Real fue pionera en tener UVIs móviles en los parques. Todos aprendíamos de todos. Hoy muchos jóvenes son pura teoría y gimnasio. Les falta experiencia: coger una radial, improvisar".

Dos pasiones de récord

Su biografía también se escribe desde el agua. A poco de cumplir diez años se apuntó a un curso de perfeccionamiento de natación. “Al final hacían una competición y la gané. Desde ahí, entrenaba en el club porque quería nadar". El camino no fue inmediato: “Empecé con los campeonatos de Castilla-La Mancha, luego los de España… y poco a poco me fui metiendo en este mundo".

Cabañero recolocando su traje.

Cabañero recolocando su traje. Gustavo Valiente

La larga distancia llegó de la mano de un entrenador que la animó a mirar más allá de las piscinas. Así acabó llegando a cruzar el estrecho de Gibraltar. "En el 88 tuve la fortuna de lanzarme a por el récord femenino, que lo tenía una española. Hice 3 horas y 56 minutos. Y luego me atreví con la vuelta". Al principio, la inexperiencia le pasó factura y el agua la desplazó varios kilómetros al este.

Nada que ver con lo que había calculado, pero ese error le sirvió para entrar en el Guinness como la primera persona en ir de África a España en contra de corriente. "Me sirvió para aprender, y al año siguiente logré completar el recorrido: de Tánger a Tarifa, ida y vuelta. Era la primera persona, hombre o mujer, que lo conseguía".

Con los años vinieron otros retos colectivos como el del cruce en relevos del canal de la Mancha. En 2008, se hizo con el récord del mundo del lago Ness, donde nadó a tan solo 10 grados y sin neopreno. Aunque no lo menciona, sacamos del cajón otro hito: unos años antes, en 1993, se sumergió 24 horas seguidas en piscina para batir otro Guinness.

La manchega, durante su entrevista con Magas.

La manchega, durante su entrevista con Magas. Gustavo Valiente

La memoria se le enciende al hablar de quienes nadan a su lado, como Francisco y Tony. Defiende que no hay nada comparable a los valores que transmite el deporte y concede un peso esencial a la familia y la amistad. Hoy, lo que más extraña es aquel espíritu de unión que otrora reinaba en el parque de bomberos. Se define como “amiga de sus amigos": repite varias veces que hay que tenerlos hasta en el infierno.

No contenta con el agua, en el 2000 obtuvo el título de piloto de globo aerostático, convirtiéndose en una de las primeras mujeres en España en hacerlo. “Me gusta mucho competir, porque me divierte. Arriba no oyes nada, estás colgada del viento… y eso te da una paz enorme", explica. La verdadera dificultad, insiste, no es manejar el dirigible, sino la estrategia.

La pasión no es barata. “Un globo de competición cuesta un dineral: solo la vela son 38.000 euros. Si sumas barquilla, botella, quemador… te plantas en 45.000 sin darte cuenta. Yo querría tener uno, pero no me lo puedo permitir". Por eso recuerda con cierta nostalgia el apoyo institucional: “Con lo bonito que era el de la Junta... y ya no está". 

El día de la entrevista, Cabañero enfrentaba una de sus habituales guardias de 24 horas.

El día de la entrevista, Cabañero enfrentaba una de sus habituales guardias de 24 horas. Gustavo Valiente

Y añade, en conversación con Magas: "Yo pedí un globo con la cara del Quijote para Ciudad Real. Sería perfecto para representar la tierra, pero no consigo que lo financien. Ojalá algún día se den cuenta, porque todas las provincias y comunidades tienen su globo" cuenta entre risas, esperando a que tal vez tras esta entrevista alguien tome la iniciativa.

Un sector por feminizar

Hay un punto en que su faceta como pionera en los bomberos vuelve a ocupar el centro. No tanto por lo simbólico —esa “primera" de los titulares—, sino por lo concreto: ¿cómo podrían entrar más mujeres a un oficio que todavía arrastra inercias de acceso? Su respuesta no rehúye matices incómodos. Escéptica ante la idea de establecer cupos, deja su propio diagnóstico al respecto.

“Cuando en la balanza principal, que es el presentarte a la oposición, hay 900 hombres y 20 mujeres", esa asimetría de origen —quién se presenta, cuántas lo hacen— es la que hay que trabajar más abajo: en la cultura del deporte desde niñas, en la orientación académica y vital. En las referencias que muestran que no hay oficios que lleven nombres de hombre.

Aun así, las críticas no le son ajenas. “Más de una vez me han dicho: ‘ya me gustaría a mí verla sacar a un hombre de un incendio’. Y yo lo hago. A ver si lo hacen ellos", lanza, entre seria y divertida. Su respuesta es siempre la misma: “Me da igual lo que digan. Como me decía un amigo abogado: 'que hablen mal, pero que hablen'".

Retrato de la bombera, con 38 años de servicio a sus espaldas.

Retrato de la bombera, con 38 años de servicio a sus espaldas. Gustavo Valiente

En los colegios, cuando da charlas, intenta transmitir esa misma filosofía: "Les digo que de lo negativo siempre se aprende. Si algo no sale como quieres, al día siguiente lo corriges o lo desechas, pero siempre hay que sacar partido de la experiencia. Esa es la actitud que me ha servido a mí en este trabajo y en la vida".

El año en que España ardió

La entrevista empuja a Cabañero a valorar la temporada negra que el país ha vivido —han ardido más de 350.000 hectáreas en las últimas dos semanas— asomando consecuencias que no se borran con la lluvia. Su advertencia abona a la urgencia de pensar a largo plazo. Habla de paisajes que “ya no se van a recuperar" y hace una llamada a los políticos: "Hay que oír a los que saben".

No se refiere solamente a los bomberos, sino también a la propia gente de la España rural, la que históricamente ha cuidado del campo y cuya concentración en localidades más grandes ha traído consigo una naturaleza más desprotegida. En Ciudad Real, los incendios han dado algo de tregua, aunque el principal problema sigue estando en los pastos.

"Son altísimos, llegan a dos metros. Antes había cabras, ovejas, animales que mantenían limpio el monte. Ahora no. Y vamos camino de la destrucción masiva. Hay que dar una vuelta a los protocolos de prevención: más cortafuegos, dejar que los animales pasten. Algo estamos haciendo mal, está claro".

La puertollanense se despide de nosotros desde el parque de su localidad natal.

La puertollanense se despide de nosotros desde el parque de su localidad natal. Gustavo Valiente

La utilidad del pastoreo en la prevención de incendios tiene pruebas palpables. En Tres Cantos, Madrid, se alza el ya bautizado como "árbol milagro". El fuego devoró todo a su alrededor, pero este quedó intacto. La explicación es sencilla: las vacas que buscaban cobijo bajo su copa habían limpiado de hierba el suelo circundante, creando de manera natural una barrera que lo salvó de las llamas.