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Nazareth Castellanos: “Cualquiera puede convertirse en el escultor de su cerebro"

La neurocientífica estudia la influencia del organismo en el cerebro: “La percepción depende del latido del corazón, la respiración, la digestión”.

25 enero, 2023 01:39

Nazareth Castellanos (Madrid, 1977) llevaba una prometedora carrera como neurocientífica hasta que entró en crisis. Había estudiado el coma, los traumatismos craneoencefálicos e investigaba el Alzheimer. Tenía muchos títulos, sabía hacer ecuaciones matemáticas complejísimas, pero no sabía qué hacer para estar bien. Ni siquiera sabía respirar.

Hace diez años se unió al Instituto Nirakara de la Universidad Complutense para estudiar la influencia de la meditación en el cerebro: “Quería ver la plasticidad que tiene el cerebro para cambiar a mejor, para crecer”.

A su labor docente y como investigadora se suma la de ser escritora. Una parte más personal donde supera la frialdad del lenguaje científico en aras a divulgar de forma amena y comprensible. Prueba de ello es la novena edición de su primer libro, El espejo del cerebro. También ha escrito dos libros educativos para niños.

Pero esta entrevista se centra en su segundo libro, Neurociencia del cuerpo. Cómo el organismo esculpe el cerebro. Dice que los cerebros se sincronizan también a través de la pantalla y así es cómo me transmite su entusiasmo y naturalidad.

Usted habla de una revolución en neurociencia…

Llevábamos siglos creyendo que el cerebro era el órgano principal en la psicología humana. Pensar que el corazón, el intestino o la respiración pudieran influir de forma decisiva en la psicología humana era, hasta hace poco, una excentricidad

Desde el punto de vista clínico, ahora intentamos buscar por todo el organismo el origen de ciertas enfermedades que creíamos sólo cerebrales como el Alzheimer. Y esto es una ventaja maravillosa.

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¿Cómo “esculpe” el organismo el cerebro?

Principalmente, a través del nervio vago. Se llama así porque va vagabundeando por el cuerpo, recogiendo la información de lo que sucede en los órganos viscerales: el intestino, el estómago, el sistema respiratorio, el corazón… Es una comunicación constante. 

Escribí “esculpir” en alusión a Ramón y Cajal, que dijo que cualquier persona puede convertirse, si se lo propone, en escultor de su propio cerebro. El organismo también es un gran escultor.

¿La representación interna que cada uno hace de la realidad se basa en la relación constante entre el cerebro y el organismo?

Sí. La percepción, la experiencia consciente de cualquier situación, depende de cómo esté latiendo mi corazón, de cómo esté respirando, de lo que haya comido en esos días… Todo eso va generando cogniciones que hacen que la percepción sea de una forma u otra. Es como una gran orquesta. Según cómo vaya tocando, así sonará. 

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¿El cerebro pasa la mitad del día vagabundeando?

Es lo que estima la Universidad de Harvard. El 47% del tiempo en que estamos despiertos nos hallamos bajo un estado mental en el que hacemos algo mientras nuestra mente está en otra parte. Ese porcentaje de tiempo es excesivo.

Sabemos por la función cerebral que es necesario que haya esas ventanas de vagabundeo. Están relacionadas con la creatividad, la memoria, la identidad… De vez en cuando hay que perderse, pero, si estás la mitad del tiempo perdido, se convierte en un problema. Harvard titulaba el artículo como Una mente que divaga tanto es una mente infeliz.

Usted dice que el cuerpo sabe aquello de lo que la mente aún no se ha dado cuenta. 

Antes de que yo me dé cuenta de lo que has dicho, mi cuerpo ya lo ha sabido. Si tú hubieras dicho alguna palabra alarmante, mi cuerpo, el corazón, habría notificado ese estrés antes de ser consciente. Es un proceso muy rápido. 

Cuanta más conciencia tengamos de nuestro propio cuerpo, mejor podremos adelantarnos a nuestra propia emoción, que es más lenta. Si estás discutiendo con alguien, no explotas inmediatamente sino que se va fraguando el enfado. Por tanto, lo puedo abortar. Por eso, la conciencia corporal puede ser una joya.

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¿Cuál es la importancia de la postura del cuerpo?

El cerebro, según la información que le llegue del cuerpo, actúa de una u otra forma. Cuando estamos encorvados –como cuando miramos el móvil– se activan en el cerebro áreas más específicas de una sensación de malestar. Las personas, al estar encorvadas, perciben más cosas negativas que positivas y su capacidad de memoria disminuye. 

Esta revolución va a dar un gran vuelco a la psicología. Hay estudios que demuestran que si una persona corrige su postura cuando está con el psicólogo, la terapia resulta mucho más eficaz.

¿El cuerpo no siempre pide lo más conveniente?

En 1984 se descubrió un mecanismo de la amígdala llamado “secuestro amigdalino", por el cual, cuando estamos ante una emoción muy fuerte, entramos en una especie de sistema de automatismos. Está muy relacionado con la supervivencia. 

Cuando tenemos estrés crónico, la amígdala tiende a generar ese estado de alarma constante. Por ello tenemos más tendencia a comer cosas dulces. Hay que escuchar al cuerpo, sí, pero eso no significa obedecer. Nuestro cuerpo es un sistema de hábitos. Y no siempre pide lo mejor.

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¿Cuál es la influencia del intestino en la salud mental?

Mucha. Está muy relacionado con el estado de ánimo y la gestión de las emociones. Es importante en el neurodesarrollo de la infancia. Hay estudios que muestran cómo la dieta habitual de comida basura en niños afecta la sociabilización, la expresión de las emociones y la intensidad de las rabietas.

¿Por qué es la microbiota tan distinta entre hombres y mujeres?

Porque, entre otras cosas, depende del sistema endocrino hormonal. No es mejor ni peor. Nuestro gran dilema estadístico aparece cuando la analizamos en el laboratorio porque hay que separarlas.

¿Cómo influye la respiración en la experiencia?

La experiencia sería diferente si yo estuviera respirando de otra forma. De esto que parecía una auténtica barbaridad hace diez años, hay cada vez más evidencia. 

Obviamente, no solo depende de la respiración, del intestino, etc., sino que es una integral. Pero, sin esa expresión en el propio cuerpo, la emoción sólo sería una idea intelectual.

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¿El olfato está relacionado con la memoria? 

El olfato es el sentido más complejo que tenemos, va por vías completamente diferentes a las de los demás sentidos. El Instituto Max Planck hizo un estudio sobre el rendimiento cognitivo en personas de la tercera edad. Un grupo tenía que aprender a reconocer 5 tipos de aceites esenciales. Otro grupo hacía sudokus. Fue más efectivo el entrenamiento olfativo.

¿Cada órgano tiene un ritmo distinto?

Exactamente. El más lento es el intestino, luego la respiración y el más rápido es el corazón, que habla un lenguaje similar al cerebro.

¿Qué influye más en la percepción, el corazón o el cerebro?

Ambos. Es un equilibrio. Lo que dicen los estudios es que cuando cerebro y corazón están muy conectados, la visión que yo tengo de lo que sucede está muy sesgada por mi identidad. Cuando te dicen “sigue tu corazón”, pues depende…

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No vemos las cosas como son sino como somos…

Esta idea la encontramos en muchos textos antiguos. La neurociencia no es tan poética. Nosotros la llamamos representación interna de la realidad o modelo neuronal subjetivo. En el momento en que las cosas entran en mí, las veo como soy yo. En esa percepción subjetiva el órgano más importante es el corazón.

¿Cómo interactúan cerebro y corazón?

Es un tema en el que estoy adentrando. La sincronización entre cerebros sucede también a través de la pantalla, aunque con menos intensidad. No así entre corazones, que ha de ser presencial. Son mecanismos imprescindibles para la comunicación. 

La máxima sincronización que se ha observado es entre madre e hijo. El día que reconozcamos el impacto que tenemos sobre los demás será una llamada de atención a cuidar de nosotros mismos.

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¿Qué otros órganos estudia la neurociencia? 

El intestino, el cerebro y el sistema respiratorio son los más fáciles de medir. Llevo años buscando cómo puedo registrar la influencia del útero sobre el cerebro. Es difícil, porque emite un campo eléctrico muy débil y los experimentos no pueden ser invasivos. Se está estudiando la importancia del útero sobre la memoria. Y yo creo que influye también sobre el sistema emocional. Es un tema fascinante.

Me sorprende de su libro la cantidad y variedad de citas. ¿Lo ha leído todo?

Sí. Yo siempre estoy leyendo 3 o 4 libros: ciencia, literatura, poesía… Un gran error es considerar la ciencia como el único camino de conocimiento. Es peligroso el poder que está asumiendo, como si los científicos fuéramos los salvadores del mundo. Es una de las mejores formas de conocimiento sin duda alguna. Pero cuidado con las dictaduras…

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¿Y Quevedo?

Es maravilloso, tan sarcástico. Hay un libro que he leído varias veces, Las gracias y desgracias del ojo del culo, que habla de la influencia de los intestinos. Nosotros en el laboratorio evaluamos la forma y el contenido de las heces. Él era un gran conocedor. Aporta esa visceralidad a lo humano cuando dice que nacemos llorando y cagando. Hay que conocer lo corporal y lo divino.

¿Qué está investigando ahora?

La respiración, la influencia de ambas fosas nasales en los diferentes hemisferios y, sobre todo, la influencia que tiene la respiración lenta como analgésico. De esto hemos publicado un par de estudios. Y cómo –ese es el proyecto más personal– la respiración influye en la memoria autobiográfica.

¿Y de qué manera influye? 

Influye mucho. La memoria la reconstruyes cuando recuerdas. La persona que soy en este momento recuerda un episodio, pero a lo mejor dentro de tres días recuerdo otras cosas. 

El trazo que ha dejado mi memoria autobiográfica conforma también cómo yo me percibo a mí misma, cómo genero mi identidad… Esto es interesante, porque las mujeres tendemos a ser un poco más duras con nosotras mismas.

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¿A qué cree que se debe?

No lo sé. Creo que nuestra emoción es mucho más acentuada para lo bueno y para lo malo. Tenemos un gran aliado que es el lenguaje, pero es también un gran enemigo. Nos autonarramos mucho la propia vida. El hombre tiene menos esa “loca de la casa”, que decía Santa Teresa.