Javier Siedlecki, fundador y director de Zelwa Storytelling.

Javier Siedlecki, fundador y director de Zelwa Storytelling. Magdalena Siedlecki

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"Saberte única y prudente es una virtud": Las claves de Javier Siedlecki para convertirte en 'speaker'

Desde el taquillazo que supusieron sus Relatos eróticos en Madrid, este gurú de la comunicación no ha hecho sino inspirar a quienes acuden a él.

5 marzo, 2023 01:29

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Lo de Javier Siedlecki (Buenos Aires, 1981), fundador y director de la consultora Zelwa Storytelling, va de emocionar a quien lo escucha. Pero, sobre todo, va de compartir sus amplísimos conocimientos en comunicación con quienes lo precisan para que también ellos sean capaces de conmover al público con su relato de marca y hacerlo inolvidable.

Es como un mago de la palabra, como un artesano de historias que comenzó a formarse desde la infancia. De padres periodistas, él y su hermana Victoria Siedlecki se criaron en la radio. Pronto comenzó a escribir para esa forma de oralidad hasta que juntos fundaron La Escuela de Cuentacuentos y una productora de espectáculos para público adulto. Hoy en día, su consultora Zelwa Storytelling pisa fuerte y asesora en materia de storytelling a algunas de las personas, equipos, organizaciones y marcas más influyentes, tanto de España como del extranjero.

El laboratorio narrativo que ha preparado en Zelwa está pensado de forma holística. Javier Siedlecki y su equipo escuchan, observan y experimentan a partir de un método propio, especialmente minucioso, que indaga en cada historia, la perfecciona y la recrea para dotar de identidad cada proyecto que tienen entre manos. Un proceso creativo y certero que articula la narrativa con la estrategia y el dominio de la oralidad. ¿El colofón? Generar ese anhelado vínculo emocional con el que se hace posible la consecución de los objetivos "a través de algo que todas las personas tenemos, que es la capacidad innata de entender y de producir historias".

Magdalena Siedlecki

Dice Javier Siedlecki que no tiene un pico de oro, ni siquiera cree en él: "Lo que tengo es una trayectoria en la que he pensado y trabajado mucho sobre qué elementos hacen que cualquiera pueda tenerlo". Y, ciertamente, cualquiera que se haya embarcado en la aventura de comenzar un proyecto propio sabe que definir una identidad, unos propósitos y una visión de futuro convincentes no es cosa baladí.

Zelwa es un pueblo real de Polonia, el de sus abuelos, que ya no existe y al que hoy es imposible acceder: "Un territorio mítico, un lugar irrepetible, hecho de las historias que nos contaron todas las noches durante nuestra infancia y eso fue una influencia enorme", cuenta Javier Siedlecki: "Al final, una buena historia es algo que nos define como personas y también como grupo humano. Y las historias son herramientas excelentes para empresas, para marcas, para perfiles directivos".  

Saber contar historias transformadoras

Si la clave es encontrar el relato que hay detrás de cada proyecto o marca, ¿cómo es ese proceso de formar a sus líderes y equipo?

Lo hacemos en tres fases que pueden trabajarse de forma independiente, pero que muchas veces es un proceso en el que se entremezclan para que puedan construir y narrar historias que sean movilizadoras hacia dentro de organización y también hacia afuera. La primera consiste en encontrar el fondo de la historia que vamos a contar: indagamos en las historias conocidas y en las escondidas para dar con la narrativa de marca.

La segunda tiene que ver con motivar e implicar a los equipos para que participen en la construcción de esas historias, que sean coherentes, compartidas, que sirvan para reconocerse, para unirse y para enfrentar retos que a veces son complicados. Lo hacemos ayudándolos a crear un relato de futuro juntos.

Y en la última los ayudarlos a ser los comunicadores y las comunicadoras de esa historia que una marca está contando todo el tiempo. Ahí está la parte de oratoria, de presentaciones y de habilidades de comunicación personal que trabajamos con equipos y también, de forma individual, con perfiles directivos para presentar proyectos, comunicar ideas, movilizar audiencias... Y todos los formatos posibles.

El relato es lo primero, pero después se hace necesario saber transmitir esa magia...

En Zelwa lo trabajamos en la tercera fase de la comunicación personal. Consideramos que contenido y forma son dos partes de lo mismo y que cada una apoya y le da fuerza a la otra.

Magdalena Siedlecki

Es decir, un discurso bien estructurado, un mensaje poderoso, una ponencia pensada de principio a fin con una circularidad, con un recorrido emocional, con una fuerza que permita vincularse de una forma poderosa con una audiencia y hacerla vibrar, tiene que estar necesariamente acompañado por un cuerpo disponible, relajado, en confianza y, sobre todo, coherente con ese mensaje y con la persona que lo que lo va a transmitir.

En ese sentido, lo que fundamentalmente hacemos es cuidar y darle mucha, muchísima importancia a la idea de que cada orador u oradora es único y que ese es su principal valor. Cuando entendemos eso, toda la comunicación, todo el lenguaje corporal y toda la expresividad empieza a ponerse al servicio de un mensaje de una forma mucho más auténtica, más natural.

¿Será que estamos en periodo electoral? Porque esto me hace acordar a los partidos políticos y sus argumentarios... En ocasiones muy poco convincentes.

Es interesante. Nosotros, además de trabajar con marcas y grandes empresas, también lo hacemos en el ámbito político y del tercer sector, que a veces tienen problemas parecidos. Lo que pasa con los políticos es que tienen una visibilidad mucho mayor y a veces esos argumentarios marcan líneas discursivas muy acartonadas y poco coherentes.

Sirve como ejemplo para hablar de la comunicación en las organizaciones, que es lo que nosotros más hacemos, y donde hay varias carencias que pueden trabajarse de otra forma. La primera es la de no creerse el mensaje que tenés que trasmitir. Eso es un problema grave y difícil de resolver. Por ejemplo, con un ponente que es directivo o directiva, a quienes les hacen los discursos. Les dan una presentación armada para que la verbalicen...

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Pero siempre les decimos que esos puntos los tienen que hacer propios, porque es la única manera de que le llegue a la audiencia a la que se dirigen para cumplir el objetivo que persiguen con ese discurso. A veces tenemos una presentación con la que parece que no tenemos nada en común, que no nos interesa, o que incluso nos aburre.

Y lo que conseguimos nosotros siempre es encontrar qué hay en el tema del que vas a hablar, que a ti te interesa, que a ti te mueve y te gusta, que te parezca curioso por algo o que te sorprenda, porque a partir de ahí se puede contar al otro cuál es el interés de lo que estás exponiendo. La única manera de movilizar a alguien es hacerle sentir algo. Y para que el otro sienta algo, primero te tiene que pasar eso a ti.

Es como ponerle alma. ¿No tiene un poco de arte todo esto? 

Me hiciste acordar una cosa que tiene que ver con la interpretación, pero va más allá. Tiene que ver con volver a vivirlo. Recordar, en la etimología, es "volver a pasar por el corazón" y es lo que hacemos cuando contamos algo que ya hemos pensado previamente. No es repetirlo, sino volver a vivirlo, volver a sentirlo, volver a pasarlo por el corazón para poder transmitirlo desde ahí. Y no tiene que ser interpretado, porque entonces no funciona.

Decía Antonio Machado que se miente más de la cuenta por falta de fantasía. La verdad también se inventa. Lo que tenemos que hacer es volver a inventar esa verdad, volver a recrear esa verdad que traemos y que nos tenemos que creer para poder transmitirla.

Superar los obstáculos que nos autoimponemos

¿Con qué obstáculos se encuentran en Zelwa desde el punto de vista psicológico?

Muchas veces son obstáculos que tenemos todos en nuestra vida personal y profesional: miedos, ansiedades... A veces lo que cambia en ciertos perfiles es el nivel de exigencia, ya que nos llega mucha gente que trabaja bajo presión y se espera de ellos resultados tangibles. Nosotros trabajamos desde la necesidad concreta de esas personas, entendiendo por qué es importante para ellas el reto al que se están enfrentando.

Pasan por sentimientos y emociones que todos conocemos muy bien. A la hora de comunicar solemos tener la atención puesta en el público y esto a veces genera miedo. Trabajamos este obstáculo enfocándolo muchas veces desde la autoridad que tenemos, desde la importancia de nuestra voz por el simple hecho de que la experiencia que tenemos no la tiene nadie más.

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Y después hay un aspecto que tiene que ver con un lenguaje que a veces es negativo. Hay un obstáculo con el que nos encontramos mucho, que es el de utilizar un lenguaje que no es coherente con lo que queremos decir, que no nos permite acercarnos a esa voz propia. Por ejemplo, para hablar de segregación racial en su famosísimo discurso, Martin Luther King, no dice que las personas afroamericanas estaban viviendo una pesadilla. Lo que hace es plantearlo en positivo porque lo que necesita es mostrarlo para cumplirlo.

Todo el mundo visualizó ese sueño.

Y es así como se puede provocar un cambio real. Alinear a tu audiencia, acercándola al camino que tú planteas con propuestas de cambio, con afirmaciones, con lenguaje positivo, asertivo, mostrando esa transformación que son capaces de llevar a cabo y vislumbrando ese horizonte que necesitamos ver para que se realice. 

¿Se puede afirmar entonces que el lenguaje da forma a la realidad y, aunque no tiene un efecto directo, la va modificando?

Pues claro que sí. Yo no puedo hacer que nadie sienta la emoción de lo que representa el sueño de la igualdad y la libertad, que es el que plantea Luther King, hablándote solamente de lo mal que estamos. No lo puedo trasmitir porque te vas a deprimir y si te deprimes no actúas. Como comunicador, si lo que quiero es que actúes te tengo que invitar y ayudarte a visualizar la transformación de la que vamos a formar parte. Hay un libro de George Lakoffn, es un profesor que empieza sus clases en la universidad diciendo No pienses en un elefante. Esa palabra es tan fuerte, que si te doy el tiempo no puedes no pensar en un elefante.

Magdalena Siedlecki

A veces, cuando planteo estos temas en las formaciones o con un ponente me dicen que ellos tienen que presentar resultados. Creemos que nuestros discursos hablan de transformaciones menores, pero lo que tenemos que hacer es encontrar qué representa esa transformación para el otro. Y, en todo caso, el recurso es el mismo en cuanto al lenguaje positivo y, sobre todo, cómo mostrar a tu audiencia cuál es el camino y el destino del que podemos formar parte.

Entre los muchos síndromes que, en teoría, afectan normalmente a las mujeres, hay uno que resulta más creíble por su relación con la autoestima: el síndrome de la impostora. ¿Han detectado esta autocensura entre las mujeres que acuden a Zelwa?

Sí, es algo que percibimos y que se transmite en todos los niveles de la comunicación: en gestos y el lenguaje no verbal pero también se expresa en formas del lenguaje que a veces se plantean con una prudencia excesiva en cuestiones que podrían afirmarse directamente. Pero también pienso que es un poco ambivalente. Es cierto que las mujeres tienen más prudencia y que esto también implica una mayor atención y cuidado por lo que van a decir o proponer. Y creo que eso deberíamos pensarlo también como una oportunidad, en el sentido de que un espacio de duda, de prudencia, también es una virtud. 

Nos permite tener un grado mayor de atención, de apertura al cambio y al final a la mejora. Puede ser un obstáculo y hay que pensarlo para poder reconocer la importancia del lugar que tenemos. Pero me parece valiosa la reflexión sobre cómo analizamos nuestra forma de comunicarnos y entender que es valiosa porque no necesariamente el camino es el conocido.

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Esto está cambiando ya: se demandan modelos de liderazgo menos impositivos, más horizontales que convenzan más y que impongan menos. En ese sentido, creo que la prudencia, la atención y la apertura son virtudes. En cuanto a las herramientas concretas para trabajar eso, lo primero es entender que la de los demás no quieren juzgarte, lo que quieren es aprender, entender o llevarse algo.

Además, hay que saber que el punto de vista propio es único porque nadie tiene tu experiencia. Dice Brené Brown que no se trata de ser perfecto, sino de ser auténtico. Cuando asumimos que estamos en un escenario, en un puesto específico es porque alguien nos llamó, porque quiere aprovechar una experiencia. Empezamos a liberarnos de esa carga adicional, ese síndrome de la impostora, que es muy injusto y que responde a un mundo que todavía es sexista y desigual.