Imagen de archivo de una joven utilizando su teléfono.

Imagen de archivo de una joven utilizando su teléfono. iStock

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De buscar la foto ideal al 'zero posting', las jóvenes se rebelan contra el postureo en las redes: "No me engancha como antes"

Mientras las marcas y los 'influencers' siguen reinando sobre los algoritmos, las nuevas generaciones priorizan la instantaneidad y los 'posts' temporales.

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Raquel acaba de cumplir 18 años, y, para celebrarlos, ha llevado a cabo un ritual algo particular: ha borrado todas las fotos de su cuenta de Instagram. No es que haya dejado de utilizar la plataforma, sino que cree que las instantáneas que con tanto mimo había colgado durante meses en su feed ya no la representan, no captan quién es. Se han quedado antiguas.

Para muchas chicas de su generación, el muro en blanco es su declaración más firme de identidad y libertad digital. El zero posting ha superado a la búsqueda del selfie perfecto —a ese eterno viaje de filtros, poses y likes—, tarea que prefieren delegar en los influencers de turno. Ellas ya no están contentas con esa esfera saturada de perfección y exposición.

Hace unos años, subir un post a las redes era casi un ritual, el pase VIP al club de los conectados. Un desayuno estético en la terraza, las vacaciones en Miconos, la foto en el espejo para mostrar qué conjunto de nueva colección estrenabas ese día. Facebook, X —lo conocimos como Twitter—, o el 'rey' de lo instantáneo, BeReal, servían como termómetros digitales de la felicidad.

Sin embargo, hoy, estudios como el recientemente elaborado por Morning Consult en Estados Unidos revelan que solo un 18% de la Generación Z publica contenido a diario. En otro artículo reciente de la BBC, se confirma la tendencia: un tercio de los usuarios publica menos que antes, con un descenso especialmente pronunciado entre los menores de 30.

Este fenómeno lleva siendo foco del debate varias semanas, desde que el periodista y crítico cultural Kyle Chayka publicó una columna en The New Yorker en la que destacaba que ya apenas se ven fotos de desayunos rondando las redes. "Parece que ya no hay tanta gente compartiendo momentos casuales de sus vidas", escribía en su artículo.

El analista tenía una hipótesis: este 'detox' era consecuencia de haber sido, desde que se crearon las plataformas, guiados a publicar sin cesar en un entorno marcado por la explotación desmedida de la atención, el auge de los creadores de contenido y, ahora, la irrupción de imágenes generadas por IA que difuminan los límites entre lo que es auténtico y lo que no.

Chayka observa en este cambio un cierto componente generacional. Los millennials que crecieron en las redes están entrando en la mediana edad y buscan más privacidad. Una vez establecida una pareja o con hijos, los incentivos para proyectar su vida online disminuyen. Pero no son los únicos, pues entre la Gen Z también se percibe un hastío por publicar.

Ese cansancio se refleja en los datos. En España, IAB Spain, la mayor asociación mundial de comunicación y marketing digital, señala que un 33% de los internautas ha abandonado alguna red en el último año, sobre todo X (28%) y Facebook (15%). Los motivos: aburrimiento, pérdida de interés y, sobre todo, búsqueda de privacidad.

Habla la Generación Z

"Estamos sobreexpuestos a contenidos, las personas que no somos creadores posteamos muy de vez en cuando porque las cosas de mayor inmediatez las subimos a las historias", dice Lucía, de 24 años. Su amiga Paz añade que esta vía de comunicación "genera más impacto" y que la prioriza porque "sé que lo va a ver más gente".

Carlos, también zentennial, dice: "Ya no me engancha. Casi no lanzo posts, tal vez algún tuit ocasional". Eso sí, cuando lo hace, "noto que no lo ven ni siquiera mis seguidores porque el algoritmo los esconde". Por su parte, Marta considera que "el contenido que publicamos no es que se haya reducido, sino que se ha vuelto más selectivo".

Una joven utilizando su móvil.

Una joven utilizando su móvil. iStock

"Antes nos daba igual subir una foto de una merienda, porque no existía esa presión de competir por tener el perfil más bonito. Ahora se ha impuesto la moda de lo estético por encima de todo", dice. En este contexto, el zero posting, lejos de equivaler a desconexión, supondría migrar de la obsesión por el like a la búsqueda de autenticidad.

La psicóloga Ana Sánchez lleva más de diez años atendiendo a adolescentes, y reconoce en este retraimiento un signo de agotamiento. "Las redes requieren energía; todos tenemos a ese amigo que está en una cena editando la foto del viaje. Esa búsqueda de perfección impide disfrutar del momento. Quizá publicar menos sea una manera de recuperar lo genuino".

La especialista recuerda un momento revelador este verano, durante un concierto de Leiva en el que el propio artista pidió a los diez mil asistentes que guardaran el teléfono para interpretar un tema. "La gente lo respetó. Se prestaron a disfrutar de la experiencia". Ese gesto, a su juicio, podría tener mucho que ver con el deseo de querer vivir el momento sin pantallas.

La psicóloga Ana Villarrubia, por su parte, cree que el zero posting tiene "dos lecturas muy diferenciadas". Puede interpretarse como un nuevo repliegue en una generación que se relaciona poco, pero también como "un gesto de hartazgo frente a la tiranía del like, una manera de decir ‘basta’".

Chica esperando a que llegue el tren.

Chica esperando a que llegue el tren. iStock

También puede implicar una mayor conciencia sobre la huella digital: "Lo que subes se queda, y hay jóvenes que prefieren no dejar rastro". Miguel, de 16 años, habla de esto con naturalidad: "Las publicaciones son solo para cosas más importantes —viajes, graduaciones, etc.— que de verdad quieres mantener".

Una nueva forma de postear

El zero posting no solo se traduce en publicar menos, sino que también transforma la forma en la que se hace, pues hay una dimensión estética detrás. No es raro ver cómo cada vez más adolescentes suben fotos de espaldas, tapándose con el móvil, o cómo proliferan perfiles de 'mejores amigos' desde los que interactúan en entornos de máxima confianza.

Ana Sánchez lo vincula con la inseguridad: "A muchos les cuesta encontrar una foto en la que se sientan validados por los demás. Por eso recurren a imágenes en las que no se les ve la cara. No significa que estén desconectados, siguen en redes, pero buscan minimizar la exposición permanente".

En paralelo, crece la popularidad de la llamada trash aesthetic en TikTok. Frente a los perfiles pulidos, homogéneos, de gamas cromáticas calculadas y encuadres perfectos, surge un cierto interés por el 'feísmo' técnico: fotos mal hechas, con flash o desenfocadas. La rebeldía ahora consiste en mostrar que no te importa, en huir de la lógica aspiracional.

Múltiples celebridades han liderado esta tendencia, desde Amaia hasta Addison Rae o Justin Bieber. También, como estrategia de marketing vinculada al reseteo de las redes, se puede mencionar a la icónica Madonna, que en febrero vació su cuenta de Instagram, y el mundo lo interpretó como señal de que había nueva música en camino.

Algunos ven en el zero posting un guiño a la vida en analógico. "Las modas siempre vuelven", recuerda Sánchez. En la práctica, esto se traduce en jóvenes que optan por guardar su móvil en los conciertos, por no fotografiar cada instante de sus vacaciones o incluso por recuperar las cámaras desechables en las que la foto que se capture es la que va directa al álbum.