Veronica Rodriguez en el laboratorio de Mayo Clinic.

Veronica Rodriguez en el laboratorio de Mayo Clinic. Cedida.

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Verónica Rodríguez, la bióloga con la fórmula para curar el cáncer de próstata: "La probaremos en humanos"

Con su descubrimiento se puede lograr que los tumores reincidentes respondan a la inmunoterapia y, por tanto, sanarlos.

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Dicen que todo depende del cristal con el que mires y, en este caso, la lente que ha utilizado Verónica Rodríguez desde bien pequeña ha sido la del microscopio. "Era el típico regalo que pedía siempre por Navidad", asegura.

Ese aumento le ha acompañado durante todas las etapas de su vida: en un principio, en las clases de la universidad, después en Holanda, cuando se marchó a terminar su doctorado y tiempo más tarde, laboralmente asentada en Estados Unidos.

Esta pasión por la ciencia rivalizaba con su gusto por el arte, pero, tras darse cuenta de que "pintar era posible de manera autodidacta, pero para poder investigar era necesario adquirir conocimientos que no puedes aprender sola", se decantó por estudiar la carrera de biología.

Ahora, tras años de experiencia en laboratorios de Nueva York (Memorial Sloan Kettering), Filadelfia y Minnesota (Mayo Clinic), ha conseguido algo histórico: descubrir la proteína que está detrás del cáncer de próstata, con el debido efecto positivo que eso conlleva en los pacientes.

¿Qué supone este hito y cómo lo has conseguido?

Aquí, en Mayo Clinic, a lo que nos hemos dedicado es a buscar hacia donde nadie más presta atención. Es decir, hemos abandonado las vías canónicas porque si nos mantenemos mirando lo mismo, no vamos a encontrar nada nuevo.

Fue de esta manera como nos dimos cuenta de que los pacientes de estos tumores tenían los niveles de nucleoporinas muy alterados, unas proteínas que no se habían examinado antes para intentar encontrar su cura.

Descubrimos que su presencia ayudaba a los cánceres a crecer más, a ser más agresivos y a volverse inalterables a la quimioterapia y a la terapia hormonal. Esto es así porque son moléculas que se localizan alrededor del ADN y ejercen control sobre la expresión de determinados genes.

En este caso, la citada proteína regula el gen beta-catenina, que es el culpable de que el sistema inmune no detecte los tumores y, por tanto, sean resistentes a la inmunoterapia.

Verónica Rodríguez, bióloga.

Verónica Rodríguez, bióloga. Cedida.

Has dado con la clave para saber qué atacar, pero, ¿para qué pacientes es importante ese tipo de tratamiento?

Habitualmente, a los que tienen cáncer de próstata se les suele aplicar radioterapia y cirugía, con la que suelen responder bastante bien y no vuelven a consulta nunca. El problema surge con los enfermos a los que a los 10 años se les regenera, que son entre un 20% y un 30%.

A estos se les aplican terapias hormonales que al principio funcionan, pero al tiempo dejan de hacerlo y aunque en última instancia les demos quimioterapia, lo único que se consigue es alargar un poco su vida, pero no curarlos.

Por eso, al haber descubierto que la proteína nucleoporina regula el gen beta-catenina, con la medicina adecuada, podemos lograr que los tumores reincidentes respondan a la inmunoterapia y, por tanto, sanarlos.

¿En qué fase está ese fármaco?

Todo el estudio está hecho con ratones. A través de investigaciones preclínicas con muestras de cánceres de humanos enfermos que hemos hecho crecer en el laboratorio y, posteriormente, insertados de nuevo en los roedores.

Es lo más parecido a la realidad, pero no deja de ser un modelo. Por tanto, lo próximo es probarlo en humanos, porque la medicina es compatible para su organismo. Lo bueno que tenemos en Mayo Clinic es que hay tantos pacientes que será más fácil en ese sentido.

¿Sería posible aplicarlo a otro tipo de cánceres?

Eso es lo que estamos viendo. Nos dedicamos a interpretar datos clínicos de diferentes tumores y ver qué niveles presenta la proteína nucleoporina y hemos observado que hay varios en los que aumenta bastante, como la leucemia, el de ovario o el de hígado.

¿Qué grandes desafíos has experimentado a lo largo de tu vida?

Si me remonto a los principios, pienso en cuando me fui de casa y me mudé al extranjero. Añoraba mucho mi ambiente, a mi familia… Todo era muy distinto. Además, yo antes de irme vivía con mis padres, así que el cambio fue doble.

Lo recuerdo bastante intenso, también porque en esa época no había smartphones para poder llamar y por eso se sentía más acusada la distancia. Aunque luego te adaptas, no quiero que la gente piense que se pasa mal, pero como todo en la vida, cuando te aventuras a lo inesperado hay un poco de nerviosismo.

Lo importante es hacer algo que te apasiona, porque es lo que te mantiene con alegría y con ganas de hacer cosas.

Hablando de devociones… ¿Verónica es una apasionada de lo que hace hoy en día?

Sí, sin duda alguna. Para mí es un lujo estar donde estoy. Además, tengo un equipo al que estoy viendo crecer, porque son ellos los que hacen muchos de los experimentos y es toda una satisfacción ver cómo aprenden.

Desafortunadamente, ya no soy una jovencita, los son ellos, pero con la edad se te agranda el cerebro. Es algo muy chulo porque ves que ellos se fijan en los detalles y yo tengo la visión más aérea que discierne qué es lo importante. Pero ambas miras son igual de relevantes y necesarias.

Foto del equipo de investigación al que pertenece Verónica Rodríguez en Mayo Clinic.

Foto del equipo de investigación al que pertenece Verónica Rodríguez en Mayo Clinic. Cedida.

¿Crees que en algún punto de tu carrera profesional te ha pesado el hecho de ser una mujer?

Depende del ambiente y de con quién haya estado. En los grupos laborales, en las reuniones, algunos con y otros sin intención, siempre destacan los mismos y estos suelen ser hombres porque son más impulsivos y enseguida dicen sus ideas.

En cambio, las mujeres se quedan esperando y se van pasando los trenes. Y hablo por mí, porque yo he pecado muchas veces de guardarme una propuesta, de esperar mi turno, de pensar en levantar la mano antes de hablar…, pero ellos no miran las manos porque están hablando.

Con el paso de los años he ido aprendiendo que hay que tirarse a la piscina porque es una cuestión de visibilidad, de hacerte notar. Dicho esto, no quiero decir que sea fácil, soy consciente de que no lo es, pero hay que intentarlo.

Y no me refiero a ser extrovertida, simplemente un poco asertiva, de intentar buscar tu momento y tener tu micrófono, expresar tus ideas en alto, porque si lo hiciéramos no solo sería bueno para nosotras, sino también para el resto de mujeres que haya en la sala.

En nuestro hospital, cuando hacemos reuniones de los facultativos del departamento, hay una coordinadora que se encarga de tirar un poco de aquellos a los que les cuesta lanzarse a hablar. Lo hace para que los más callados participen y no siempre se escuchen las mismas voces.

¿Qué les dirías a las niñas que están pensando en estudiar una carrera STEM?

Mi consejo es que sigan su pasión, independientemente de si ven muchas o pocas chicas dentro de una clase o de un laboratorio, que persigan sus ambiciones y crean en ellas mismas.

Es más, el problema no lo van a tener ahí porque hay más mujeres estudiando carreras de ciencias y son el músculo de investigación mundial. Lo complicado es cuando quieran aspirar a cargos más altos, que es donde empezamos a desaparecer un poco, el techo de cristal que se llama.

Yo siempre animo a las niñas que miren hacia arriba, que con que ellas estén convencidas es suficiente para lograrlo. Aunque sí considero de vital importancia que existan referentes.

¿Cuáles han sido las tuyos?

Por el camino he admirado a mujeres, pero también a hombres. En eso, tengo que tirar un guante. Ha habido personas muy influyentes en mi vida, porque sus consejos me han acompañado a lo largo de los años.

Aquí es donde tengo que destacar a Eva Hernando, una investigadora que trabaja en la universidad de Nueva York y lleva casi toda su vida estudiando el melanoma. Es una persona muy competente, profesional y además empática y muy buena colega.

También me ha servido de referencia Carlos Cordón, patólogo en la misma ciudad que representa el concepto de self-made man. Ha trabajado muy duro, ha realizado descubrimientos muy importantes y ha ayudado a la gente con sus palabras de ánimo y resolviendo dudas. Me ha inspirado su persistencia.

La verdad es que siempre me fijo en personas que son hormiguitas, que hacen su trabajo y después ven su recompensa. Y en la gente brillante, porque no suelen tener miedo y son generosas.

¿Qué hace Verónica cuando cuelga su bata de laboratorio?

Antes tenía más ocio, pero ahora con tres niñas es un entretenimiento que está enfocado en ellas. Siempre hago la broma de que cuando salgo me voy a trabajar al hotel, al resort todo incluido. Ellas viven allí y nosotros lo damos todo para ellas (se ríe).

Pero bueno, cuando tengo más tiempo me gusta leer y todo lo que tenga que ver con el arte, como ir a museos y también tocar la guitarra. Te reconozco que siento debilidad por lo antiguo y por la historia.